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Evaluación En Mexixo


Enviado por   •  22 de Marzo de 2013  •  5.272 Palabras (22 Páginas)  •  395 Visitas

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Breve revisión histórica de la evaluación en México

Sylvia van Dijk

Resumen: el artículo hace una refl exión sobre las prácticas de evaluación que acompa-

ñan actualmente los sistemas educativos. Se ofrece una revisión de la expansión de las

prácticas evaluativas en México a partir de la década de los noventa. Se comentan los

esfuerzos de la política pública por introducir en el país una cultura de la evaluación,

señalando los obstáculos políticos y culturales que han tenido que enfrentar. Se ubica

el contexto internacional de evaluación en el que ha participado México durante los

últimos años. Se comentan los resultados de los ejercicios hechos por el Instituto de

Evaluación Educativa desde su creación. Se señala la vinculación que existe entre la

evaluación, la rendición de cuentas y la participación ciudadana en la toma de decisiones en torno a las políticas educativas. Se concluye subrayando la necesidad de que

cualquier evaluación se conduzca con la fi nalidad de la búsqueda de sentidos para

todos los involucrados.

Palabras clave: evaluación educativa, rendición de cuentas, política educativa

Abstract: the article makes a refl ection on the evaluation practices that go along with the

educational systems nowadays. It offers a rapid overview of the expansion of evaluation

practices in Mexico from the decade of the nineties onwards. Efforts to introduce evaluation practices are discussed, pointing out political and cultural obstacles. Then the

article presents the international evaluations in which Mexico has participated, as well

as the work done by the independent evaluation institute for the educational system. The

relationship between evaluation, accountability and citizen participation for decision

making in public policy is pointed out and the article concludes stressing the importance

of fi nding meaning for all involved in evaluation practices.

Keywords: evaluation in education, accountability, public policy.

Evaluar no es una acción para escuchar lo que queremos oír,

sino para escuchar lo que necesitamos saber.

Anónimo

Introducción

Este artículo hace una refl exión sobre las prácticas de la evaluación en México.

Inicia con un breve contexto general del quehacer de la evaluación, enseguida 52 REVISTA DE INVESTIGACIÓN EDUCATIVA

hace una reseña de las prácticas de la evaluación en México, después señala

nuevos rumbos del quehacer, para terminar con una serie de conclusiones.

La evaluación: una práctica en expansión

y en proceso de profesionalización

La educación y la evaluación están indisolublemente vinculadas una con la

otra, ambas son nociones polisémicas, que cambian de signifi cado de acuerdo

a su contexto cultural y que, además, se transforman en el tiempo dentro de

cada sociedad. Durante el siglo XX, tanto las prácticas educativas como las de

evaluación han experimentado un amplio desarrollo, al igual que la producción

de conocimientos acerca de las mismas.

A esto han contribuido diversas condiciones:

En primer lugar, la educación formal de nivel básico ha tenido una enorme

expansión a partir de su reconocimiento como una garantía individual de todo

ciudadano; las exigencias sociales para su universalización se incrementaron

velozmente. Al mismo tiempo, en las últimas décadas, la Educación Básica ha

aumentado en cuanto a su duración, en casi todos los países de seis, a nueve, a

doce años. En México, los retos del milenio están planteados a 12 años, iniciando

a los tres años con preescolar obligatorio. Sin embargo, el gobierno no sólo asume

la meta de la cobertura para el año 2015, sino también la del logro educativo, con

miras a superar la gran desigualdad que persiste en el país cuando se desagregan

las cifras: por región, nivel socio –económico, diversidad étnica o por género.

