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Colombia: paz sin cambios, persistencia de una guerra eterna

Maria Camila BastidasTrabajo28 de Mayo de 2023

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ENSAYO

ROBERT WILSON ORTIZ LOPEZ

Colombia: paz sin cambios, persistencia de una guerra eterna

Introducción.

Es común escuchar la expresión “todo tiempo pasado fue mejor”, sin embargo, como lo plantea Sábato (1948), esta “frase no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido.” (p.4), y es precisamente lo que parece suceder en Colombia cuando todos hablan y se lamentan de la guerra de más de cincuenta años, olvidando que la paz es un estado tan distante, que prácticamente no ha existido o se ha presentado solo en breves momentos, especialmente durante los últimos 525 años, desde el “exótico encuentro” entre los europeos y los pobladores nativos de lo que hoy es el territorio colombiano, en donde inició un proceso social en el que han perdurado a través de los siglos la injusticia, la inequidad y la violencia, los que, desafortunadamente, puede prolongarse mucho más hacia el futuro si no se generan las transformaciones sociales y políticas necesarias para lograr procesos de desarrollo que garanticen la convivencia pacífica y acaben con este cruel legado.

En este corto ensayo se pretende presentar la historia violenta y de guerra en la que Colombia ha estado inmersa desde mucho tiempo antes de su constitución, y como esta violencia es fruto de las estructuras sociales, económicas y políticas, heredades de la colonia y que se mantienen y trasforman con el paso del tiempo, pero en las que persisten los conflictos iniciales entre las mayorías de desposeídos y los pocos grupos privilegiados que con el dominio del poder reproducen condiciones de inequidad, injusticia y desconocimiento de derechos a la mencionada mayoría, que determina procesos de violencia permanente y cuya solución debe darse con transformaciones profundas, que van inmersas en cambios sociales muchos más complejos que los procesos de paz que se pueden dar entre los actores “formales” del conflicto.

Si bien el concepto referente a los derechos humanos es relativamente nuevos, pues como lo plantean Sunkel & Paz (1970) “En la Carta de las Naciones Unidas, adoptada en (1945)…, los propósitos de desarrollo económico y social quedaron explícitamente reconocidos cuando se expresa que los pueblos de las Naciones Unidas estaban “decididos a promover el progreso y mejorar sus niveles de vida dentro de una libertad mayor”…“a lograr la cooperación internacional necesaria para resolver los problemas internacionales de orden económico, social, cultural o de carácter humanitario, y para promover y estimular el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos, sin distinción de raza, sexo, lengua o religión” (p.18), también es claro que, en el hoy territorio colombiano, la persistencia histórica del sometimiento de unos frente a otros, con la prevalencia de grandes privilegios para unas minorías que han ostentado el poder, el que han mantenido y reproducido en calidad de heredad, ha implicado la violación de la humanidad misma y ha constituido un proceso continuo de conflicto, que dada la gran distancia entre los intereses de los partícipes, siempre ha culminado en violencia y guerra.

La conquista y la Colonia: dos periodos de violencia inercial.

En el recuento histórico es menester mencionar el proceso, sumamente violento, de la conquista de toda América y por supuesto del hoy territorio colombiano, proceso mediante el cual se destruyeron civilizaciones e implantó una forma de vida que es génesis de la desigualdad que ha perdurado hasta nuestros días y que, durante la época de la colonia se encarnizó.

En esta época los conflictos estaban enmarcados por las desigualdades generadas por las instituciones que aquí se desarrollaron, en donde los españoles se constituyeron en el grupo privilegiado, a partir de la encomienda que les dio dominio, no solo sobre la población indígena, sino también sobre la tenencia de la tierra, que con el paso del tiempo se constituyó en propiedad, generándose la estructura latifundista y terrateniente en el país y por el otro lado el grupo vulnerado ya que “los españoles sometieron a los indígenas y les impusieron el trabajo y la tributación” (Tirado, 1983, p.25) en condiciones inhumanas, especialmente bajo la figura de la mita, llevándolos casi a la extinción, con lo que se frustraba el proceso de explotación de los recursos y obligó a la Corona a importar a los africanos con la figura de la esclavitud. Estos dos grupos sometidos, junto a todo el proceso de mestizaje son el origen de la mayoría desposeída del territorio nacional, no solo de bienes materiales y tierra, sino de derechos y oportunidades.

Pero también es conocido el enfrentamiento entre los mismos españoles y posteriormente su descendencia, por la tenencia de la tierra y, por supuesto, sus privilegios, los que también se encontraron amenazado por el arribo, durante casi todo el periodo, de nuevos inmigrantes que buscaban ser partícipes de las riquezas del territorio.

Las guerras de independencia y la violencia de la primera república del siglo XIX.

