Cambalache Siglo XXI
15 de Abril de 2014
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Cambalache siglo XXI: ¿rebeldía a puerta cerrada?
Resumen
El siguiente documento reflexiona acerca de la noción de rebeldía en las culturas juveniles desde la perspectiva de su impacto en la sociedad. Es la búsqueda de una respuesta que finalmente no se pudo encontrar, pero igual el devenir del escrito me permitió modificar visiones y prejuicios frente al concepto, pero por supuesto faltarían mucho trabajo en densidad y tiempo, para llegar a entenderlas a plenitud. Me he encontrado con la condición juvenil, a mis 55 años.
El documento tiene como referencia las siguientes lecturas propuestas por el doctor Germán Muñoz: ¿Qué significa ser joven en Colombia hoy? (Germán Muñoz González), Decálogo para pensar las certezas (Valenzuela), De las culturas juveniles a las ciberculturas del siglo XXI (Germán Muñoz González),En la música están la memoria, la sabiduría, la fuerza (Germán Muñoz y Martha Marín).
En 1934, Enrique Santos DISCEPOLO, escribió el inmortal tango “Cambalache”, apegado a la ética y moral establecida de la época, que con algunas mutaciones sigue siendo la misma. La reescritura hoy sería bastante complicada, porque el mundo ya no es tan standard ni tan uniforme como en aquellos tiempos, no porque lo oficialmente establecido haya cambiado, sino por la multiplicidad de horizontes culturales que ahora lo rodean.
Cambalache pudo ser en su momento una protesta, un grito de rebeldía ante el desbarajuste del modelo de mundo ideal propuesto por la ética y el orden social del momento (que el mundo fue y será una porquería ya lo sé… en el quinientos seis y en el dos mil también… vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos…). Y poco menos de un siglo después surgen otros cantos de protesta (después de haber pasado por la música protesta de los años setenta) y rebeldía frente a un orden establecido que en realidad es caos y no funciona pero que por inercia histórica se mantiene, digamos que, en pie.
Rebeldía y protesta son dos adjetivos que suelen figurar en la definición de todas aquellas expresiones que de alguna manera pretendan manifestar desacuerdo o decepción frente a un momento histórico en curso, y por supuesto, no son excepción cuando de culturas juveniles se habla.
El presente documento pretende escarbar en torno a la rebeldía y a la protesta como ejercicio dentro del colectivo social y las reflexiones que aquí se esbozarán surgen de las inquietudes que le quedaron a quien escribe, después de participar en el seminario de culturas juveniles, al interior de la Maestría en Comunicación Educativa (convenio UTP UNIMINUTO).
La dinámica del seminario contempló un trabajo de campo para acercarse a distintas culturas para indagar acerca de las bases sobre las cuales se levantan. Los hallazgos dejaron en escena dos rasgos comunes: la protesta, el rechazo al modelo formal de sociedad (desigual, desequilibrado y lapidario para las grandes mayorías) y la música como medio de expresión.
La protesta básicamente va dirigida contra la desigualdad, el salvajismo de los modelos económicos, y contra el esencialismo con los anhelos patrióticos y los ideales del buen estudiante, del optimismo juvenil, del joven trabajador, del ciudadano de bien y finalmente, del joven con formación en valores que se ‘integra a la sociedad’ y a unos procesos aparentemente neutros de progreso y desarrollo social y económico con el fin de ‘salir adelante (tomado de lecturas propuestas por el profesor Germán Muñoz).
Su propuesta de protesta es clara para quienes forman parte de las culturas juveniles y para quienes se acercan a ellos con mirada investigadora y solidaria, pero el gran común, la masa convencional (que proporcionalmente es mayoría) ¿cómo los observa?... Aquí surge el interrogante sobre el cual se quiere trabajar en este documento:
¿Protesta a puerta cerrada?
Para un grueso de la sociedad, cultura juvenil tiene que ver con desadaptados frente a los cuales lo mejor es cambiar de acera, otros los ven como grupos que requieren de la beneficencia de la regeneración, y sin duda, otros los verán como proyectos de delincuentes a los cuales podría resultar interesante combatir y exterminar. Por supuesto hay otro sector que los interpreta y puede leer el contenido de protesta, y que allí hay otra visión y postura frente al transcurrir del mundo.