Para verifi car el avance en este último renglón, las evaluaciones nacionales de

aprovechamiento y aprendizaje de los alumnos jugarán un papel clave. (INEE,

2005). A pesar de ello, en los retos del milenio, para los países más rezagados de

África, América Latina, Medio Oriente y Sureste asiático, el objetivo es alcanzar

seis años de escolaridad básica. (UN, 2007) En contraste con los países nórdicos,

en los que inclusive la educación inicial es un derecho de todos sus ciudadanos,

lo que ha conducido a que el Estado revise las prácticas de crianza durante los

primeros años de vida en los hogares y abra ofertas de servicios institucionalizados de buena calidad para los más pequeñitos. (OCDE, 2006)

En segundo lugar, la educación durante el siglo XX se ha convertido en un

pilar muy importante de la política pública, tanto para los procesos de democratización de la vida en sociedad, como para la producción de conocimiento

científi co y tecnológico, que en esta época está estrechamente vinculada con el

desarrollo económico.

Una tercera condición es que la educación no sólo se oferta desde los sistemas formales, sino que la educación no formal como estrategia para fomentar

la capacitación para el trabajo y para impulsar el desarrollo comunitario, el

productivo y el personal, ha experimentado un gran crecimiento.

SYLVIA VAN DIJKEDUCATIO 7 - ABRIL 2009 53

Y por último, la toma de conciencia de que los seres humanos aprenden

desde que nacen hasta que mueren, ha conducido a reconocer que la educación

es una práctica esencialmente humana que se ejerce en todos los ámbitos de la

vida cotidiana, productiva, mediática y pública, aunque los objetivos no sean

siempre intencionales y planeados, ni los resultados los esperados. Sin embargo,

toda la esfera de la educación informal también se ha convertido en terreno fértil

para desarrollar ofertas educativas más estructuradas para todas las edades y en

las más variadas modalidades, incluyendo el uso adecuado del tiempo libre y la

introducción de estilos de vida saludable.

Consecuentemente, las prácticas de evaluación se han ampliado de igual

manera, no sólo para medir resultados de aprendizaje, sino también para comprender mejor los procesos de enseñanza - aprendizaje, acompañar prácticas

docentes, revisar el funcionamiento interno o la capacidad de gestión de los

establecimientos educativos, la salud, la producción y todos los quehaceres en

los que participan grupos de personas que requieren de medición de resultados,

seguimiento y valoración de los procesos, justifi cación, rendición de cuentas,

cumplimiento de objetivos y metas, comprensión de impactos positivos y negativos o refl exión sistemática durante intervenciones sociales.

Junto con esta ampliación en el quehacer evaluativo ha surgido la necesidad

de su profesionalización. A su desarrollo se ha contribuido desde los sectores

educativos, pero en general se ha aportado desde la administración pública, que

ha requerido de procesos evaluativos para conducir diagnósticos y para establecer,

dar seguimiento y evaluar sus programas sociales, con la ayuda de una amplia

gama de las ciencias sociales y humanas. A esta construcción de conocimientos se ha llegado desde la investigación aplicada que ha refl exionado en torno

a los mejores métodos y técnicas para medir y valorar, y, desde la indagación

más teórica que ha refl exionado en torno a los componentes, las categorías, las

metodologías, los usuarios, las fi nalidades y los referentes conceptuales que

subyacen a las diferentes maneras de abordar la medición y la comprensión, así

como a valorar los propios ejercicios de evaluación.

La evaluación educativa en México

A partir de las crecientes exigencias en un mundo cada día más interrelacionado y complejo, la educación se encuentra en una desesperada carrera por

cumplir un papel adecuado frente a las demandas de una ciudadanía cada día

más participativa. En las corrientes críticas de la educación en América Latina,

que se desarrollan con mayor fuerza entre los años sesenta hasta la década de

los ochenta del siglo XX, hay un énfasis importante hacia la democratización

de la educación, cuya primera preocupación es el acceso de todos los niños a la

educación básica. Sin embargo, también hay una idea poco explicitada de que

Breve revisión histórica de la evaluación en México54 REVISTA DE INVESTIGACIÓN EDUCATIVA

la educación debe ser buena, el implícito es que debe dar acceso a la movilidad

social de niños de sectores pobres y debe alentar el desarrollo económico de los

países, al aumentar el potencial productivo de las personas.

