Veronika Decide Morir

Reseña de Veronika Decide Morir

Cuando Veronika consiguió casi todo lo que deseaba en la vida, llego a la conclusión de que su existencia no tenía sentido, porque todos los días eran iguales y por eso decidió morir.

Después los sollozos por fin terminaron, y la enfermera se levantó, la tomo del brazo y la condujo hasta la puerta, y le dijo que tenía una hija de su edad. Y le dijo que cuando llego llena de tubos, de sueros se quedó pensando, que porque una chica guapa, joven, con toda la vida por delante, decide matarse.

Veronika había superado sus defectos sencillos, solo para verse derrotada en las cosas importantes y fundamentales, ella daba a sus amigos la impresión de ser modelo que debían envidiar y había gastado lo mejor de sus energías tratando de comportarse a la altura de la imagen que había creado para sí.

Por causa de todo eso nunca le habían sobrado fuerzas para ser ella misma, una persona que, como las demás del mundo, necesitaban de los otros para ser feliz.

El remordimiento por el intento de suicidio regreso y volvió a apartarlo con firmeza, porque ahora estaba sintiendo algo que nunca se había permitido, el odio. Ella odiaba todo lo que pudo en aquel momento, así misma, al mundo, la silla que tenía delante, la calefacción rota de uno de los corredores, las personas perfectas, los criminales.

En dado momento, comenzó a sentir odio también por la persona que más amaba en el mundo, que era su madre, pero luego se puso a pensar que como, podía odiar a la mujer que tanto amor le ha dado.

Luego, entonces de nuevo, una profunda paz la inundo y volvió a mirar el cielo estrellado, con la luna en cuarto creciente, su favorita. Permaneció en silencio, viviendo su momento presente, dejando que el amor ocupara el espacio vacío que había dejado el odio.

Cuando sintió que había llegado el momento, se volteo hacia la luna y toco una sonata en su homenaje, sabiendo que ella la escuchaba, se sentía orgullosa y esto provocaba celos en las estrellas.

En medio de la música para el jardín, se presentó otro loco, Eduard, un esquizofrénico que no tenía posibilidad de curación. Ella no se asustó al verlo, al contrario sonrió y, para su sorpresa, él le devolvió la sonrisa.

Más tarde la mama de Veronika fue a verla, pero cuando llamaron a Veronika la mama dijo que no quería verla, y Veronika no quería ver a su mama porque si no ambas iban a sufrir, era mejor que su mama ya la considerara muerta.

Después Veronika entro en una especie de euforia, como si la muerte la liberara del miedo de morir. Sus ojos se le fueron cerrando, pero a ella lo que más le horrorizaba era ver que en, las películas los muertos se quedaban con los ojos abiertos, pero el ataque de corazón parecía muy, diferente a como ella se lo había imaginado.

La respiración se le fue dificultando y, horrorizada Veronika se dio cuenta, de que estaba a punto de experimentar el peor de sus miedos, la asfixia, ella iba a morir como si la enterraran viva o como, si de repente, la empujaran al fondo del mar. Después se tambaleo y cayo, sintió como un golpe en su rostro.

Solo que ella tenía dificultad, para escuchar lo que los demás decían, como los gritos y las exclamaciones parecían distantes, como llegados de otro mundo.

Luego sintió que alguien la tomaba y la colocaba boca arriba, pero ahora había perdido el control, del movimiento de los ojos y empezaron a girar, enviando centenares de imágenes diferentes a su cerebro, mezclando la sensación de asfixia con una completa confusión visual.

Más después Eduard y Veronika escogieron el restaurante más caro de Ljubljana, pidieron los mejores platillos, se embriagaron con tres botellas de vino cosecha 88, una de las mejores del siglo. Durante la cena no hablaron ni una vez de Villete, ni del pasado, ni del futuro.

Se fueron al centro

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