Uga Uga Segundo Sector Onfray LA COMUNIDAD FILOSÓFICA
elder0bacab13 de Mayo de 2015
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Permanencia de una sabiduría práctica A pesar de la oscuridad cristiana que cayó sobre Europa, algunos filósofos volvieron a pensar la disciplina en tanto ocasión de vivir y producir un estilo de vida. El Renacimiento, mediante el. regreso preconizado a los grandes antiguos, ciertamente afirma la posibilidad de ser cristiano pero recurre también a los estoicos, eso es sabido, y también, lo cual se suele ignorar, a los epicúreos. Lorenzo Valla antes que nadie, en el Quattrocento, enseña en De voluptate la posible alianza de Cristo y Epicuro. »Erasmo, gran aficionado y conocedor del filósofo italiano, retoma estas tesis en El banquete epicúreo, en donde sostiene la realización del cristianismo en el epicureismo, y viceversa. Montaigne no dirá otra 44 cosa: sus Ensayos son el diario de las idas y venidas entre vida cotidiana y vida filosófica: ¿cómo existir, en tanto epicúreo, siglos después del Jardín de Epicuro? ¿De qué manera rehacer para sí mismo, en su tiempo, esa comunidad que aprende a gozar del puro placer de existir? El descubrimiento de los Ensayos de Montaigne pudo producir en su época -y hoy todavía- los mismos efectos en una existencia que el descubrimiento de Epicuro para un ateniense del siglo III antes de J. C. Frente al filósofo de gabinete, funcionario sometido a su empleador -Iglesia y Estado, es lo mismo-, el modelo del filósofo antiguo persiste, contra viento y marea. La legitimación viene, entonces, de las enseñanzas de la vida del filósofo: su existencia prueba su esencia. Son los reencuentros con la Antigüedad por encima de los siglos de malos tiempos intelectuales. Después del Renacimiento y del pensamiento moderno, otros filósofos piensan no tanto el individuo y las condiciones de su realización como la construcción de una comunidad. Así, la Ilustración no busca tanto la bella comunidad a la manera griega como la bella comunidad a la manera romana. La Revolución francesa no ama tanto a Grecia -prefiere Esparta a Atenas de todas maneras- como a Roma y sus grandes figuras. Desaparece el individuo y adviene el ciudadano. El filósofo pasa a ser el pensador del vínculo social y del contrato. ¿Su legitimidad? Su utilidad para hacer posible una sociedad en la que el individuo se convierta en sujeto, no ya del Rey, sino de la Nación, lo cual no es una gran diferencia teniendo en cuenta el daño que significa la renuncia a un individuo soberano. Sólo la Ley, el Derecho y la Nación culminan. Es la desaparición del filósofo según el principio griego y la aparición de su modalidad romana. Amenazas oscuras, una vez más... Se conoce la propensión de los siglos XIX y XX a poner en segundo plano o a silenciar la construcción individual de sí mismo: reinan las colectividades, las comunidades, las totalidades o incluso lo totalitario. La filosofía sirve masivamente a los intereses de lo colectivo: después de 1789, desde los ideólogos (durante el Consulado y el Imperio) hasta el marxismo (bajo De Gaulle), pasando por el positivismo, el socialismo utópico francés o el hegelianismo de derechas o de izquierdas, se celebra el todo al cual se deben someter las partes. Desde luego, se puede ser schopenhaueriano o nietzscheano y luego construir la propia existencia bajo el signo de la negación del qüerer-vivir o de la afirmación dionisíaca, pero el filósofo es, prioritariamente, la Pitia de un oráculo social legitimado en tanto acompañante del gran hombre encargado de inscribir la verdad del concepto y de la razón en 46 la historia... Pero de Erasmo a Nietzsche, pasando por Montaigne y Schopenhauer, o bien por Spinoza -su beatitud y su alegría son existencialmente practicables-, perdura una sabiduría práctica y la definición del filósofo como maestro en el arte de vivir mejor o del bien vivir. Bajo un régimen de escritura platónico En realidad, esta historiografía fue escrita en primer lugar por Platón. Este y sus esbirros, sus des- 58 cendientes, sus alumnos, sus discípulos y sus sicarios. Sólo teniendo en cuenta el período antiguo, ¡cuántos son los que retoman, por ejemplo, la idea de que se puede hablar de los «presocráticos»! Pero ¿qué dice la palabra? Que existen pensadores reunidos por un aspecto común: su existencia antes de Sócrates. A pesar de sus divergencias, Parménides y su ontología, Heráclides y su dialéctica, Leucipo y su atomismo, Anaximandro y sus elementos, Protágoras y su sofística, y los cien f i lósofos etiquetados como presocráticos -antesocráticos, se dice incluso, con el convencimiento, parecería, de que una revolución semántica es suficiente- valen menos por sus diferencias y sus singularidades que por lo que los reúne: oficiar antes de Sócrates. Sólo hay un problema: entre estos pensadores anteriores a la figura crística que viene a salvar la filosofía -platónica, por supuesto- algunos no merecen la apelación de presocráticos: ya sea porque son contemporáneos de Sócrates, ya sea, y esto es más divertido, ¡porque le sobrevivieron! Es el caso de Demócrito (460-356), que nace después de Sócrates (469-399) y se reúne con él .en el cementerio unos cuarenta años más tarde... Incluso si se calcula a partir de la fecha de nacimiento, la cuenta es errónea. ¿Por qué, entonces, este error manifiesto, de hecho evocado por Jean-Paul Dumont en Les présocratiques (ediciones de la Pléiade), pero retomado por él en el título mismo de su libro? 