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El ajedrez del arte


Enviado por   •  28 de Abril de 2013  •  Informes  •  1.699 Palabras (7 Páginas)  •  320 Visitas

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El ajedrez del arte*

(O los movimientos del poder económico sobre el tablero de espíritu)

Por Pablo Helguera

El mundo del arte es considerado por algunos como el juego intelectual de mayor sofisticación jamás inventado por el hombre. Para aprender a jugarlo es útil que el estudiante novicio lo imagine como si se tratara de un juego de ajedrez.

Apartir de esta premisa, encontraremos que el mundo del arte guarda toda clase de semejanzas con este antiguo juego, y que sus principales actores están representados por las piezas del ajedrez, a saber:

El rey= el director del museo

La dama= los coleccionistas o trustees

Los curadores= las torres

Los críticos= los alfiles

Los galeristas= los caballos

Los peones= los artistas

Como las piezas de ajedrez, cada uno de los personajes que toman parte en el juego se desplazan por el tablero de acuerdo a movimientos preestablecidos. Pero los desplazamientos de las piezas en el mundo del arte, a diferencia del ajedrez, pueden ser de distinto tipo:

Desplazamiento social: relacionarse con alguna otra pieza del tablero

Desplazamiento económico: controlar una o más piezas a través del dinero (comprando obras de artistas o contratando curadores, críticos, etc.)

Desplazamiento político: adquirir un puesto de influencia (director de una bienal, por ejemplo).

Comencemos por el rey: El director del museo. Esta es, en teoría, la pieza clave de la partida, puesto que quien la captura o controla gana el juego. El rey/director de museo, sin embargo, como bien saben los ajedrecistas, es una pieza de valor contradictorio, pues, aunque se considera la más importante, en realidad no tiene mucho poder por sí sola. El rey tiene un campo limitado de maniobra, de escaque en escaque.

Su poder radica exclusivamente en su estrategia y en su apoyo infraestructural, encabezado, por supuesto, por la dama. Para el rey es indispensable saber que en un museo es en esencia un cargo político. Por lo tanto, deberá actuar siempre como si estuviera “en campaña” y su comportamiento deberá seguir el formato del político común y corriente. Lo más conveniente es que todo director de museo esté siempre preparado para proyectar efusividad, interés y energía, prometiendo transformaciones y mejoras, sin comprometerse en ningún momento con ningún plan en particular.

La dama o el coleccionista (y en la mayoría de los casos, el coleccionista que se involucra como parte de la mesa directiva de un museo o board, y en ciertos países, la persona que administra la cultura) es la pieza más poderosa del tablero, pues es la que tiene más recursos de movilidad (en términos del mundo del arte, movilidad económica). La dama se desplaza por todo el tablero y puede capturar cualquier pieza, convirtiéndose en elemento definitorio de la partida. La jerarquía del coleccionista es la más envidiable de todas, puesto que el coleccionismo no constituye una profesión sino un pasatiempo. De hecho, el coleccionista rara vez tiene una formación artística; basta con la guía de los especialistas (curadores, directores de museo) que lo asesoran durante sus compras y transacciones. A mediados del siglo xx, los coleccionistas daban fondos para la cultura y apoyaban a los artistas adquiriendo sus obras. Hoy, en cambio, controlan el mercado. Dado que los artistas conforman sus portafolios accionarios, los cleccionistas tienen como resultado un interés económico que determina la dirección del mundo de arte. De ahí que el error más grave consista en enemistarse con la dama, puesto que esta pieza es capaz de hacer y deshacer las carreras de todos los demás, incluyendo la del rey.

Las torres o los curadores tienen poderes unilaterales que dependen del apoyo que les pueden otorgar la dama y otros elementos. El poder de las torres depende de su posición en el tablero. Lo cual explica que algunos curadores tengan más poder que otros sin embargo, estas posiciones son transitorias. En algunas ocasiones, como en los finales (que en el mundodel arte equivalen a las bienales y a los encuentros que atraen la atención internacional) la influencia del curador suele ser decisiva. Ciertas alianzas de las torres son cruciales, como las que establecen con la dama. Dado que el curador es el ancla cultural, ideológica y teórica del mundo del arte debe actuar en todo momento con gran sabiduría si desea triunfar. Lo más importante es que desarrolle un sexto sentido para saber qué artistas jóvenes tienen verdadero potencial para alcanzar el éxito en el futuro, con el fin de apoyar sus carreras- y beneficiarse con el crédito de “descubridor” del artista. De ahí que los curadores, como los políticos, deban mantener una actitud cordial hacia todos los artistas. Por más deficiente que sea una artista, hay que pretender al menos atención hacia él, dado que uno nunca sabe quién acabará ascendiendo a la cúspide.

Los afiles o los críticos se mueven siempre de forma diagonal, a fin de no crear la impresión de que tienen tendencias de izquierda o derecha. Llevan sobre sus hombros el peso moral del juego, de ahí su asociación con la

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