Desde la década de los sesenta y hasta el año 2000, la evaluación educativa

accesible a la ciudadanía en México pone énfasis en la cobertura de la oferta

de educación básica, misma que se amplió en ese periodo de seis a nueve años.

Esto sigue siendo el principal interés de la mayoría de los Estados en el país: se

mide porcentaje de población atendida, retención, deserción y asimilación de

un nivel educativo al siguiente. En otras palabras, se evalúa al sistema educativo en cuanto a su capacidad de darle un lugar en un aula a cada niño y niña, y

en cuanto a qué tan bien funciona el tren de la educación y qué tan bien están

engarzados unos vagones con otros.

Conforme se avanza en el tiempo, se valoran los resultados obtenidos a partir

de un gran esfuerzo en formación de docentes y ampliación del gasto público

para educación:

Ø Se logra prácticamente la universalización de la educación primaria en

México, aunque siguen presentándose muchas difi cultades para alcanzar a

ciertos grupos vulnerables. El gobierno, a través de dos Secretarías (SEP y

SEDESOL) busca la manera de no dejarlos fuera de la escuela. Tal es el caso

de los hijos de jornaleros, de niñas y niños indígenas que viven en comunidades

rurales dispersas, de niñas y niños trabajadores, de niños y niñas con capacidades diferentes, por mencionar algunos de los grupos en riesgo de no acceder

al sistema educativo.

Ø Sin embargo, la escolarización masiva de la población no trae los frutos

esperados: A pesar de apoyos económicos y cobertura disponible, la deserción

escolar y la reprobación de niñas y niños pertenecientes a los sectores menos

favorecidos sigue siendo muy alta. Además, los niños y adolescentes de los

estratos sociales pobres, rurales e indígenas, difícilmente logran aprendizajes

que les permitan acceder a mejores condiciones en el ámbito productivo.

Estas difi cultades no sólo se presentan en México; según Tedesco (1994),

en la década de los ochenta se dio en Latinoamérica un cambio importante: del

optimismo pedagógico se pasó a la desilusión y al pesimismo. La educación no

estaba contribuyendo, como se esperaba, al desarrollo de la región, más bien se

había convertido en un factor de reproducción y legitimación del status quo. Tal

y como lo analizaron para Francia Bourdieu y Passeron (1996).

Es a partir de estas realidades que se empieza a mirar críticamente cómo

mejorar el logro educativo. Se desarrolla un fenómeno interesante en el campo

educativo: conforme se amplía la cobertura, el énfasis de la discusión se ha centrado más en la calidad. En otras palabras, no es sufi ciente tener a niños y niñas

sentados en una banca escolar. Es importante saber si existe el logro educativo

esperado en los alumnos. Hay pues, una necesidad de evaluar y de saber en qué

SYLVIA VAN DIJKEDUCATIO 7 - ABRIL 2009 55

medida se ha alcanzado el cometido establecido para un nivel determinado de

educación.

Cuando se reconoce que las escuelas no están entregando ciudadanos

que puedan asumir los retos que les plantean sus sociedades, la necesidad del

cambio en los sistemas educativos se ha convertido en un hecho aceptado casi

axiomáticamente. (Tedesco, 1994) En paralelo, los ejercicios de evaluación se

han constituido en la principal plataforma para dar seguimiento a las continuas

reformas educativas que buscan responder a estas dinámicas sociales y políticas

y que se han convertido formalmente en un ingrediente importante en la toma

de decisiones. Como fuente de información para los tomadores de decisiones,

el papel de la evaluación ha adquirido gran relevancia, no sólo al interior de los

establecimientos escolares, sino también en la defi nición de la política pública

y en la rendición de cuentas de la administración pública.

