DEL KM 30 A POTRERITO
becayedinsonTrabajo10 de Diciembre de 2022
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CRÓNICA LECTO ESCRITURA
YEDINSON ARMANDO BECA CAMAYO
UNIVERSIDAD DEL CAUCA
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FACULTAD DE CIENCIAS CONTABLES, ECONÓMICAS Y ADMINISTRATIVAS
TURISMO
POPAYÁN – CAUCA
2022
CRÓNICA LECTO ESCRITURA
DOCENTE
VÍCTOR ANDRÉS RIVERA FERNÁNDEZ
FACULTAD DE CIENCIAS CONTABLES, ECONÓMICAS Y ADMINISTRATIVAS
TURISMO
POPAYÁN – CAUCA
2022
04 de mayo – miércoles
DEL KM 30 A POTRERITO
Las vacaciones habían terminado, era hora de volverá a casa. El último mes lo había pasado en la casa de mi tía paterna, llamada Marina, en el Km30 vía a Buenaventura, un lugar acogedor y tranquilo en el que no importa por donde se mire, pues siempre hay un paisaje esperando ser contemplado. La casa de mi tía queda en una vereda llamada los colorados es un lugar tranquilo lleno de árboles frutales y un jardín lleno de anturios blancos, morados, rojos, zapotes, entre otros al igual que geranios de todos los colores, rosas y veraneras; esos días allá fueron de un despeje mental maravilloso, pero debía volver a casa a mi pueblo, a Cajibío; ese municipio al norte de Popayán con una población aproximada de 38149 habitantes, fundada en 1560 por los capitanes Sebastián de Belalcázar, Carlos Velazco y Álvaro Paz; siendo el significado de su nombre “caja de viento” en la lengua nativa de los indígenas cajibíos quienes reconocían la autoridad del cacique Pubén o Pubenza y del cacique Paniquitá, basando su economía en la agricultura, siendo sus productos principales el café, la caña de azúcar y flores para la exportación. Este municipio me vio crecer, sintiendo mis alegrías y penas y lo he visto crecer a punto de amarlo y admirarlo cada día más, no solo por lo que es ahora sino por su pasado, sus historias: esas historias fantásticas que algunas ocasiones he presenciado.
Tome una buseta que venía desde Dagua y que me dejaría en la terminal de Cali y en el trayecto a través de mi ventana observaba los enormes potreros, los cultivos de naranja y mandarina, dulces frutas de los cuales no me desprendía por deleitarme por su sabor y aroma, siendo lo que más extrañaría al igual que las majestuosas casas donde me imaginaba tomando fotografías, pero por el momento era una despedida momentánea debía volver, por lo pronto ya quería un café de mi abuela y entrar al cafetal fresco y tranquilo donde mis padres me hacían reír, donde jugaba con mis perros, donde corría con mis hermanos buscando la quebrada para saciar la sed.
Entre pensar en ir y volver a mi casa y a la casa de mi tía, fuimos llegando al kilómetro 18 y aquel calor cómodo de donde había partido desapareció, siendo reemplazado por un frio que llegaba a los huesos y al mirar por la ventana la mayoría de las casas no se podían ver por la neblina a pesar de ser las tres de la tarde, entonces recordé que una vez estuve allí con unos amigos que tenían una casa vacacional y donde hicimos un asado y bailamos toda la noche: ese día no paro de llover y no se observaba, en el cielo, más que nubes negras alrededor de la casa que estaba sobre una loma y en medio de un pequeño bosque, de hecho cerca habían más casas pero casi no se veían por los árboles y las malezas. Reaccione, eso había pasado mucho tiempo atrás y era un lugar que no me gusto por que después me dio una gripe muy fuerte, su clima en especial no es de mi agrado y quince minutos después la vista, de nuevo, se fue despejando con enormes montañas que pronto empezaron a abrirse para dar vista a la majestuosa Cali desde lejos y así al irse acercando más a esta ciudad el kilómetro 30 empezó a ser un pasado reciente que volvería a revivir después.
