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Trabajo A La Deriva

omeza3 de Abril de 2015

873 Palabras (4 Páginas)915 Visitas

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El siguiente trabajo es tomado del cuento titulado “a la deriva” de Horacio Quiroga, pero está narrado desde la perspectiva de la esposa del protagonista, Dorotea, y se le añade un final alternativo:

Mi esposo, Paulino, había salido desde temprano, no dejo avisado a donde se dirigía, es costumbre en él salir sin avisar; sin embargo, aquella tarde tenía la sensación de que algo malo pasaba, una profunda angustia llenaba mi ser, me congojaba e inquietaba, no sabía qué hacer. Los nervios me paralizaron y como un vegetal permanecí inmóvil sentada en una silla, esperando a la deriva con quemante incertidumbre, anhelando en mi interior que mi esposo llegara y se encontrara con bien.

El silencio reinaba en mi hogar, el furor empezaba a despertar en mi interior, y de pronto….oí una voz agitada que gritaba mi nombre:

— ¡Dorotea!, ¡Dame caña!—, “sin duda es la voz de mi marido”, pensé. Así que, inmediatamente obedecí: me acerque a la damajuana, serví un vaso lleno y corrí hacia él.

— ¡Te pedí Caña, no agua!— reclamó Paulino, con notable molestia —Dame Caña —

Le dije: pero es caña, Paulino; “hoy amaneció de un carácter de los mil demonios, pero su semblante parece débil, ¿estará enfermo?”, pensé. Bebió la caña de tres sorbos, las gotas de sudor poblaban su frente, y su mirada parecía extraviada.

—No, me diste agua, quiero caña te digo—, volvió a reclamarme Paulino. Con los nervios hasta la coronilla volví a llevarle un vaso lleno, lo bebió con tanto afán que una terrible taquicardia agitaba más mi ser, ahora estaba a la incertidumbre, a la deriva de no saber que pasaba con él. Después del sorbo, no pareció contento, miro su pierna y con rostro pálido noto como un pedazo de carne putrefacta parecía desbordarse de un pedazo de trapo mal amarrado y sucio. Después de unos minutos miré como de tan punzante y atroz dolor se retorcía cual gusano en sal. Mi mente reaccionó y en ese instante corrí despavorida a buscar unas toallas o algún remedio que la damajuana me pudiera ayudar a preparar, sin embargo, cuando volví a escena, Paulino ya no estaba y buscándolo incesantemente a los alrededores pude alcanzar a ver como se arrastraba hacia la playa. Mientras trataba de correr para alcanzarlo tropecé con una piedra y caí al suelo, levante rápido mi cabeza y observe como Paulino había tomado su canoa y zarpando se perdía cada vez más en los horizontes del Paraná, parecía inútil ya que me escuchara.

Otra vez deje que el temor se apoderara de mí ser y me deje envolver, transcurrieron varias horas, y aquel fantasma que me inmovilizó cesó, pero estaba a punto de caer el día, el sonrosado color del cielo me anunciaba que me esperaría una noche complicada, pero olvidándome de todo, tomé un cayac que afortunadamente halle sin dueño y comencé a seguir el curso del rio, sin un rumbo fijo, me encontraba de nueva cuenta a la deriva pero ahora no solo de mis pensamientos.

Me hallaba sola, en medio de un pesado y lúgubre ambiente y con un inexplicable valor reme toda la noche sin saber a dónde me dirigía. Pasada ya la noche y cuando apenas rayaba el alba, vi a lo lejos una canoa que navegaba al igual que yo a la deriva,” ¿será él?”, le dije a mi turbado corazón. Mi temor crecía a la vez que me acercaba, ¡lo vi!, estaba ahí, inmóvil, grite con toda desesperación su nombre, pero él parecía como muerto. Decidí acercarme con mi cayac un poco más hacia él, pero su canoa giraba sin control en los remolinos que formaba la corriente, me aferre con todas mis fuerzas y por fin llegue a su canoa y pude oír como discutía entre sí “un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...”. Sin prestar atención a sus palabras tome su canoa y le pregunte hacia donde se dirigía, me dijo ya con una voz que apenas si podía respirar —hacia Tacurú-Pacú, llévame

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