De acuerdo con Margarita Zorrilla, en México la evaluación que no se realiza por el profesor de aula inicia muy tímidamente en el periodo de 1972-1977,

cuando el sistema educativo mexicano instituye una Dirección de Planeación

para la Educación Básica con la formación de cuadros técnicos con “intención

evaluativa” (Zorrilla, 2003: 474). El quinquenio que sigue, se pierde esta primera

intención, pues los cuadros técnicos se dedican a hacer pruebas para los sistemas

abiertos. Entre los años 1981 y 1991, todo el desarrollo se paraliza, y esta inmovilidad coincide con el periodo que en México se denomina la década perdida,

dado el estancamiento económico que experimentó el país. Entre 1992 y el año

2000 inicia una serie de cambios en el sector educativo que se dan de manera

muy rápida, se federaliza la administración educativa y diferentes programas y

proyectos de evaluación irrumpen en el sistema nacional.

Durante este periodo “se asume la evaluación de la educación como una

función sustantiva del sistema educativo y estratégica para su permanente mejoramiento y, en consecuencia, para elevar la calidad de la educación.” (Ibid.:

475)

Se establece un órgano central de evaluación, un Comité Técnico Interestatal

de Evaluación y en cada estado se crea una unidad de evaluación. Estas instancias

capacitan para profesionalizar el quehacer de la evaluación en temas como: la

construcción de reactivos, aprender a defi nir factores de contexto, analizar información y conducir evaluación cualitativa. Al término de estos ejercicios que

condujeron a la aplicación de pruebas en torno al logro educativo en todos los

estados, el Comité diseñó y empezó a coordinar la aplicación de las pruebas de

estándares nacionales, mismas que se han aplicado desde 1998; hoy se les conoce

como pruebas Enlace. El logro importante de este periodo es que se introduce

y se incluye la evaluación en la Ley General de Educación como una función

sustantiva del sistema educativo mexicano, que tiene presupuesto asignado.

Breve revisión histórica de la evaluación en México56 REVISTA DE INVESTIGACIÓN EDUCATIVA

¿Cuáles fueron los resultados de esta nueva política educativa?

Desgraciadamente se presentaron muchas anomalías en su ejercicio. Como

señala Zorrilla, después de una investigación en torno a estas prácticas, hubo

muchos problemas en su aplicación debido a las implicaciones políticas de

este quehacer y por los juegos de poder al interior del sistema educativo tanto

en los estados, como a nivel nacional. Así, se aplicaron las pruebas pero no se

analizaron los resultados, no se dieron a conocer a las escuelas que participaron,

ni a sus maestros, padres de familia, medios de comunicación o sociedad en

general. Sin embargo, ofi cialmente se maneja que, a partir de 1994, el examen de

Carrera Magisterial es un instrumento que sirve para garantizar los conocimientos

de los profesores. Dentro de los incentivos salariales ya no sólo cuentan los años

de servicio, sino se incluyen los resultados del rendimiento escolar de los alumnos

atendidos por el profesor y los del examen a los docentes. Así se introducen en el

país evaluaciones regulares de conocimientos tanto a alumnos como a maestros

(INEE, 2007:2).

En la evaluación a profesores los resultados son ambiguos, se difundieron

parcialmente dentro del sistema y se han prestado para interpretaciones defi -

cientes, que no han permitido usar la evaluación para fortalecer la gestión del

currículo y la enseñanza (Ibid: 477-478). Estas anomalías se vieron respaldadas

por la indiferencia de las autoridades educativas con respecto de los resultados

de la evaluación del logro educativo de los alumnos. Así, en México se implanta

la evaluación con estándares nacionales casi tres décadas después que en los

países más desarrollados y se hace de forma, sin contar con la convicción de su

utilidad, por parte de los tomadores de decisiones.

Tradicionalmente, el magisterio parte del supuesto de que la evaluación de los

conocimientos adquiridos por los alumnos es asunto del profesor que está frente

a grupo en el sistema educativo formal, y, que, su cometido es la valoración del

mérito individual obtenido por parte del alumno con respecto a lo aprendido. El

plan y el programa educativo ofi ciales son los que establecen los estándares de

evaluación, es decir, los conocimientos que es necesario dominar para pasar al

siguiente grado escolar. Hasta la fecha, la evaluación de los alumnos se refl eja

a través de un número y durante mucho tiempo estas prácticas fueron asumidas

sin mayor refl exión. Hoy día se sabe que esta manera de mirar las cosas es poco

útil, ya que el profesor es juez y parte en el proceso, tiene libertad de establecer

sus propios criterios y, tristemente, muy seguido se utiliza la evaluación como

arma de control de conducta de los alumnos, sobre todo para niñas o niños inquietos y adolescentes.

