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Análisis de la sociedad argentina

valeriamanaApuntes9 de Noviembre de 2023

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ANÁLISIS DE LA SOCIEDAD ARGENTINA

-II Parcial-

Cátedra Raus

Sol Prieto

(DNI 31.695.628)

Comisión: viernes de 19 a 21

Consigna 1: En base al análisis de los datos presentados en el cuadro sobre el desempeño de la industria manufacturera argentina durante los noventa, desarrolle sintéticamente que relaciones pueden establecerse entre las transformaciones estructurales producidas en el sector y:

a) los cambios operados en el mercado de trabajo;

b) las modificaciones en la distribución del ingreso;

c) las transformaciones en el repertorio de protesta del movimiento obrero.


Introducción

El período analizado puede inscribirse en un proceso iniciado a mediados de la década del 70, común a la mayoría de los países emergentes o en vías de desarrollo, que consistió en el abandono del modelo económico de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) y su reemplazo por el modelo económico neoliberal. A su vez, este proceso amplio forma parte de otro que se dio a nivel global desde principios de los 70, que consistió en la entrada en una fase larga con tendencia al estancamiento (Astarita, 1993) en el ciclo de la tasa de ganancia. Según la ley de tendencia decreciente de la tasa de ganancia, el desarrollo de las fuerzas productivas conlleva necesariamente un incremento (cíclico, no lineal) de la composición orgánica del capital, lo cual va en detrimento de la tasa de ganancia. La caída de la tasa de ganancia se hace tangible y operativa a través de la caída de precios, que parte de los sectores más tecnificados  y tiene un efecto disciplinador sobre los menos tecnificados, que deben subordinarse, más allá de su composición orgánica, a la tendencia hegemónica, es decir, a incrementar su capital estable y racionalizarse, pero dada la caída de la tasa de ganancia, esto se les dificulta y el proceso deviene en concentracionario.

Este proceso deflacionario ha tenido en los países emergentes, principalmente, dos consecuencias: a) la disminución en la inversión productiva y el aumento de la inversión “liviana” o “racionalizadora” (Astarita, 1993), con una consecuente transferencia de capitales del área productiva al área de servicios y comercio, o bien a la producción de bienes con escaso valor agregado, propios de los primeros eslabones de la cadena productiva; b) el aumento en  la liquidez financiera y el consecuente aumento en las tasas de interés, efecto que está a su vez intrínsecamente relacionado con la disminución en la inversión productiva.

Estos efectos no hubieran sido posibles por fuera de  las condiciones de apertura, endeudamiento externo y disciplinamiento de la mano de obra con consecuente regresión distributiva del ingreso que fomentaron los gobiernos bajo las presiones de los sectores concentrados a través de los organismos de crédito en este tipo de países. En base a este panorama general, analicemos el caso argentino tomando los indicadores que figuran en el anexo, centrándonos en el desenvolvimiento de la industria manufacturera.

  • Transformaciones estructurales del sector manufacturero

 Las primeras políticas del gobierno de Menem se inscribieron en el marco de una reforma estructural de la economía que se juzgó mayoritariamente como ineludible en un contexto post- hiperinflacionario en donde la crisis fiscal y la poca credibilidad del sistema monetario (Gerchunoff y Torre, 1996)  atentaban en contra de la inversión, generando un círculo vicioso. La reforma estructural se apoyó sobre dos leyes: la Ley de Emergencia económica y la Ley de Reforma del Estado. La primera  se creó con el objetivo de suspender las medidas proteccionistas que atentaban, desde la perspectiva liberal, en contra de la autorregulación de los mercados, y fue entonces que mediante esta ley se anularon las medidas previas de promoción industrial, regional, y de exportaciones, así como los beneficios otorgados a las empresas nacionales en lo relativo a compra de bienes por parte del Estado. La segunda tuvo por objetivo fijar el marco normativo para la privatización de numerosas empresas públicas, principalmente de servicios públicos y transporte, pero también otras con una incidencia aún mayor sobre el desarrollo económico, como en el caso YPF.

En este marco, podemos distinguir una primera fase de reforma estructural (Gerchunoff y Torre, 1996), que conjugó a) la privatización de varias empresas en un contexto de poca o ninguna resistencia a tal medida, a fin de aliviar la crisis fiscal; b) la eliminación de las restricciones arancelarias a la importación, que se llevó a cabo de una manera abrupta, de modo tal que hacia 1990 estas restricciones ya casi habían desaparecido; c) la reestructuración del sistema impositivo que se basó, a grandes rasgos, en la concentración de la estructura impositiva en el impuesto a las ganancias y el IVA, y en la anulación de las anteriores extensiones impositivas de las PyMEs a través de la Ley de Emergencia Económica, todo lo cual nos habla del carácter regresivo de esta política tributaria.