1 ! Porque él y los otros abordan la filosofía en tanto platónicos y no saben ni pueden proceder de otra manera. Para ellos, Sócrates es presentado como el Mesías, el profeta por quien, al fin, adviene la verdadera filosofía. ¿Y antes? Nada, al menos no gran cosa, un conglomerado, un conjunto heteróclito, un revoltijo de fragmentos e ideas dispares, un campo de ruinas arqueológicas sin gran provecho intelectual -salvo para los monomaniacos del CNRS3-. Antes de Sócrates no se piensa, la razón no existe, hay que esperar su revelación a la manera mesiánica. Ahora bien, el pensamiento «presocrático» existe como archipiélago sin necesidad de apelar a una figura exterior de referencia: hay defensores de la idea y defensores de la materia, hay dualistas y monistas, mitologistas y racionalistas, pero hay también una coherencia continental: el mundo, la totalidad del mundo, es lo que les interesa; el saber aún no está especializado, intervienen en él como enciclopedistas, y su preocupación mayor consiste en buscar y proponer una causalidad racional que se oponga a las explicaciones teológicas, etcétera. 3. Centre National de la Recherche Scientifique. [N. de la T.J 60 Asimismo, esta historiografía que escinde la filosofía griega a partir de Sócrates ubica una serie de filósofos bajo la rúbrica de «pequeños socráticos » -o «socráticos menores», dicen los historiógrafos- Antes de Sócrates, entonces, pero también a partir de Sócrates... ¿Quiénes son esos pequeños, esos menores? A mis ojos son grandes y mayores, pero, desde luego, según otros criterios: Antístenes, Diógenes, Grates y los cínicos, Aristipo, Teodoro y los cirenaicos, pero también Euclides y Felón, sobre los cuales no se sabe prácticamente nada, y otros socráticos, como se dice en los libros dedicados a este tema -Critón, Glaucón, Simias, Cebes (¡pitagorizantes!)-. O sea que está el nominalismo, el inmoralismo, el naturalismo y el antiplatonismo de los defensores del Perro, pero también el relativismo, el hedonismo y, siempre, la oposición a Platón de los pensadores de Cirene. Se entiende que, frente a semejantes tesis explosivas, se descarte a estos filósofos por considerarlos pequeños o menores. Sin embargo, se conoce menos de Sócrates que de Diógenes o Aristipo: se sabe que Sócrates no escribió nada, no dejó obras que puedan ser leídas y comentadas. Prácticamente no queda rastro del corpus socrático, sus ideas, sus tesis verdaderas y auténticas, salvo si tomamos como referencia fehaciente el Sócrates de Platón, verdadero personaje conceptual que parece mantener una relación remota con la figura histórica de Silene. * La ficción de Platón cuenta más y mejor que la realidad histórica y filosófica. De ahí el interés/por construir la historia de la filosofía con esta quimera: antes de Sócrates, incluso en el casó de quienes eran más jóvenes que él; a partir de él, incluso para sus contemporáneos indiferentes a su teoría de las ideas, su seudociencia y otros perifollos ante todo platónicos. Con este Cristo pagano se escribe la historia reciclando las tesis mesiánicas, escindiendo los tiempos antes y después de él, arrojando lo que precede en la confusión y ahogando la diversidad y la multiplicidad de un continente entero, bajo pretexto de que éste anuncia, en germen, lo que verdaderamente se desarrollaría con él. Es una manera de preparar el terreno y de investir al autor del Fedón de una autoridad y una legitimidad que se cimentan sobre la sola y única manera de escribir la historia Reglamento interno de la filosofía Tras encontrar el lugar de esta enseñanza y en qué momento se debe impartir, hacía falta un contenido. De ahí el calibrado efectuado, mediante la publicación de autores oficiales, de una lista de nociones y de preguntas libres (¡) que también figuran en el programa. Más allá de esta dote, el profesor de filosofía puede, desde luego, abordar otra cuestión a partir de un autor que no figura en dicho programa, pero es un tiempo restado a la masa horaria, abocada al tratamiento del programa. Ahora bien, dada la extensión de la misión, no se puede usar esta libertad para juguetear conceptualmente cuando se dispone de tan poco tiempo para cerrar el recorrido: treinta y tres semanas, o sea doscientas cincuenta horas, para las clases literarias -unas sesenta para las terminales tecnológicas, es decir, una miseria. En la medida en que tanto las nociones como los autores son
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