Sólo en educación inicial y preescolar se prescinde de una valoración cuantitativa y las educadoras describen cualitativamente el desarrollo y la adquisición de habilidades de los niños. Observamos pues que en el ámbito del aula el

nivel educativo inicial se ha conducido con lo que Robert Stake (2006) llama

SYLVIA VAN DIJKEDUCATIO 7 - ABRIL 2009 57

evaluación comprensiva, en el sentido de comprender, interpretar. Se enfatizan,

según este autor, las cuestiones sociales y los valores culturales, tanto como los

dilemas personales y programáticos. Traduciendo esto a las prácticas escolares,

observamos que las maestras de preescolar describen en qué medida los alumnos

logran alcanzar las expectativas que social y culturalmente los adultos tienen

con respecto a los niños y niñas durante sus primeros años de vida y anotan los

dilemas que encuentran, cuando hay situaciones que no se corresponden con los

implícitos esperados.

En cambio, a partir de la Escuela Primaria, los sistemas de evaluación miden

el mérito a partir de criterios establecidos a priori. Como dice el citado autor,

se trata de una evaluación basada en criterios. Se asigna un número y con ello

se expresa hasta qué nivel se han alcanzado los estándares establecidos por el

profesor, a partir de su interpretación del programa y su ponderación de lo que

es importante para acreditar al alumno.

Mientras prevalecen estas convicciones en nuestro país, el aula no deja de

ser esa caja negra en la que sólo profesor y alumnos saben lo que pasa. Al mismo

tiempo, en los países desarrollados ha habido un creciente interés por transparentar las prácticas educativas: saber qué sucede en el aula entre profesor y alumnos,

entre los alumnos, por qué y cómo se obtiene el logro educativo.

Ciertamente, estos avances no se dieron por un interés genuino de los gobiernos, sino a partir de una ciudadanía que ha empezado a exigir rendición de

cuentas. El ámbito educativo se presta para ello por excelencia, dado que cada

padre de familia tiene derecho a exigir que las escuelas de sus hijos oferten los

servicios de calidad que les permitan integrarse a este mundo globalizado desde

sus respectivos países. En este afán de responder a la ciudadanía, los gobiernos

se han visto obligados a rendir cuentas sobre la calidad de los sistemas educativos.

La aplicación de exámenes estandarizados (para medir con la misma regla

a todos los alumnos) ha sido la mejor manera de asegurar a la ciudadanía que

las escuelas son supervisadas y que se hacen responsables del logro educativo.

Al mismo tiempo, a partir de la información que han arrojado los estudios evaluativos a profundidad, para explicar por qué las diferencias entre una escuela y

otra, se ha introducido una política en la que se da mayor libertad a las escuelas

para diversifi car sus estrategias pedagógicas, con la fi nalidad de poder tomar en

cuenta el contexto y llegar a los mismos estándares de desempeño por parte de

los alumnos que provienen de situaciones culturales, económicas y ambientales

diferentes. Estos esfuerzos de fl exibilización ciertamente ayudan a brindar a

los docentes más espacio para lograr la pertinencia de los aprendizajes en sus

alumnos, sin embargo, persiste el problema de la cultura dominante que determina los estándares para la evaluación. Hasta la fecha, los sistemas escolares

han procurado fortalecer la cultura dominante en los países, en detrimento de

Breve revisión histórica de la evaluación en México58 REVISTA DE INVESTIGACIÓN EDUCATIVA

culturas subalternas, identidades culturales étnicas, otras orientaciones culturales

minoritarias, por ejemplo, las que buscan romper con el paradigma dominante

que ha declarado la guerra a los patrimonios colectivos, promoviendo la mercantilización de todos los bienes y servicios.