 La segunda fase de la reforma estructural devino forzosamente de un episodio hiperinflacionario en 1990 que, por suceder aún en un marco de control de la inflación, dio cuenta de que el problema de la credibilidad monetaria seguía en pie. Fue a causa de este diagnóstico que el gobierno apeló a una estrategia de “autoatamiento” (Gerchunoff y Torre, 1996) como fue la sanción de la Ley de Convertibilidad, que establecía una relación convertible de paridad entre dólar y peso, y prohibía la emisión monetaria sin respaldo de divisa, limitando las funciones del Banco Central a las de una casa de cambio. Esta medida generó una reducción pronunciada de la inflación y facilitó el acceso a crédito del FMI, ya que resolvía en gran parte el problema de la credibilidad. La convertibilidad llevó la reforma estructural a un espacio insospechado y revolucionó la noción de “política antiinflacionaria” que se manejaba hasta entonces, dado que constituyó, al menos en primera instancia,  una reactivación, mientras que usualmente este tipo de políticas habían tendido a generar movimientos de contracción de la demanda. Dado el afluente de depósitos, los bancos pudieron sostener créditos que mejoraron el nivel de consumo. Sin embargo, la sensible disminución en la competitividad externa de la economía se convirtió en un factor potencial de riesgo de crisis fiscal que finalmente emergería a fines de 1994.

Vistas estas características generales, concentrémonos ahora en la industria manufacturera. De los indicadores con los que contamos, tomaremos como indicador del nivel de actividad el volumen físico de producción (I). Como podemos observar en el anexo: 1) el acumulado total del período (1993- 2001) nos presenta una cifra negativa (-1,8); 2) Los tres declives más profundos en el sector, se dan en 1995, 1999, y 2001.  

Para dar cuenta de la primer observación (1), es preciso acudir a la descripción de los principales rasgos que adquirió esta actividad en los noventa.

Cuatro procesos convergieron en la reestructuración del sector manufacturero (Schorr, 2002), que pasamos a enumerar: a) la concentración de la industria en la producción de bienes e insumos de escaso valor agregado, sustentada en ventajas comparativas y en beneficios institucionales (proceso de “simplificación productiva” y concentración oligopólica); b) la disminución del coeficiente de valor agregado sectorial impulsada por la entrada masiva de insumos intermedios importados debida a la apertura comercial mencionada en la descripción de la reforma estructural; c) la transferencia de capitales del sector productivo hacia el sector de servicios dada la mayor apreciación de los segundos en detrimento de los primeros. Para este proceso (c) podemos encontrar dos causas, una más plausible de adjudicar a la coyuntura nacional, que consiste en que, como se mencionó más arriba, el tipo de cambio y la brusca eliminación de los aranceles a la importación dejaron a la producción manufacturera en desventaja con los bienes importados, y otra de carácter estructural, mencionada en la introducción, que consiste en que, en la fase decreciente del ciclo de la tasa de ganancia, la inversión productiva se vuelve inconveniente para incrementar el capital y por lo tanto este fluye desde las potencias centrales hacia los países emergentes en donde puede, o bien  permanecer como capital financiero y beneficiarse con el alza de las tasas de interés, o bien, si estas no son lo suficientemente atractivas, verterse a la producción de servicios, que implica un riesgo menor. El cuarto proceso (d) implicado en la reestructuración de la industria manufacturera, fue el incremento en el porcentaje del capital destinado a la valorización financiera, en detrimento de la formación de capital, por parte de los oligopolios dedicados a la producción industrial. Este punto, al igual que el anterior, se relaciona con lo presentado en la introducción: la “desindustrialización” que implicó el abandono del modelo ISI, fue un proceso intrínsecamente ligado al ciclo de la tasa de ganancia.

Para dar cuenta de los momentos de más profundo declive productivo  (2), es preciso remarcar el carácter crucial que las inversiones externas adquieren en este período, lo cual fue desarrollado brevemente cuando nos referimos a la entrada en la convertibilidad, ya que estas bruscas caídas se correspondieron con a) la crisis mexicana (1994, recae sobre los indicadores de 1995), que provocó una huida de capitales que, vía reducción de la liquidez, empujó hacia el alza las tasas de interés reduciendo así el volumen de producción; b) con la crisis brasilera (fines de 1998, recae sobre los indicadores de 1999), que tiene una explicación similar ; c) con la huída hacia el dólar generada en el 2001, cuando el acceso a crédito internacional se tornó imposible dado el nivel de endeudamiento, el cual se tornó insalvable en un marco de déficit comercial sistémico.

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