¿Infancia o Infancias? Psicología Educativa
CHAPLIN48Monografía20 de Noviembre de 2018
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ESCUELA MUNICIPAL DE ENSEÑANZA ARTÍSTICA E IDIOMAS
¿Infancia o Infancias? |
Psicología Educativa |
Ciganda Luciano Gabriel |
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II Cuatrimestre Trabajo Integrador N° 2
Apreciaciones de los ejes:
- La infancia como un entramado Histórico:
La perspectiva histórica de los discursos permiten entender que las categorías de infancia, adolescencia y juventud construyen territorios que no son fijos, tienen una especificidad histórica en contexto.
Cada discurso nos lleva a pensar en quienes enuncian y en qué condiciones, contextos sociales, políticos, económicos y culturales lo hacen y como contribuyen a la construcción de aquello sobre lo que se habla, se piensa y se actúa.
¿Sobre qué se pronuncian los discursos que inciden en las prácticas escolares? Sobre la infancia, la adolescencia y juventud, sobre ser adulto y su función en la relación con los niños y los jóvenes, sobre la función de la escuela, de los docentes y de los contenidos que se enseñan en contextos específicos.
Cuando decimos infancia, advertimos la diversidad de situaciones a la que estamos aludiendo, lo vemos a diario. ¿Qué los hace niños a pesar de las diferencias?, se puede decir que se trata de niños porque existe una frontera que marca la diferencia y distancia con el adulto, esta relación asimétrica con el adulto es una de las características de la condición infantil.
¿Cómo inciden las diferencias sociales, étnicas o religiosas en su condición de niño?, las diferentes condiciones sociales y culturales deben pensarse como condiciones socioculturales de la relación de los niños con los adultos.
Las transformaciones de las relaciones entre los niños y los adultos a lo largo del tiempo y en las diferentes culturas y sectores sociales, nos impulsa a hablar de infancias en plural, para dar cuenta de las diferentes formas de transcurrir por ese período de la vida.
Cuando hablamos de infancias, importa observar cómo variaron tanto los modos de pensar la infancia, como se concibe las relaciones con el adulto, en los discursos de cada época.
¿Porqué prestar atención a los discursos? Porque los discursos sobre las infancias operan como un lente por el cual miramos, nos posicionamos, juzgamos y actuamos frente a los niños.
En la edad Media el mundo de los niños y el del adulto era similar, compartían el lugar de la casa, las tareas, las formas de diversión, los actos religiosos y la educación. Con la Modernidad a partir del siglo XV y XVI se inicia un proceso de diferenciación del mundo de los niños con respecto al mundo de los adultos.
Philippe Ariés, plantea el surgimiento de la infancia en el siglo XV en coincidencia con los cambios de la estructura familiar, la ubica como el producto de un entramado social, político, cultural y económico, entiende el sentimiento de la infancia como un cambio en la actitud de los adultos hacia los niños y ese sentimiento es producto de la Modernidad.
Sostiene que el sentimiento de la infancia aparee primero en las clases altas de la sociedad que comienza a considerar a los niños diferente a los adultos, va eran considerados “pequeños adultos”. Empiezan a verse como seres vulnerables que necesitan protección, donde la iglesia los protege y los ve como “criaturas de Dios”.
En base al desarrollo de la familia nuclear y de un sistema de educación separado de la familia, en la clase alta y media surge la necesidad de educar a los niños (primero varones) en las nuevas profesiones, eso llevo a los niños del “alejamiento” de la sociedad adulta. De este modo las concepciones de la infancia comienzan a desarrollarse alrededor de la idea de que se trata de una fase diferente del ciclo de la vida humana.
Pero esto no ocurre simultáneamente en todos los sectores sociales. En los inicios de la Revolución Industrial, se pueden ver a los niños de las clases trabajadoras que no se diferencia mucho de la vida de los niños de la edad media, los niños de las familias obreras comparten los mismos espacios para vivir y dormir con los adultos, no existe privacidad, trabajan las minas y fábricas porque lo necesita por su economía.
