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EL LUGAR DE LA MUJER EN EL MOCASE


Enviado por   •  5 de Junio de 2014  •  1.771 Palabras (8 Páginas)  •  398 Visitas

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EL LUGAR DE LA MUJER EN EL MOCASE

Para introducirnos en la cuestión de género tenemos que dejar en claro qué conceptos utilizaremos y porque nos interesa este tema del rol de la mujer en el MOCASE.

Partimos del hecho de que Santiago del Estero es una de las provincias argentinas que presenta sistemas institucionales, legales, económicos y sociales más conservadores y patriarcales.

Definimos el término patriarcado según la historiadora Gerda Lerner: es la manifestación y la institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y los niños de la familia y la ampliación de ese dominio masculino sobre las mujeres a la sociedad en general.

Ello implica que los varones tienen el poder en todas las instituciones importantes de la sociedad y que se priva a las mujeres de acceder a él. No implica que las mujeres no tengan ningún tipo de poder o que se las haya privado por completo de derecho, influencias y recursos.

Debido a las características de la provincia en ese aspecto, nuestro objetivo es observar qué cambios se produjeron en el imaginario de las mujeres que integran el MOCASE para que se pudieran romper con esa concepción patriarcal de dominación, que estaba profundamente enraizada en ellas y convertirse en el motor fundamental de este movimiento, al que han aportado su saber y su coraje.

En nuestras primeros acercamientos al tema observamos que se pasó de una dominación exclusiva de parte del marido, a la de compartir el mundo y el trabajo con los hombres. En muchos casos son ellas las primeras en ingresar al movimiento y empezar a luchar, sin el consentimiento de su compañero, encontrando verdadera resistencia e incluso, en muchos casos, siendo reprimidas con violencia.

No debemos olvidar que para la mujer la lucha es doble porque el trabajo doméstico oculta la explotación de las mujeres, que después de la jornada laboral realizan una segunda jornada en su casa. Aunque nos encontremos en el siglo XXI se sigue desjerarquizando el trabajo doméstico, restándole importancia en la esfera económica, por no ser generador de valor y no estar regido por los precios y el mercado. Sin embargo, esta concepción no puede ocultar su verdadero carácter de explotación.

El sistema neoliberal y sus crisis trajo aparejado conflictos en las definiciones de roles al interior de las familias, y las familias campesinas no fueron una excepción. Hay muchas características del modelo económico implementado en nuestro país en los últimos años que generaron la fragilidad, y en muchos casos la desaparición, de las agriculturas campesinas y de los pequeños productores. Entre ellas podemos mencionar el aumento de la desocupación y la apertura de las fronteras para la importación y exportación de productos agrícolas, la eliminación de los mecanismos y organismos de regulación estatales y la prioridad dada a los productos de exportación de grandes y medianos agricultores que cuentan con inversiones en tecnología. La crisis generada en la economía campesina repercutió al interior de las propias familias rurales, que se vieron obligadas a modificar los roles estereotipados según los sexos.

La división del trabajo se define en el seno de la familia y en la comunidad domestica.»(…) «La decisión de incorporarse al mercado trabajo se debe a necesidades de tipo económico. Trabajar fuera de la unidad familiar es considerado inconveniente para la mujer y no es aceptado socialmente. Según los roles tradicionales, las mujeres deben dedicarse al cuidado de los hijos y alimentación de la familia, contribuyendo, en forma decisiva, al mantenimiento y reproducción de la fuerza de trabajo. Cuando la situación económica genera la pérdida de trabajo de los hombres, es la mujer quien sale a trabajar, y en muchos casos no se trata de una decisión personal sino de una salida obligada. Si bien la inserción femenina en el área laboral es un apoyo económico, se sigue esperando que ella sea un apoyo y sostén emocional para la familia. Ante esta demanda tradicional que se mantiene, el trabajo de la mujer fuera de la casa es vivido como traición y abandono y como un quiebre de las pautas culturales arraigadas.

En nuestra cultura el dinero está asociado al poder. No en vano, en los censos se denomina a la persona que mantiene a su familia: jefe de hogar, en masculino. Trabajar y ganar dinero está pautado socialmente sobre todo para el varón. El hombre basa parte de su identidad en la posibilidad de ganar dinero y con él poder mantener a su mujer y su familia. Si no aporta dinero se siente castrado, siente que no es nada; el hombre prefiere trabajar de « cualquier cosa (y por ello acepta condiciones poco dignas de trabajo) para evitar algo peor: presentarse sin nada ante su mujer.

En el caso de las mujeres del MOCASE, el nuevo rol que desempeñan a partir de la organización del movimiento está relacionado, en un principio, con la defensa del único recurso que les queda para sobrevivir, la tierra. Cuando se vieron amenazadas por los desalojos que nacían del proceso de concentración de tierras en manos privadas, salieron a defender sus terrenos con sus propias vidas. En muchos casos, pusieron sus cuerpos frente a las topadoras, tomando de las manos a sus hijos, para defender la propiedad de la tierra para quien la trabaja.

Así lo vieron los compañeros

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