Tuve la oportunidad de estar presente en un taller de emprendimiento que una fundación ofreció a un grupo de jóvenes integrantes de diversas culturas juveniles en Bogotá (con apoyo logístico de la Alcaldía de la ciudad). El desenlace tuvo tintes tragicómicos: durante tres horas el conferencista se dedicó a intentar lavar el cerebro de los participantes, a regenerarlos, a sanarlos de su mentalidad de fracaso, con frases motivadoras de “Carlos Slim”, y un largo trecho de su exposición lo dedicó a trabajar el concepto de éxito del magnate mexicano, quien a su vez lo había aprendido de su madre (la de Slim), no viene al caso enunciar el citado concepto, pero si por curiosidad alguien lo investiga, llegaría a la conclusión de que Slim no es un hombre exitoso (palabras más, palabras menos, para Slim, el éxito no es el dinero ni la posición social, sino el cariño de la gente).
Después de sus oraciones ante el altar de Slim, el conferencista arengó a los asistentes en torno a lo importante que es estudiar y graduarse, porque sin títulos, la cosa se pone más difícil (jodida, dijo el señor).
La de por sí aburrida y pesada alocución del conferencista fue interrumpida por el integrante de un grupo de RAP allí presente, que pidió la palabra para hacer una aclaración que en términos generales decía: “no estamos interesados en amasar dinero…, lo que queremos es que nos respeten, que nos dejen de mirar como drogadictos peligrosos… que nos generen la posibilidad de expresarnos… no podemos salvar al mundo, pero con pedacito que salvemos nos damos por bien servidos, con nuestra música podemos hacerlo…, lo que necesitamos es que nos cedan espacios para difundirla”… Dicho eso, soltó un interrogante: ¿Doctor, entonces usted considera que sin títulos, no podemos cantar?
Queda claro que el conferencista en mención no tiene ni la menor idea de lo que es una cultura juvenil, y que pensaba que su auditorio era igual a un grupo de estudiantes de cualquier universidad de la élite capitalina. Pero si bien, el personaje parece una anécdota, también es cierto que representa la percepción de una gran masa del colectivo social.
Aquí debo hacer una confesión: de no haber mediado mi asistencia al seminario de culturas juveniles de la maestría, yo hubiese manejado un marco conceptual al del conferencista (haciendo la salvedad de que Carlos Slim no hubiese sido mi paradigma, y que no hubiese condicionado el futuro a los títulos formales que depara el sistema educativo).
Parecería entonces que a la sociedad le cautivan las formas de las culturas juveniles (así huyan de ellas o hagan votos por su exterminio) pero que el fondo no le interesa, o podría llegar a interesarle si supiera de que se trata, pero acaso ¿ello solo está al alcance de las esferas académicas?
Se disparan aquí unos interrogantes que se construyen a partir de mi visión silvestre, convencional y prejuiciada de la rebeldía y la protesta:
¿El fondo rebelde, la voz de protesta, el canto de inconformidad de las culturas juveniles, se queda entonces sin impactar en mayor dimensión a la sociedad, porque quedan encerrados en cuarto a media luz en el que los inconformes se encierran a protestar?
¿Qué pasará entonces si nos llenamos de cuartos a media luz en donde hay gente encerrada sentando protestas que quedan encerradas como sus autores?
¿Desde el encierro de su cultura como ganar el respecto y entendimiento que reclaman?
¿Cómo impactar el mundo para no quedar reducidos a salvémonos a nosotros mismo?
¿Aparte de generar miedo, sospecha o desconfianza que otro logro consiguen las culturas juveniles?
¿Cómo impactar a la sociedad con una rebeldía que se ejerce a puerta cerrada?
¿Se puede impactar a la sociedad ejerciendo la rebeldía sentado en el andén?
Seguramente mi noción de rebeldía y protesta es al extremo convencional, y reducida, a tal punto no logro aún verificar que estamos frente a una que no es fácil desentrañar por su profundidad y contundencia no percibida a primera vista. En ese orden de ideas seguiré atesorando elementos que finalmente me ayuden a encontrar una versión de respuesta a la pregunta que me he planteado, respuesta que a lo mejor no logre, pero con que por lo menos me surjan otras preguntas quedaría conforme:
Las semillas de la rebeldía
A las semillas provenientes de la historia, como la segunda guerra mundial en el contexto global, y el bogotazo en el local hay que sumar lo que es el estado latente del orden social e Colombia y que esta descrito de manera drástica en documento del profesor German Muñoz: “… el factor que más afecta a los jóvenes de ambos sexos es la pobreza; probablemente, como efecto de ésta el mayor problema percibido por los varones es el desempleo y por las mujeres es la violencia intrafamiliar. El incremento en el desempleo produce cada vez mayor frustración de expectativas de movilidad social: cerca de dos millones ni estudian, ni trabajan, ni buscan empleo… siendo más agudo el problema entre los más pobres, que muchas veces aceptan empleo precario (“indecente” como lo llama la
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