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CRISIS DE VALORES

KIARI6827 de Septiembre de 2014

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REPÙBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÒN

UEP COLEGIO “LOS ANGELES”

CAÑA DE AZÙCAR

DOCENTE:

JOSEFINA RUÌZ

COMPONENTE:

LENGUAJE Y COMUNICACIÒN

ÀREA:

CASTELLANO

REALIZADO POR:

EDGAR JOSÈ NICOLA HURTADO LUCCI

C.I: 27.048.592

AÑO:8VOB

JUNIO,2014

LA FAMILIA ACTUAL, ANTE LA CRISIS DE VALORES

La familia actual está necesariamente en crisis esto se debe a las constantes modificaciones tecnológicas y sociales, al ritmo veloz de vida, a la violencia, a la carencia de comunicación real en favor de la virtual, al impulso consumista global, a la banalización de los sentimientos y al creciente escepticismo religioso. Las crisis familiares representan momentos de transición, estos pueden convertirse en favorables o no, pero durante el cambio suelen provocar ansiedad, inestabilidad y por lo tanto dificultades en las relaciones de los integrantes de la familia.

No basta con querer a los hijos. Los padres se deben preparar para conocerles y guiarles sabiamente. Deben ser maestros de vida, dignos exponentes de valores humanos que, inculcados en un ambiente de disciplina y amor, facilitarán el desarrollo de su personalidad para emprender la búsqueda de su realización y felicidad.

Quien ama a su hijo lo reprende, no permitirán ni mucho menos propiciará actos de irrespeto que atenten contra la dignidad de las personas; además, sabrán expresar con sinceridad y prudencia lo que piensan o sienten, evitando herir o criticar.

Su autoridad será participativa, firme pero flexible, pensando en el bien de los hijos y la estabilidad de la familia.

El hogar será un lugar luminoso y alegre donde reine la paz, la felicidad, el respeto y el amor.

LA FAMILIA EN LA CRISIS ACTUAL

Mucho se oye hablar de la familia en los últimos tiempos. Eso es una realidad, y una primera reflexión nos lleva a reconocer que sólo se habla mucho de aquello que tiene gran importancia, sea ésta en la dirección que sea.

También, que la familia está sufriendo ataques por doquier, que parece como si se quisiera destruir esta institución tan antigua como la propia humanidad.

La familia, vista desde una óptica tradicional, formada por padre y madre (unidos por la Iglesia) e hijos, y con frecuencia otras personas mayores que conviven bajo el mismo techo, continúa existiendo, pero es cierto que han surgido otras formas de familia, que poco a poco van alejándose de aquel concepto y pareciéndose cada vez menos al ideal que teníamos de familia, y que en el momento presente, nos sigue pareciendo el más adecuado, por razones que señalaremos más adelante.

Es tan importante la familia y tanto el valor de la institución familiar que, desde siempre, pertenecer a una familia ha sido signo de reconocimiento, de acogida, de raíces sobre las que afianzar la personalidad del individuo. Nos atrevemos a decir con firmeza, que la familia es una institución tan valiosa, que no se conoce a un ser humano que manifieste con verdadera convicción no querer pertenecer a una familia, por problemática que fuera la suya de origen; y quizá sea por eso mismo por lo que existe un deseo profundo en cada persona, de ser miembro de una familia y de que como tal se le reconozcan sus derechos, llegando a considerar éstos casi a un mismo nivel que los de ser persona.

¿Pueden considerarse crisis a estos movimientos en la conformación de la familia?. ¿Está la familia en crisis?. ¿Puede considerarse que la familia como institución está siendo atacada?.

El hecho de que se produzcan rupturas de pareja, desmembración de la familia, etc., no significa que la familia esté en crisis, puede que sí estén en crisis las personas que la forman, puede que cuando se unieron, la decisión no fuera suficientemente reflexionada, puede que se tratara de un intento de construcción de familia, pero sin el debido análisis sosegado del hecho y de sus consecuencias, puede que alguno (o ambos) de quienes iniciaron el camino hacia una supuesta familia, fueran portadores de ciertas condiciones personales que les impedían asumir el compromiso necesario para llevarlo a cabo en todas las circunstancias. Puede, incluso, que más de una pareja que inició su andadura amorosa, simplemente porque les apetecía compartir la vida en ese momento presente, se encontraron con la aparición de la prole, que exigía urgente improvisación…

Es evidente que la familia necesita, como todo lo valioso, de una planificación detallada, de una responsabilidad compartida y de un compromiso serio. De no ser así, se corre riesgo de aparición de crisis.