En nuestro país, estas estrategias nacionales de evaluación se copian, sin

conducir la investigación pertinente que permita comprender cuáles son las di-

fi cultades reales de nuestras aulas. Esta condición se complica aún más cuando

México acepta participar en pruebas estandarizadas internacionalmente. En la

década de los noventa nuestro país también participó en evaluaciones internacionales como el Tercer Estudio Internacional de Matemáticas y Ciencias, (TIMSS).

En las pruebas del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad

Educativa (UNESCO- PRELAC) y en las evaluaciones del Programme for Internacional Student Assessment (PISA) de la Organización para la Cooperación del

Desarrollo (OCDE).

Los resultados de nuestros niños y adolescentes fueron muy bajos en todos

estos ejercicios, ya que en ellos se mide la capacidad de razonar, comprender,

solucionar problemas, encontrar alternativas y no la memoria y la reproducción

de saberes fragmentados y acumulados. En los países más desarrollados, con

sistemas educativos que tienen cobertura total ya hace más de treinta años, se

introdujo en las últimas décadas el concepto de las competencias para medir el

logro educativo. Esta innovación se hizo con la fi nalidad de sustituir el viejo

paradigma de la retención de conocimientos transmitidos, por la capacidad de

utilizarlos de manera pertinente para la solución de problemas actuales.

También en México las reformas de los planes y programas recientes para

el preescolar (2004) y para la educación media (2007) se construyen a partir de

habilidades y competencias, contemplando seis campos formativos, mismos que

serán introducidos también en la reforma de planes de estudio para la Primaria

en los próximos años.

La preocupación en torno a la calidad educativa, como señala Isaías Álvarez

(2002), se ha visto refl ejada en las publicaciones de la Organización Mundial de

Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO) desde los años setenta, y en México

ha entrado en la esfera de la opinión pública a partir de los resultados de las evaluaciones llevadas a cabo por la OCDE, por la UNESCO a nivel regional y por

el propio Instituto de Evaluación Educativa creado a principios del siglo XXI.

Los esfuerzos del sistema educativo por complementar la evaluación en el

aula, incluyendo evaluaciones externas del logro educativo, que buscan correlaciones con el contexto de los alumnos y con la gestión de los servicios educativos

del plantel, representan una preocupación hacia la democratización de las escuelas

en aras de la universalización de una educación con calidad.

Se retoman ideas de calidad del campo de las relaciones industriales para

defi nir este concepto. Así, por ejemplo, se asocia la calidad educativa “con la

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capacidad tanto de las instituciones como de los individuos formados en su seno,

de satisfacer los requerimientos del desarrollo económico, político y social de la

comunidad a la que están integrados” (Álvarez, op. cit.:22). En consecuencia, el

mismo autor propone como modelo de evaluación un análisis integral del sistema

que incluye siete esferas de análisis para valorar la calidad de un centro escolar,

cada uno con cuatro o cinco indicadores: Organización y estructura, relaciones

con el contexto y con otros centros e instituciones, ambiente educativo, insumos,

procesos y productos (Ibid.:25-26). Con estos enfoques, que se retoman con

variantes, se pierde, en mi opinión, la esencia de lo que defi ne la calidad en los

procesos educativos desde una perspectiva fi losófi ca y antropológica: la producción de sentidos para los seres humanos involucrados. No sólo importan las

características de los procesos en términos observables: los insumos del proceso

y los resultados; para apreciar la calidad de algún proceso, es importante tomar

en cuenta qué signifi ca para los seres humanos involucrados en él. Los conocimientos que se ponen en juego, los aprendizajes, las habilidades o competencias

