Cronica Caso Cromwell

El mundo de Cromwell, un mundo de fantasías.

Nadie imaginaba que detrás de esa apariencia tímida y desganada se escondía un hombre ansioso por satisfacer su apetito sexual, que valiéndose de su astucia y hazañas bien logradas, se llenaba las manos de dinero sustraído por lo bajo del banco donde trabajaba, pero no para su enriquecimiento personal, sino para pagarle a las vedettes del momento, a cambio de favores carnales. Este astuto personaje se llama Cromwell Gálvez, que se ganó la fama de la peor manera, cuando un día salió a la luz su detestable caso.

Este hombre había robado un banco durante años sólo para poder acostarse con las vedettes más deseables de Lima, estaba finalmente preso y las carátulas de los diarios populares no se cansaban de poner sus fotografías acompañados de grandes y coloridos titulares. Su hazaña fue noticia de todos los días, de cómo robar un banco durante cinco años sin que nadie se dé cuenta con el único objetivo de inaugurar una nueva modalidad criminal: robo por fantasía. Disparar billetes como ráfagas y así preparar orgías suculentas. “Un día eres un correcto empleado bancario y al día siguiente una sorpresa electrónica de cinco cifras en la pantalla de la computadora cambia tu vida”, fue una de las tantas frases que Cromwell decía para alimentar el morbo de aquellas personas que querían saber de eso.

Empezó siendo el empleado ejemplar y modelo que toda empresa requiere, es por eso que a medida que pasaba el tiempo era reconocido y ascendido por su excelente desempeño laboral. Así fue escalando hasta llegar a un destacado rango, donde tenía acceso directo al dinero del banco. Se despertó en él la codicia, y el deseo de satisfacer sus más bajas pasiones, viviendo una vida desenfrenada derrochando dinero ajeno en mujeres y juergas.

Se le había hecho una costumbre de cada fin de semana, él y sus amigos se reunían en un departamento cercano a la agencia bancaria, un piso que él le pagaba a Jorge Córdova -ahijado y compañero de orgias de Cromwell- con la condición de poder convertirlo, cuando le diera la gana, en su punto de pervertidas reuniones. Había un dormitorio que siempre usaba, en el que recuerda, se vivieron sesiones inolvidables con las vedettes. Las susodichas que tuvieron que ver en este caso fueron: Rubí Berrocal, Eva María Abad, Martha Chuquipiondo (la mujer boa) y Maribel Velarde. Cuando saltó el escándalo, todas negaron haber estado allí. Pero Eva María Abad tuvo mala suerte: un video casero la desmintió a nivel nacional.

Su fama fue creciendo. Su atractivo con las mujeres llegó a niveles inexplicables. Cumplió sus deseos de diversión. Las mujeres no eran mujeres, eran moscas atraídas por los dólares-azúcar. Él era el rey, “el Romeo de Chollywood”. Él tenía el poder, disponía de las chicas a la hora que se le diera la gana, ellas le hacían la vida

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