Mause presenta una serie de tipos de relación paterno filiales que da cuenta de cómo fue cambiando la práctica de intervención sobre el niño, según la peligrosidad que le adjudican los adultos, entonces se demuestra la posibilidad de una empatía de los niños es una construcción histórica, la seria sería así:
- Infanticidio: En la antigüedad en el siglo IV prima que los padres resuelven los problemas de sus hijos matándolos.
- Abandono: Entre los siglos IV y XIII, los padres aceptan que el hijo es poseedor de un alma pero la única manera de sustraerse a sus potenciales peligros es el abandono, que se realizaba con la entrega de la cría, la internación o monasterio.
- Ambivalencia: entre los siglos XIV y XVIII la tarea era modelar al niño.
- Intrusión: En el siglo XVIII el niño ahora era visto como un puro peligro y en lugar de limitarse a examinar sus entrañas, tratan de dominar su mente con el fin de controlar su interior y se vislumbra una empatía.
- La socialización: entre el siglo XIX y mediados del siglo XX, la crianza ya no se debe tanto a modelar la voluntad del niño como en formarlo, socializarlo y enseñarle a adaptarse.
- Las ayudas: Comienza a mediados del siglo XX, aquí se considera que el niño es el que sabe mejor lo que necesita en cada etapa de su vida mejor que los adultos, el padre trata de empatizar con él y satisfacer sus necesidades.
Retomando las idea de los historiadores, podemos decir que la diferencia entre los adultos y los niños que se inicia en la modernidad con su sesgo de imcompletud, fragilidad y vulnerabilidad dio lugar a la construcción del sujeto pedagógico, al alumno, al que había que transmitirle la cultura de los adultos. Así se inicio el desarrollo del Pensamiento Pedagógico moderno y de una institución, la escuela moderna, que habría de impartir el cuidado y la crianza de los niños de algunos sectores sociales, junto no la familia, de este modo se fue construyendo la infancia como etapa educable.
La construcción social de la infancia moderna se relaciona no sólo con las transformaciones de la familia sino con la emergencia de la escolaridad. La escuela "sustituyó el aprendizaje por medio de la educación", provocando el cese de la cohabitación de los niños con los adultos y el aprendizaje por contacto directo.
Este proceso de escolarización de la niñez se interpretó de maneras muy diversas.
Detengámonos en la visión de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría sostienen allí que la escolarización fue una "maquinaria de gobierno de la infancia" a partir de la cual se produjo la definición de un estatuto, la emergencia de un espacio específico para la educación de los niños, la aparición de un cuerpo de especialistas de la infancia, la destrucción de otros modos de educación y la institucionalización de la escuela a partir de la imposición de la obligatoriedad escolar."
La escolaridad obligatoria funcionó en la Argentina como un dispositivo disciplinado de los niños de los sectores populares, hijos de la inmigración y de la población nativa," pero al mismo tiempo tuvo una incidencia efectiva en la conformación del tejido social y cultural del país".
Empezaron a ser visualizados como un colectivo, como una generación constitutiva de la población argentina, y la educación fue el mejor espacio para su inclusión.
A partir de allí el niño quedó capturado en buena medida por la escuela; la infancia se convirtió en el punto de partida y en el punto de llegada de la pedagogía," pero una pedagogía que dialogaba con la criminología, con la psicología experimental, con la literatura, con los estudios médicos, es decir, con el conjunto de saberes que en la época otorgaba validez científica a la pedagogía y prescribía acerca de la naturaleza y la identidad propias del niño. Las capturas de éste por los saberes y las instituciones son un problema en la medida en que pretenden cerrar las identidades y eliminar la contingencia que las afecta.
Las conductas infantiles siempre desbordan la estrechez de la mirada adulta, obsesionada entonces por controlar el exceso de movimiento, la atención dispersa, el cuchicheo y los motines. En muchas escuelas persiste la pretensión de controlar los cuerpos y las conductas, pero ésta fracasa en el intento de lograr que, los gestos de los educadores provoquen conductas automáticas en los niños (silencio, orden, obediencia)."
Son huellas de esa obsesión positivista que fundó a la escuela, pero también de las dificultades actuales para lograr construir en las instituciones educativas condiciones para llevar adelante los procesos de enseñanza-aprendizaje y de la ilusión de contar con una tecnología eficaz que borre el dilema cultural y social que se pone en juego en todo encuentro intergeneracional
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