Después de estas reflexiones, me permito subrayar algunos aspectos, que sobre todo en los tiempos que corren, conviene recordar.

- Está comprobado que la familia es la variable afectiva, el centro y base del equilibrio psíquico necesario para que se produzca un correcto desarrollo y prosperidad del ser humano.

- El entramado afectivo y la comunicación intra familiar marcará tal equilibrio.

- Es en la familia donde se produce la entrega más generosa conocida, de tiempo, de enseñanza, de transmisión de valores, económica, etc.

No existe otro entorno que pueda aportar más afecto al individuo, que la familia. Y es el afecto, el amor, el que genera seguridad, equilibrio, alegría, paz..., valores todos ellos, que compartidos con otras personas, otras familias, va haciendo que se produzcan grupos, sociedades, más amorosas, más solidarias, más generosas... mejores sociedades, en definitiva.

Con frecuencia se critica a esta sociedad, aludiendo a que es la responsable de muchos males, a que no responde al ideal que nos habíamos imaginado, etc. y quizá sería bueno que cayéramos en la cuenta de que todos nosotros formamos parte de esta sociedad, y que nos preguntáramos: ¿cómo contribuimos, como individuos, como matrimonio y como familia, a que la sociedad sea la que deseamos?. Es momento tal vez, de reflexionar sobre nosotros, nuestro estilo de vida, nuestra forma de relación, nuestra contribución al mundo del que somos parte. Esta sociedad no será cosa distinta de lo que es el conjunto de las familias que la forman.

No olvidemos que somos los padres los primeros educadores de nuestros hijos, que todo lo demás, son apoyos, más o menos especializados, pero es nuestra la responsabilidad de hacer brotar de cada uno de nuestros hijos lo mejor que lleva dentro, y de contribuir a que cada uno de los miembros de nuestra familia, sea éste padre, madre o hijo, llegue a ser lo máximo que esté llamado a ser, como persona, como ser humano, capaz de amar, de permitir ser amado y de colaborar en la construcción del mundo que le ha tocado vivir.

Éstas son algunas de las muchas razones que nos ponen de manifiesto el inmenso valor de la familia, y por ese valor, por todo lo bueno que se genera en ella, por la felicidad que aporta al ser humano, no debemos descansar en otras instituciones que no sean la propia familia, el cuidado de la misma. Estaría bien que se promulgaran leyes que la protegieran de manera especial, que contribuyeran de manera firme y decidida a apoyar a los progenitores en la hermosa y apasionante tarea educativa, ayudándoles a hacer personas con buena estima, cubiertas de afecto, amantes del respeto y la responsabilidad y haciéndoles fuerte ante las adversidades propias de la vida, pero mientras esto ocurra, y no perdemos la esperanza de que así sea, a nosotros nos corresponde no permitir demasiadas intervenciones, no dejando de la mano de otros lo que consideramos que es nuestro mayor tesoro, y por extensión, el mayor tesoro de la sociedad.

Ante la crisis que estamos viviendo ahora, la pregunta que nos hacemos es si hoy en día está la familia en las mismas condiciones de resistencia que en otras ocasiones del pasado. El desarrollo de la familia en nuestra sociedad, ¿la pone en condiciones de ser factor crítico de resistencia y de resiliencia? El debilitamiento de la familia en estas décadas, ¿no ha sido también debilitamiento de nuestra capacidad de resistencia ante las crisis?

Como bien sabemos, aunque la familia es un factor positivo de desarrollo de los individuos, de las ciudades, de la sociedad en su conjunto, cuando los problemas llegan a Inyectarse en su interior, la violencia que se produce dentro de la familia supera a veces la resistencia de las personas y de los vínculos, creándose relaciones negativas, de presión.

También es verdad que las familias son capaces de multiplicar negativamente el impacto de traumas sociales como la crisis, la depresión social; las relaciones familiares se convierten en ese momento en una trampa que socializa negativamente a nuevas generaciones y alarga los problemas de tal modo que, salir de ellos, requerirá un proceso muy dilatado y muy profundo. Es decir, la familia no es solamente un colchón para resistir la crisis, sino que también transmite los aspectos más negativos de la misma. De hecho, las familias, cuyo papel ha sido muy importante en estos cuatro años de crisis al ser capaces, como veremos después, de trasladar recursos y de apoyar a sus miembros en lo material, ciertamente van a tener que jugar un papel más importante en el futuro.

La crisis nos está demostrando que, allí donde la familia está deteriorada, donde no se ha esforzado en crear comunidad familiar, se transmite la exclusión y la depresión social mucho más rápidamente; los problemas

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