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Como Un Indígena Llega A Ser Un Mara'akame En La Comunidad Wirarika


Enviado por   •  5 de Febrero de 2013  •  2.639 Palabras (11 Páginas)  •  487 Visitas

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Como un indígena llega a ser un mara’akame en la comunidad Wirarika.

Una aproximación desde la fenomenología social de Berger y Luckman.

Isaac Mariscal Isaac.mariscal@gmail.com

Pretender conocer y describir el proceso fenomenológico que experimenta un indígena para adquirir la estructura social de la figura de Mara’akame, es decir, internalizar mediante los tipos primarios y secundarios de socialización, primero desde el seno de la familia, segundo hasta los sacrificios, pruebas y tentaciones que el candidato debe sortear. Esta descripción es una tarea ardua y compleja. Requiere un esfuerzo y un acercamiento del investigador a la historia de toda la institución construida en torno a la tradición familiar y del mara’akame.

La principal institución que moldea la vida wixarika desde dentro de la comunidad y que generalmente el feto, antes de nacer, ya recibe sus influencias es el llamado Yeiyari, al que se concibe como la construcción y deconstrucción de las experiencias culturales vividas por los antepasados en relación con la comunidad y las fuerzas de la naturaleza que se objetivan en las manifestaciones naturales y cuyas moradas se ubican en escarpadas montañas, profundas cuevas, áridos desiertos, en las burbujeantes olas salitrosas del mar, o en los lagos y ríos, en las estrellas luminosas de la noche, en los animales del monte, en el fuego central rodeado de templos y adoratorios tradicionales, etc.

La institución del Yeiyari es producto de una habituación constante por repeticiones de actos rituales de manera cíclica, ascendente y abierta, y que son tipificados como producto de esa habitualización agreste y ritual. Dichas tipificaciones es menester describir para conocer el proceso de conformación del mara’akame.

El proceso por el cual se llega a ser hombre, el hombre completo quien ya vivió las experiencias todas que implican su construcción como mara’akame, esta dotado por principios profundos de socialización e institucionalización. Para entender esos principios es importante comprender la historia del Yeiyari como institución cultural, política, religiosa y educativa de los wixarika. Por principio es importante mencionar sus objetivaciones en el presente físico de las comunidades y a partir de ahí ir desmadejando hasta llegar a sus principios institucionalizadores.

La territorialidad wixarika, es el producto de una lucha por mantener y preservar su institucionalidad. Durante la colonia, la invasión a comunidades indígenas fueron acciones comunes que tenían que afrentar los nativos. Mientras, poco a poco la cruzada colonialista se internalizaba en el México indigena, varias comunidades decidieron retirarse a lugares inhóspitos en cumbres, montañas altiplanos de difícil acceso. Los wixarika son un caso especifico de esas acciones, de ahí que su geografía se vea inmersa entre montañas boscosas; sus asentamientos en muchos de los casos, son de veredas dificultosas. La comunidad confluye en un centro que es un fuego heredado, una raíz que viene literalmente encendida desde los primeros tiempos de vida. En torno a ese fuego (el abuelo fuego, Tatewari) se realizan la mayor parte de las actividades rituales. El Abuelo fuego es una entidad comunicativa cuya residencia física espiritual es una cumbre escarpada en la geografía wixarika. Desde ahí se transporta su germen y se enraíza en la comunidad, es una herencia que se transmite sólo por los mara’akames a su comunidad.

Los templos o adoratorios (Xirikis) rodean ese fuego y ahí se asientan las representaciones y personificaciones de las fuerzas de la naturaleza. Por principio el lugar especial es para el Padre Sol (Tau tsikuri), la Madre Tierra (Tatei Yurianaka), El abuelo Tatewari, el mítico Sembrador Tuamurawi, la bisabuela generadora Takutsi Nakawe, el Sacrificado Kayaumari y Tatei Niwetsika nuestra madre del Maíz. Pretender conocerlos es primero obligación saber su historia, la cual no podremos hasta ahora contar por falta de elementos. Pero es importante resaltar su papel principal, a partir de estos antepasados surgen las fuerzas de la naturaleza, con una gran variedad de representaciones tantas como sus manifestaciones en la vida física. Por ende hay un panteón enorme en esa diversidad de la vida natural y teológica.

En cada Xiriki o adoratorio se asientan ciertas personificaciones de la naturaleza que están bajo la custodia de una familia que se encarga de velar por su cuidado, satisfacción y cumplimiento de sus designios que generalmente se expresan en cumplimientos de rituales específicos, y de manera periódica. Esa periodicidad es la cualidad que institucionaliza a los actos rituales. Su orden cíclico se deriva de la agricultura del maíz (el cual se supedita a las temporadas de lluvias y secas) y el peregrinaje al lugar donde nacen los Dioses (Wirikuta).

El debido trato que se le de a estos kakauyaris, como se le nombre en la lengua nativa, es determinante para la subsistencia de la comunidad. Cualquier alteración climática o natural, independientemente de su origen, aunque sea de manos del hombre tiene relación directa con su kakauyari correspondiente y la familia que lo resguarda. Entonces, realizarle sus ceremonias, de acuerdo a la guía de mara’akame, que no es más que un intermediario, es vital y fundamental en la supervivencia de la comunidad. De lo contrario el kakauyari puede retirarse del lugar y retornar a su morada natural, recogerse en su origen físico y geográfico dejando desprotegida a la comunidad y familia que lo sustentaba y a quien sustentaba.

La transmisión de la historia institucional es la primera socialización que recibe y se objetiva en el bebe wixarika para construir en el su noción del mundo. Generalmente los niños se piden a los antepasados, el acto de encargar un niño se concreta mediante una ofrenda en el lugar donde mora esa fuerza. Desde ese momento la pareja queda bajo tutela del Dios a quien se encomendaron, a veces los seres sobrenaturales desean cambiar el ser en gestación, y el niño se puede “voltear” si es niño a niña o viceversa, cambiando en este caso el espíritu del nuevo ser.

Después de nacido, entra en juego el primer rito por parte de los abuelos o del mara’akame. Ellos se encargan de rastrear la historia tradicional y espiritual del pequeño. Literalmente preguntan que kakauyari lo mando, con que razones y bajo que preceptos. El mara’akame tiene que objetivar todo eso que recibe en un nombre que entrega al bebe durante el bautismo y que lo relaciona con alguna fuerza de la naturaleza, el maíz o energía sacra.

Desde ese momento el Mara’akame “conoce”

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