adquiridas necesitan estar vinculados al contexto de los educandos y contribuir

a la formación humana. En otras palabras, “cuál es el sentido o signifi cado

de sus prácticas y sus comportamientos” (Martinic, 1997: 17-18). Rescatar la

producción de sentidos no implica desdeñar la valoración de las demás esferas

de análisis que se proponen para evaluar un centro educativo, sin embargo, sí

presupone una ponderación diferente, en la que el ser humano y su desarrollo

se constituyen en el centro de nuestra atención. En esta última perspectiva, el

resultado de cualquier proceso educativo se mide desde los sujetos involucrados

y con su participación crítica, los criterios se establecen en función del desarrollo

del propio sujeto benefi ciario, aunque siempre existan, además, elementos objetivables como pueden ser la retención de conocimientos, el uso que se da a los

mismos en situaciones diversas, la habilidad de comprender fuentes plurales de

información y analizarlas, la capacidad de encontrar soluciones creativas a problemas nuevos, las destrezas tecnológicas, por mencionar algunos ejemplos.

Esta manera de concebir la evaluación como un proceso cualitativo, ha estado

presente sobre todo en la educación inicial y preescolar, donde el personal docente ha asumido el respeto a los ritmos diferentes de aprendizaje y maduración

de los niños. Esto es posible porque en este nivel educativo las disposiciones

normativas así lo indican. Ha sido muy difícil que esta manera de evaluar sea

adoptada por quienes establecen las políticas públicas en los niveles educativos

subsecuentes. Pareciera que seguimos con una gran difi cultad para comprender la

diversidad y valorar los insumos de los propios sujetos tanto individuales como

colectivos en los procesos de aprendizaje o de construcción de conocimientos

más abstractos y conceptuales.

A partir del año 2000, México hace un nuevo esfuerzo por dar otro curso a

la evaluación del sistema educativo y evitar que la propia Secretaría siga siendo

Breve revisión histórica de la evaluación en México60 REVISTA DE INVESTIGACIÓN EDUCATIVA

juez y parte en todos los ejercicios de rendición de cuentas. Tras mucha polé-

mica, se crea el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE) como un

organismo descentralizado. Se le asignan las funciones de evaluar el impacto

de la inversión en educación y monitorear de manera permanente los avances,

estancamientos o retrocesos para identifi car cómo hacer más efi ciente el gasto

en educación en un contexto de restricción fi nanciera (Zorrilla, op. cit.:479) y se

dejan las funciones de registro del diagnóstico escolar, de la evaluación formativa

y sumativa de cada año escolar, que llevan a cabo los profesores, a la Dirección

General de Evaluación de la Secretaría de Educación. Ciertamente esto no ha

sido sencillo y la Dirección General de Evaluación de la propia Secretaría es la

que sigue diseñando las pruebas estandarizadas nacionales de Enlace.

A pesar de estas difi cultades por integrar adecuadamente los resultados de la

evaluación en la toma de decisiones, tanto al nivel del aula, como de la política

educativa, la creación del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE)

representa un parte aguas en las prácticas de evaluación a nivel nacional. Se

conciben las evaluaciones como ejercicios externos que, en palabras del propio

Instituto, se llevan a cabo con el objeto de ofrecer “a las autoridades educativas

federal y estatales y al sector privado herramientas idóneas para evaluar los diferentes elementos que integran sus sistemas educativos” (Ibid. p. 5) Su función se

establece como complementaria, de apoyo y de colaboración para dar seguimiento

a los aprendizajes de los alumnos, diseñar modelos para evaluar escuelas y en su

caso el propio sistema educativo nacional. A la evaluación se le da un papel de

producción de conocimientos útiles para la toma de decisiones a todos los niveles.

En teoría es una actividad noble, llena de sentido.