06 de mayo
Continuación
Una hora después ya estaba en la terminal de Cali, creada en 1974 por motivo de solucionar el problema de trasporte intermunicipal en el Valle del Cauca siendo después un modelo a seguir en otras ciudades que construirían sus terminales, porque fue además la primera en Colombia y en Suramérica; fue inaugurada además por el entonces presidente el sr. Misael Pastrana Borrero y es reconocida como un bien público de interés cultural. Allí busque un bus que saliera cuanto antes para Popayán en el segundo piso, aquel día había demasiada gente y me estresaba tener que cargar cosas, en este caso bolsas de naranja y mandarinas (aun siendo mis preferidas) y además algunas plantas como orejas de elefante y cuernos de alce que mi tía le había mandado a mi mamá; allí buscando recordé a alguien que un día conocí, un ser maravilloso que me enseñó a quererme y aceptarme tal cual soy y que así mismo como llego se fue, solo bastaron dos horas para tenerlo en un pedestal, ojala lo volviese a ver. El bus salió de la terminal y su trayecto siempre es demorado para salir de la ciudad aun así siempre pasa por el laboratorio donde trabaje como operario de campo y que queda en la autopista sur, por el barrio Colseguros. Allí conocí muchos lugares como la Victoria, la Cumbre, Florida, entre muchos otros municipios donde estaban los ingenios de azúcar por destacar algunos como Riopaila y Manuelita; algunos de esos viajes me hacían madrugar demasiado y otros me hacían llegar tarde a la casa y a veces era difícil pero allá mis jefes y compañeros siempre estaban apoyándome y recordándome que todos éramos un equipo, ha sido un lugar donde más acogido me he sentido laboralmente y donde por primera vez trabaje formalmente. Allí también creció la historia de amor más rara que he visto, el de mi tía Erica con mi mejor amigo William que después de ser como agua y aceite terminaron con el acuerdo de ser padres y unir sus vidas porque no se ven separados. Yo le llamo la historia del joven Kong y la princesa india y no por que el muchacho tenga rostro de simio sino por su altura y espesor de cuerpo y a mi tía la llame así por su color de piel, lo sensible y a la vez el carácter que muestra cuando la circunstancia lo amerita; ellos dos hasta ahora son la pareja más estable y unida a pesar de que algunas veces se tienen que distanciar, como ahora por ejemplo que William se ha ido a España por un mejor futuro, según Erica el día que fueron a despedirlo al aeropuerto ese hombre no paraba de llorar viéndola a ella y a su hijo quedarse.
También se me vino a la cabeza que una tarde al salir de trabajar me fui caminando de la oficina hasta el estadio pascual guerrero y cuando estaba a punto de llegar a mi destino dos jóvenes se hicieron a lado mío y uno de ellos me abrazo como si fuéramos viejos amigos, sentí por un momento que mi fin había llegado:
- Camina como si nada pasara – me dijo el chico que estaba a mi derecha y que llevaba una gorra y chaqueta negra
- Me vas a entregar el celular y la billetera cuidadosamente – dijo el otro mientras miraba para todo lado vigilando que nadie nos viera.
- Esta bien, lo hare – dije metiéndome la mano al bolsillo del pantalón donde tenía el celular y sacándolo lentamente, sentí que el que me tenía abrazado se descuidó y yo pude desprenderme y salí corriendo al parque de las banderas, donde había muchas personas y donde pude entrar la estación del mío e ir a la casa.
Aquella noche me sentí como un idiota al no poder gritar o darles un golpe, ¿Qué tal si me hubieran hecho algo? Se que fui valiente al escapar, pero mi tranquilidad se vio arruinada, Cali no es un lugar seguro, ningún lugar lo es. Yo fui el descuidado y desde entonces siempre andaba mirando a mis alrededores cuando salía a la calle aquello que me paso ese día no lo podía permitir de nuevo.
Pronto fui saliendo de Cali, esa ciudad de la salsa y cuando íbamos por el centro comercial jardín plaza me quede dormido, mientras escuchaba en el parlante del autobús “cariñito de Rodolfo Aicardi” y el aire que entraba por mi ventana me acariciaba cálidamente, haciendo que todo se alejara de mi hasta quedar en blanco ¿Por qué será tan satisfactorio el sueño?
Desperté cuando iba llegando a Pescador, un corregimiento del municipio de Caldono Cauca y donde vive una de las personas más especiales que he conocido llamada Claudia Patricia Caicedo, quien fue la que más me ayudo cuando hacia mi tecnología ambiental en el Sena fue ella la que me acompaño en mis tristezas y alegrías, como cuando hicimos un paseo al desierto de la Tatacoa y en el cual teníamos que parar en tres partes, primero en el parque nacional Puracé que queda a 44 km de Popayán entramos al pueblo del mismo nombre a desayunar, allí mi congestión nasal no me dejaba respirara bien y más con el frio que hacía tuve que ponerme tres sacos incluido uno de Claudia y permanecer en el bus mientras los demás iban a comprar mecato, ese pueblo es pura subida queda como en un loma que se fue constituyendo por casas ¿Qué pasaría si uno se quedara sin frenos allí? No quisiera averiguarlo, después de allí nuestra siguiente parada fue en la casa del cabildo indígena donde un guía nos llevó montaña arriba en una zona pedregosa donde podríamos apreciar a los candores, el ave nacional de Colombia. Un lugar de majestuoso encanto, de plantas que sean adherido a las piedras para armonizar con el paisaje y donde sería maravilloso que hubiera paracaídas, esa mañana no pudimos ver a esas aves no concordamos con el horario y no podíamos esperar mucho así que seguimos con pena. Luego paramos en la cascada del Bedón y allí aprovechamos para tomarnos fotos, selfies y lanzar piedras a un lago de aguas claras, que estaba cerca, pidiendo deseos; de allí partimos a una quebrada cerca donde nos pusieron a hacer una práctica de muestreo de invertebrados, como estaba agripado no podía meterme al helada agua así que Claudia lo hizo por mí y en un desafortunado descuido su celular cayó al agua, me sentí re mal aun así ella nunca dijo nada y me dijo que no me preocupara que esas cosas pasaban; con ese suceso y después de haber terminado ese muestreo seguimos hacia una quebrada termal, donde el olor a azufre era, de un modo a otro, delicioso, un lugar cálido donde nos dieron una charla acerca de todo el parque, sus lagunas, cascadas, flora, fauna, etc.
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