Desincronización de la política monetaria y fiscal en Costa Rica
Carlos ZúñigaApuntes12 de Junio de 2019
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El país pasa por una coyuntura económica de corto plazo complicada. Todo se concentra en la fuerte presión que han ejercido los diversos Gobiernos por los ahorros que genera el país y su recurrente insistencia de mantener programas que la población productiva ya no puede sostener, salvo con mayores impuestos. Mas de 240 presuestos son los que vigila la Contraloría General de la República, muchos sin sustento económico y que por tanto deben ser cubiertos con deuda. Muchos programas como la educación, dan resultados de largo plazo en la forma de impuestos al trabajo, cuando todos esos estudiantes ingresen a la corriente laboral; por tanto, para continuar suministrándolos deben financiarse con deuda de largo plazo, algo que no esta ocurriendo en la actualidad. Igual situación enfrentan inversiones en Electricidad y Agua o bien en carreteras, puentes y puertos.
Quien se mira a un espejo de largo, puede no ver sus defectos y sacar conclusiones que le alejen de aquellas que se tomarían si se observara de cerca. Este es uno de los riesgos que quizá muchos comenten con la realidad costarricense, en especial cuando miran las cifras de largo plazo.
Costa Rica muestra una tasa de crecimiento anualizada del 3.03% según datos de los últimos 10 años del IMAE ciclo, donde nueve de las
quince actividades crecen igual o mayor que dicho indicador y las otras seis crecen menos. Estas últimas son actividades primarias que
incluyen las suministradas por el Estado (Administración pública y planes de seguridad).
No es de expertos entender que el deterioro de la Agricultura, los Servicios Públicos Básicos, la Industria y la Construcción; traen de la mano importantes desigualdades y oportunidades en la población. Estas actividades agrupan el mayor segmento de costarricenses, y en su mayoría son los que menos ingresos tienen, también los que con mayor dificultad enfrentan su necesidad de trascender. El país apostó en un primer momento a las exportaciones, ellas se encuentran en la agricultura y en la industria; no obstante se han quedado rezagados según se observan de los resultados de las cifras de los últimos 10 años.
Si bien tales resultados han sido parcialmente compensados con el Turismo que encadena las actividades de alojamiento y servicios de
comida, así como, el transporte, sus tasas de crecimiento no distan de la media (IMAE ciclo 3.03%). Por otro lado, las actividades que se
han impulsado en los últimos 10 años como la Información y Comunicaciones, Servicios a Empresas, la Banca y Seguros, entre otras; no han sido lo suficientemente robustas como para marcar la diferencia.
El suministro de servicios laborales baratos, el subsidio de empresas con electricidad por debajo de su costo, otras que no que pagan impuestos por estar en zonas especiales; no ha resuelto el déficit de empleo que engalanan las páginas financieras del pasado mes de febrero. Y tampoco han ayudado a mejorar el déficit financiero del Gobierno Central que más bien ha crecido en la última década.
Aunado a dicha estrategia, el país enfrenta uno de sus principales dilemas; existe una desincronización entre la política monetaria y fiscal. Qué significa eso? Que estamos en una disyuntiva donde ninguno de esos actores pueden impulsar el crecimiento, so pena de inducir más daño del que ya han causado.
Por un lado en condiciones de bajo crecimiento, el Banco Central tiene tasas reales altas que contraen la inversión y el consumo y debería ser lo contrario. Asunto que ha complementado con una menor disponibilidad de crédito a costos razonables, mantiene tasas reales de interés altísimas.. Por su lado, el Gobierno no tiene recursos para invertir o bien impulsar el consumo, haciendo todo lo contrario que fue aumentar los impuestos y por otro lado, no puede aumentar el gasto, puesto la mayor
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