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Discurso De Despedida


Enviado por   •  26 de Mayo de 2015  •  756 Palabras (4 Páginas)  •  192 Visitas

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Ahora que nadie realmente me está escuchando, que sólo hace como que escucha y por debajo de la mesa acaricia un celular, un iphone o algo así.

Y bebe sorbo a sorbo y respira esa flor de maravilla de alondras, que cantan vuelan, vienen y van.

Yo me dirijo a usted para mencionarle que Jubilar deriva del latín iubilāare; porque por aquellos tiempos la jubilación se daba al cabo de cincuenta años de servicios, que es el espacio de tiempo del jubileo.

Alégrese y regocíjese, ya que no fueron 50 años.

Aunque para nosotros los de hoy que somos los mismos de ayer y seremos los mismos mañana, agradecidos de las AFP, esperando una reforma a la carrera docente, que transforma la educación cual Frankenstein o Prometeo Moderno no tenemos mucho de que alegrarnos.

Pero yo quiero hacerle un discurso que parezca una canción de despedida.

Una despedida de recuerdos de una historia vivida con rostros que son como estaciones de tren que pasan llenos de hojas amarillas, de soles ardorosos, de vientos arropados.

Nadie tiene estaciones en su haber.

Las estaciones pasan una tras otra, nosotros decidimos donde bajarnos o esperar que nos bajen con dignidad, que nos ayuden a bajar, esperamos ir, irnos a nuestro hogar.

A usted, la esperaban los porotos, las gallinas, el gato, las señoras de la capilla, de la iglesia y de no sé cuántos lugares más. Donde la esperan sus hijos: Claudia, con su retoño regalón; Cristian, empecinado en su computador y María Loreto acurrucada en sus libros.

Cuantos proyectos realizados a lo largo de su vida. El club de amigos de la biblioteca con su respectivo Premio Mejor Lector.

Los proyectos de cielo, la paciencia del tiempo, una sombra, en la que creyó ver la luz, pero tanto la aurora como la cruz quedaron afuera.

A dónde han ido las palabras, que no se quedaron, a dónde han ido las miradas que un día partieron. Estarán acurrucadas entre alguna rendija buscando calor o se las habrá llevado el río en algún desborde, cerca de los Tilos o flotan eternas como prisioneras de un ventarrón en la playa Bellavista.

Aunque

hubo golpes en su vida, tan fuertes...

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma...

Fueron pocos…tal vez uno que otro

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Pero,

Dios sabía que usted era mujer, mujer y madre. Con dignidad y templanza

...

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