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El Patriótico Oso De Ser Colombiano


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2013  •  789 Palabras (4 Páginas)  •  246 Visitas

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El patriótico oso de ser colombiano

Decidí ir al psicólogo porque me sucedía algo insoportable: todo lo que le causaba orgullo patrio a los demás, a mí me producía vergüenza. Pongo un ejemplo: más de un conocido está orgulloso de que Bush condecore a Uribe; a mí, en cambio, pocas cosas me parecen tan deshonrosas como que el presidente de mi país reciba una medalla de semejante esperpento.

Y pongo otro: más de un conocido estaba indignado con el caricaturista gringo que supuso que no sería raro que en el país de las motosierras el slogan del café colombiano, que dice que en cada taza hay un pedacito de Juan Valdez, fuera literal. A mí, en cambio, lo que me despertó indignación no fue la caricatura, sino la reacción penosamente provinciana que produjo, con amenaza de demanda y ofendidos pucheros patrioteros.

—Tranquilo -me dijo el psicólogo-. Si la realidad le duele, procure evadirla: dópese.

Traté de hacerlo: tomé litros de valeriana, ingerí pepas para dormir. Incluso llegué al extremo de leer a Abdón Espinosa. Pero todo fue peor: la sensación de desasosiego ante este patrioterismo barato que se ha puesto en boga desde que Uribe es presidente se infiltraba por alguna grieta del sueño y lo convertía en una pesadilla recurrente: cuando cerraba los ojos me soñaba con que era íntimo de Uribe y de Bush, y que los dos me invitaban a una asfixiante cabalgata que empezaba en El Ubérrimo y terminaba en un rancho de Texas.

De modo que desobedecí la sugerencia del psicólogo y traté de mantenerme despierto a toda costa, así fuera necesario tomar abundantes tazas de café colombiano para conseguirlo.

En poco tiempo comencé a sentirme mejor. La cafeína obraba en mí como un bálsamo mágico y a los pocos días estaba reconciliado con mi nacionalidad. La condecoración a Uribe no solo me pareció todo un privilegio, sino que pensé que el gobierno debería devolver las atenciones y otorgarle la Cruz de Boyacá al presidente Bush.

Me ilusionaba imaginando al canciller Bermúdez recogiendo a la comitiva gringa en una chiva tricolor; llevándola a almorzar a Casa Vieja y regalándole a cada integrante una escopetarra, un sombrero vueltiao y un poncho, que podría ser Poncho Rentería, para que supieran que Colombia es mucho más que coca: es coca y Poncho Rentería.

También me entusiasmaba suponer que la ceremonia de condecoración sería por todo lo alto: que contratarían a Magda Egas para que fuera la presentadora del evento; que sólo permitirían el ingreso de Navarro a la rueda de prensa para reducir a la mitad el riesgo de nuevos zapatazos; y que, claro, invitarían a Cabas para que cantara: finalmente Bush ya se sabe sus canciones.

En la medida en que el suave aroma de Juan Valdez me invadía por dentro, admiré a todos

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