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Testimonios de infancias en dictadura. La caracterización de sus vivencias educativas


Enviado por   •  14 de Abril de 2021  •  Ensayos  •  2.588 Palabras (11 Páginas)  •  50 Visitas

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Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. [pic 1]

Facultad de Historia, Geografía y Letras.

Departamento de Castellano.

Testimonios de infancias en dictadura. La caracterización de sus vivencias educativas.

Catalina Figueroa Reyes.

Sobre el mundo adulto se podría construir un panorama respecto a sus posiciones políticas y la manera en que ese posicionamiento es un modelo de orientación para el mundo infantil. (Castillo, 2015)

La infancia es y será parte de la historia siempre.    Ahora, mientras las semanas avanzan y el mundo adulto  baraja cifras de muertes y contagios y pronostica escenarios posiblemente catastróficos o increíblemente esperanzadores -dependiendo del sector político de donde venga el comentario-, hay muchas niñas y niños viviendo esta pandemia desde ojos de niños, desde vidas de niñas y desde verdades de niños. Niños que se han alejado de las escuelas, de sus salas y patios, niñas que se enfrentan -o no- a una educación en línea, apresurada, deshumanizada y que pareciera ser una solución peor es nada a la necesidad de producir escolaridad.  Pero por alguna razón pareciera que el foco nunca está puesto en ellas y ellos, sus palabras son mayoritariamente   irrelevantes por ahora, porque da la sensación que sus vivencias cobran sentido cuando llegan a la adultez y desde esa adultez testimonian lo vivido años atrás, como si la infancia fuese siempre algo que se tiene que completar, un testimonio que solo se puede redactar una vez alcanzada cierta edad. Ejemplo de esto es lo estudiado, recopilado y escrito  en torno a procesos históricos como una dictadura.

Las niñas y niños, siempre “en desarrollo”, parecieran estar en desventaja ante la exigente tribuna que se ofrece al adulto opinante, es decir, a un “verdadero testigo”. Quizás sea por eso que a los adultos les cueste tanto relacionarse con las “verdades” que en la niñez se construyen y que se desenvuelven como la imagen de un espejo que parece deformar la realidad. (Castillo, 2015)

Cuando se habla de un periodo de dictadura cívico-militar se considera como testimonio indiscutible el de quienes se reconocen como víctimas, independiente de su edad; se discute el de aquellos – que jamás se reconocen- victimarios y, sin duda, todo aquel que gozaba de adultez o Juventud en esa época está validado para contar la verdad desde su vereda; aunque difieran las ideologías detrás de cada comentario.

“… ¿y los niños? Los niños están ahí, observan, cantan, reflexionan, es decir, participan y crecen conociéndose y desconociéndose en muchos momentos de forma simultánea.” (Castillo Gallardo & Gonzales Celis, 2013) ¿Por qué pareciera que no podemos entender a las niñas y los niños como testigos, como actores o como portadores de una vivencia que es real?,  cuesta realizar una clasificación que permita nombrar de alguna forma a los que fueron niños durante una dictadura, porque no son los adultos que vivenciaron de forma consciente los cambios políticos, sociales y económicos, pero tampoco son una generación pos dictadura, porque la vivieron, la presenciaron; y una dictadura se trata de ellos, está dirigida también a ellos. La escolaridad en dictadura es una fuente testimonial inherente  a la infancia.

Con respecto a las instituciones escolares en Chile, es un hecho que su estructura se plegó a los nuevos requerimientos del régimen y en ella primó la disciplina del patriotismo, las brigadas del tránsito y otras tantas formas de vehiculizar mensajes sobre el orden militar que se buscaba imponer como hegemónico. En los establecimientos se siguieron las directrices del Ministerio de Educación, se eliminaron contenidos calificados como ideológicos o concientizadores (Castillo, 2015).

En el caso argentino la conclusión es la misma, Llobet plantea: <<Niños y niñas constituyeron para las políticas culturales dictatoriales, un objetivo central (…) Las reformas culturales y educativas procuraban crear los nuevos ciudadanos, apropiados y diferenciados de los “enemigos de la nación”. >> (Llobet , 2015)

No se puede negar, entonces, que quienes vivieron una etapa de escolarización en contexto de dictadura, fueron actores y testigos de una educación intencionada, acotada dentro de los márgenes de una ideología totalitaria; una educación que buscaba marcar el límite de lo que es correcto y verdadero, subrayar la diferencia entre un ciudadano y el enemigo.

 La dictadura, destroza la educación chilena en dos etapas: la primera, con un proceso ideologizante, que es a los aspectos a los que  referí anteriormente; en el año 1973, el ministerio de educación y las instituciones escolares quedan a cargo de la armada y  el ministerio del interior, junto con  examinar el curriculum existente y modificarlo hacia los sentimientos nacionalistas, se recorta el presupuesto fiscal para el área educativa y comienza la persecución política hacia los docentes junto con la declaración de ilegalidad de las instituciones gremiales. La segunda etapa  consiste en la reestructuración del sistema educacional implementando políticas neoliberales, aquí comienza la privatización del sistema educativo. La educación se descentraliza y se implementa la municipalización.

Aquellos niños que fueron estudiantes de la educación dictatorial, vivieron un proceso educativo alienante y tecnócrata, cargado de la noción del capital humano; una educación que segregó las clases sociales, los colegios acomodados educaron para liderar; los otros, para trabajar, alejando de los estudiantes los contenidos concientizadores. Aun cuando se considera haber vivido familiarmente al margen de la dictadura, haberse educado en esta época es haber sido víctima de la neoliberación de la educación chilena

 Así como hay dictadura, hay educación formal; como hay resistencia, hay una “otra educación”. Una educación que se encargara de educar a los hijos e hijas de la  resistencia a la dictadura, de  acoger a aquellas infancias que han visto como el régimen  ha fragmentado sus familias, les ha arrebatado a su padre, a su madre, tíos o abuelos. Bajo una experiencia así, no  tiene  cabida la educación censurada y reformada de la dictadura.

Porque no existía un único escenario en el que se presentara la niñez de la resistencia: pueden ser niños exiliados, niños  desescolarizados, pueden esos niños asistir a la escuela pública que está intervenida y reformada porque es la única opción que se presenta, o bien, asistir a colegios que tenían un sello más progresista y protector con la infancia que había sido  vulnerada en sus derechos.

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