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Tura Poli

leo54549 de Diciembre de 2011

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La noticia fue extraída de la revista semana

Contemporáneamente esta revista ha sido crítica de la administración de Álvaro Uribe Vélez en diversos temas. También ha criticado a los grupos guerrilleros y paramilitares colombianos.

Esta revista es uno de los medios más influyente y polémico en el país al destapar escándalos en entidades como el DAS como lo fue el escándalo por la infiltración paramilitar en 2006 o el escándalo por las escuchas ilegales en 2009, razón por la cual su director Alejandro Santos ha sostenido polémicas con funcionarios del Gobierno Uribe y con el propio presidente.

El artículo noticia fue escrito por Juan Fernando Jaramillo, es un profesor de la Universidad Nacional y miembro del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad -De Justicia, creado en 2003 por un grupo de profesores universitarios, con el fin de contribuir a debates sobre el derecho, las instituciones y las políticas públicas, con base en estudios rigurosos que promuevan la formación de una ciudadanía sin exclusiones y la vigencia de la democracia, el Estado social de derecho y los derechos humanos.

2.‐TEXTO

Titulo de la noticia: El hastío con la violencia guerrillera

Cuerpo o texto de la noticia:

Para todos es claro que las multitudinarias marchas de este año revelan el masivo repudio de los colombianos a la práctica del secuestro. Pero también hay que decir que las marchas dan a conocer el hastío que existe en el país frente a la guerrilla y sus actos de crueldad e inhumanidad.

Por cierto, tienen razón los analistas que han destacado la asimetría moral de muchos colombianos, que protestan vehementemente contra los crímenes de la guerrilla, mientras callan ante las atrocidades cometidas por los grupos paramilitares o por miembros de la Fuerza Pública. Numerosos ciudadanos tratan de ignorar los horrores perpetrados por estos últimos, a pesar de que han quedado en evidencia en las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Pero más allá del cuestionamiento ético que esta ambigüedad moral puede suscitar, ella debería cuestionar a la dirigencia guerrillera acerca del profundo rechazo que experimentan por parte de los ciudadanos.

Las encuestas son apabullantes en este sentido: menos del 1 por ciento de la población siente alguna simpatía por los grupos guerrilleros, mientras que el presidente Uribe y las Fuerzas Militares cuentan con grados de aceptación nunca ante vistos, los cuales se disparan con cada golpe que se propina a la guerrilla. Y aún más: no cabe duda de que, por increíble que parezca, los colombianos están dispuestos a concederle, aceptarle y perdonarle todo lo imaginable al presidente Uribe con tal de que cumpla con su palabra de ponerle fin a la violencia guerrillera.

Si ello es así, ¿cómo pueden los líderes guerrilleros ignorar la pregunta acerca de si tiene sentido la lucha armada? ¿Y cómo pueden desatender los desastrosos resultados que ella ha producido? Al fin y al cabo, la guerrilla ha sido uno de los factores que ha propiciado el surgimiento de los grupos paramilitares, la desaparición del movimiento campesino, el debilitamiento del movimiento sindical, la contrarreforma agraria y el terror que hemos vivido cotidianamente los colombianos durante las últimas décadas.

La renuncia a la violencia como un instrumento de la acción política no significa, en ningún momento, aceptar las condiciones actuales de Colombia o abdicar de las luchas sociales. ¿Cómo hacerlo en un país que es a todos luces profundamente injusto y que el mismo Banco Mundial ha catalogado como el tercero más inequitativo en América Latina? Se trata es de aceptar que ese proyecto altruista de sociedad que se quiere construir no puede fundarse sobre la base de la violación de los más mínimos principios de humanidad aceptados por la comunidad

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