Es claro que todo el periodo anterior representa más de tres siglos de conflictos y violencia, los que a su vez dan paso a la nueva época republicana, después de todo el proceso de luchas por la libertad y la independencia, las cuales obedecieron a cambios importantes en la estructura económica de España que propiciaron que “La burguesía española en asenso liberalizó el comercio y convirtió a América en mercado para sus mercancías y en fuente de materias primas para su producción…también se hizo una reorganización fiscal y los impuestos fueron aumentados en gran medida, con una resolución más efectiva” (Tirado, 1983, p.117) lo que tocó los intereses de, prácticamente, todos los grupos o clases presentes en el momento, artesanos, comerciantes, pequeños agricultores, terratenientes e indígenas, al tiempo que se presentan conflictos que Tirado (1983) denomina “dos contradicciones principales en la sociedad americana. Una, entre los terratenientes, que ya no tienen el freno del Estado paternalista y los indígenas desprotegidos. Otra entre la alta clase poseedora criolla y la Corona, por causa de los impuestos.” (p.118).

Surge entonces la revolución de los comuneros, en la cual, sus caudillo, que tienen sus propios intereses, logran unir los intereses de los varios grupos de la época, como son los indígenas desposeídos, los esclavos, los campesinos sin tierra, los comerciantes , los artesanos y pequeños propietarios, alrededor de una causa común en contra de la Corona, al final la estructura de la nueva república obedece a los intereses de estos caudillo, quienes están interesados en alejarse de la Corona española para ejercer por ellos y para ellos el poder y conservar y construir nuevos privilegios a partir de las nuevas condiciones en calidad de república independiente.

Es así como “La intervención de la aristocracia fue determinante para el rumbo que toma la República después de la independencia. La burguesía trató de realizar cambios e implantar nuevas formas de producción, mientras que la aristocracia, satisfecha con la simple independencia – pues vino a ocupar los cargos del gobierno- pero decidida a no dejar cambiar las formas económicas existentes para que no se vulneraran sus privilegios, bloqueó las reformas propuestas, y como la burguesía no era lo suficientemente fuerte para imponerlas, tuvo que resignarse a una transición y esperar tres décadas, cuando ya fuerte y con el apoyo del pueblo, realizó la transformación en 1849, verdadera revolución burguesa en el sentido estricto de la palabra.” (Tirado, 1983, p.124) y que será conocida como la revolución del medio siglo.

Tal como lo expresa Tirado (1983), “Los cambios estructurales que la burguesía no había logrado con la guerra de independencia, fueron implantado en el medio siglo por una coalición de clases – la burguesía, los artesanos, los pequeños propietarios agrícolas y los esclavos –en contra de la aristocracia terrateniente. (p.142) que acudió a las armas para defenderse, estableciéndose otro periodo de violencia ya que “La

transformación revolucionaria que vivió el país a mediados del siglo XIX se vio envuelta, como sucede siempre en este tipo de cambio, por violentos sacudimientos sociales al agudizarse la lucha entre las diferentes clases sociales”. (Tirado, 1983, p.144).

En esta etapa “Para lograr el cambio, la burguesía comercial utilizó a las masas populares, enfrentándolas en la lucha contra los terratenientes.” (Tirado, 1983, p.147), y generándose una violencia interna que se agudizó más en las regiones donde la hacienda esclavista tenía mayor preponderancia.

Es de destacar también que a la luz de estas reformas, los comerciantes y artesanos se preocuparon por acabar con la esclavitud y con los resguardos indígenas con el fin de liberar la fuerza de trabajo para el incipiente mercado laboral y a la vez engendrar un mercado interno de bienes favorable a sus intereses. Es así como la abolición del resguardo, que con los siglos había sido minimizado, dio origen al mini y microfundio, ya que las, ahora, pequeñas extensiones fueron repartidas entre los indígenas, tocándoles extensiones ínfimas, en su mayoría inferiores a media hectárea e inclusive expresadas en pocos metros cuadrados, que en ocasiones los beneficiarios ni siquiera accedían a reclamar, todo esto con la excusa de la igualdad de derechos de todos los nacionales, así lo expresa Tirado Mejía (1983) “El golpe de gracia dado a los resguardos en 1850 se hizo con la mayor sutileza y en nombre de la libertad. Se adujo por la clase dominante que todos los colombianos – incluidos los indígenas – eran ciudadanos iguales ante la ley y con los mismos derechos y obligaciones, motivo por el cual los ciudadanos indios no debían ser recortados en el derecho más preciado que es el de la propiedad privada. En consecuencia, los resguardos se debían repartir entre los indígenas y debía permitirse a estos la libre disposición sobre los lotes adjudicados.” (p.160)

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