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Cuantos Muertos Nos Cuesta Cada Gol De La Seleccion Colombia


Enviado por   •  26 de Agosto de 2014  •  5.275 Palabras (22 Páginas)  •  273 Visitas

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¿Cuántos muertos nos cuesta cada gol de la selección de Colombia?

Renán Vega Cantor

Rebelión

“Yo no odio al fútbol, yo odio a los apasionados del fútbol. El aficionado tiene una extraña característica: no entiende por qué tú no lo eres, e insiste en hablar contigo como si tú lo fueras”.

Umberto Eco

La Selección Colombia acaba de concluir su participación en el Mundial de Futbol de Brasil, luego de ser eliminada por el país sede. A raíz de los triunfos obtenidos, que le permitieron llegar hasta cuartos de final, se ha exaltado hasta el cansancio la labor de los “héroes” que conformaron ese equipo y se ha destilado, como hacía tiempo no se veía en el país, un patrioterismo primario y elemental. Los medios de desinformación se han encargado de recalcar el carácter “histórico” de los logros alcanzados y no cesan de repetirnos sobre la grandeza de nuestro futbol y de los colombianos en general. ¿Es verdad tanta belleza? ¿Qué se oculta tras el chovinismo que se ha desatado en las últimas semanas? ¿Quiénes se benefician de esa xenofobia exacerbada? ¿Por qué el futbol genera nuevos niveles de violencia e intolerancia, que amplifican la violencia estructural que nos carcome como sociedad?

Estos son algunas de las preguntas que intentamos responder en este ensayo, partiendo del presupuesto que el conocimiento social crítico, debe ir más allá de las apariencias e internarse en las profundidades de los problemas, e indagar por lo que normalmente no se ve o no se quiere ver, en medio de la parafernalia mediática que se mueve alrededor del futbol. Para analizar el tema, hemos dividido este escrito en dos partes: en una primera se bosquejan las características del patrioterismo barato y lo que este encubre; y en una segunda se devela la violencia que está ligada a la “felicidad futbolística” a la colombiana.

Quien escribe este texto fue durante gran parte de su infancia y juventud un jugador de futbol, deporte del que además conoce sus aspectos fundamentales, que no requieren de mucha ciencia. Esta advertencia es indispensable para responder por anticipado a todos aquellos que cuando conocen una crítica al futbol consideran que es propia de los “intelectuales aburridos” –como Jorge Luis Borges– que odian a ese deporte porque no tienen idea del mismo o porque son elitistas y desprecian a los sectores populares. Ese no es precisamente mi caso, puesto que crecí en medio del futbol, aunque no soy un cultor de ese juego y soy de origen popular. Tampoco puede pensarse que soy antinacional al referirme a aspectos que chocan contra el consenso ideológico y mediático establecido, porque no concibo como única y máxima expresión de nacionalismo el fervor irracional por los colores de una selección. Ese fervor es propio del patrioterismo barato que es una cosa completamente distinta.

Patrioterismo barato

Existen diferencias sustanciales entre un sano nacionalismo y el patrioterismo barato, una xenofobia que reduce la existencia de una nación a símbolos elementales: una bandera, un escudo, un himno, unos colores determinados, por los cuales se está dispuesto a matar. Este tipo de nacionalismo esencialista es el que aflora con fuerza durante las competencias deportivas –y de manera destacada, por encima de cualquier otro deporte, en el futbol masculino de los campeonatos mundiales–, certámenes cada vez más parecidos a las guerras. Como los campeonatos se conciben cual si fueran guerras, en las que debe haber necesariamente perdedores y ganadores, a los futbolistas y a los directores técnicos se les ensalza como los “héroes” del mundo contemporáneo, como si al ganar un partido o anotar un gol estuvieran haciendo unos aportes imperecederos a su respectiva nación o a la humanidad en su conjunto. No se tiene en cuenta, por supuesto, que estos pretendidos “héroes nacionales”, tal y como lo sostuvo Eric Hobsbawm, “estos millonarios del deporte solo aparecen en un contexto nacional unos pocos días al año. En su principal ocupación son mercenarios transnacionales, con un sueldo altísimo, contratados casi todos fuera de su país de origen”i.

En esas condiciones, se piensa que alguien es patriota porque exhibe la camiseta de una selección, sin que esa actitud guarde ninguna relación con la defensa del territorio nacional ante las agresiones de las potencias imperialistas, la usurpación de riquezas naturales por parte de empresas multinacionales o la apropiación y privatización del patrimonio público y común de un país por intereses extranjeros. Esto último es propio del nacionalismo de avanzada y no tiene nada que ver con el patrioterismo barato, que se sustenta en algunos rasgos centrales: victimismo, conciencia del pueblo elegido, búsqueda del chivo expiatorio. Victimismo porque permanentemente se sufre al participar o por no participar en un Mundial de Futbol (“Los colombianos llevábamos 16 años sin asistir a un Mundial”, “nuestro futbol merece triunfar”); pueblo elegido porque una patria x está por encima de las demás y está llamada a ser grande y vencedora ya que tiene una vocación signada por el destino que le confiere esa grandeza (“El año entrante se juega la Copa América en Chile, y no solo podemos, sino que ¡vamos a ser campeones!, como ya lo fuimos en el 2001”, dijo Juan Manuel Santos el 5 de julio de este año); chivo expiatorio, porque cuando se pierde se culpa a alguien –y en eso los periodistas deportivos son maestros del engaño y la simulación, como en el caso reciente de la eliminación de Colombia (fue culpa del árbitro, que nos robó el partido, de lo contrario hubiéramos llegado a ser campeones mundiales)…

El patrioterismo barato como nacionalismo esencialista que es se basa en lo que puede denominarse la “retórica del resentimiento”, la cual se expresa tanto en el triunfo como en la derrota, porque si se gana se debe a nuestra superioridad y si se pierde es porque algo nos hicieron –alguien conspiró en nuestra contra para robarnos el triunfoii.

En pocas palabras, el patrioterismo barato se basa en intransigencia, intolerancia, insolidaridad, irracionalidad y violencia.

Para darse cuenta que el patrioterismo es un nacionalismo banal y superficial mencionemos algunos hechos de la realidad colombiana que discurrieron en el trasfondo del Mundial. Un primer hecho es el de la propaganda seudonacionalista, en que se llevan las palmas las empresas privadas, cuyo capital es, en la mayor parte de los casos, multinacional. Uno de los principales patrocinadores de la selección Colombia es la empresa canadiense Pacific Rubiales, una firma petrolera que se ha hecho tristemente célebre en los Llanos Orientales por la explotación de los trabajadores, la destrucción de los ecosistemas,

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