El INEE, para poder hacer una apreciación de la calidad educativa la defi ne

como: “aquella que sea relevante, que tenga efi cacia interna y externa, y un impacto positivo en el largo plazo, así como efi ciencia en el uso de los recursos y

equidad.” (Ibíd. 6). Establece también en su marco conceptual que la educación

básica, por su carácter obligatorio, no debe permitir la deserción y, por ende, la

reprobación. Sin embargo, estas condiciones no eximen al profesor ni al sistema

educativo de la necesidad de conocer el nivel de habilidades y competencias de los

alumnos. Estos ejercicios de evaluación, que permiten medir el logro educativo,

son imprescindibles para introducir las mejoras necesarias hasta alcanzar lo que

a nivel nacional e internacional se defi ne como el bagaje cultural mínimo para

integrarse a las sociedades en el siglo XXI. Para lograr su cometido el INEE se

propuso desarrollar indicadores de calidad, pruebas de aprendizajes y de evaluación de escuelas. En general, se asume que la puesta en marcha de las actividades

evaluativas independientes, sumará a la transformación requerida, en el sentido de

introducir una cultura de la evaluación y de rendición de cuentas.

Es sin duda, un avance importante en la búsqueda de mejoras continuas; sin

embargo, el enfoque que el INEE ha dado a la calidad educativa es nuevamente

SYLVIA VAN DIJKEDUCATIO 7 - ABRIL 2009 61

una perspectiva desde la administración. Tan es así, que sólo se toma en cuenta el

aprendizaje relevante -lo que en ese momento quienes gobiernan asumen como las

habilidades y competencias necesarias para el desarrollo nacional- y no el pertinente

– lo que es signifi cativo para el alumno y contribuye a la producción de nuevos

sentidos. Se sigue adoleciendo de una visión desde arriba hacia abajo, desde los

grupos dominantes y las exigencias de los grupos en el poder hacia el pueblo que

será educado para integrarse a una sociedad crecientemente inequitativa. Probablemente esto no sea la intención, sin embargo, si se analiza el discurso, esto se

hace evidente. La propuesta a la que se abona no ha reconocido la importancia de

ir construyendo un Estado plural que “se basa en la aceptación de una diversidad

en la unidad” (Villoro, 2002). Villoro plantea la necesidad de la construcción del

Estado - Nación postmoderno, mediante un proyecto común que trascienda los

valores propios de cada grupo cultural. Este fi lósofo aporta a la construcción de

una ciudadanía nacional, vinculada con la realidad mundial en la que la principal

meta del Estado es brindar “la igualdad de oportunidades y la cooperación entre

todas las culturas, comunidades e individuos que componen al país. Ésa es la

equidad. Y la equidad es el signo de la justicia.” (Ibid.:62.). En este sentido,

la pertinencia como criterio para evaluar la calidad educativa cobra singular

importancia y se constituye en la pareja inseparable de la relevancia.

En este afán de poder competir internacionalmente como un Estado postmoderno, en estos últimos años se ha introducido en el país la necesidad de la

rendición de cuentas por parte de la administración pública, y esta presión se da

en un momento político importante, pues el PAN releva al PRI y con ello, como

parte del juego político para desacreditar los gobiernos anteriores, aparecen en la

página de Internet de la Secretaría de Educación los resultados de las evaluaciones

realizadas en los años 1998-1999.

Es interesante observar que la publicación de los resultados de las evaluaciones

ha conducido a un periodismo amarillista en el que continuamente se desacredita y se descalifi ca al sistema educativo público. El peligro de este manejo de la

información en torno a la valoración de la educación, es su uso inadecuado en la

toma de decisiones, que incluso podría llevar a una mayor privatización del sistema

educativo. Situación que ya en muchos países que lo han hecho, ha tenido resultados

negativos, tanto en cuanto a la calidad, como en cuanto al acceso equitativo a los

servicios, como es el caso documentado de Chile (Carnoy y Mc Ewans, 2008), y

en África en general. La privatización ha desviado fondos públicos mediante becas

a instituciones privadas en lugar de invertir en estrategias adecuadas para incrementar la capacidad de los cuerpos docentes en los sistemas públicos. Esta última

estrategia resultó más efectiva para incrementar equidad y calidad en Chile que el

sistema de vouchers generalizado (Ibid). La falta de inversión gubernamental en

los sistemas educativos públicos es, a fi nal de cuentas, la principal causa que está

difi cultando alcanzar las metas del milenio (op. cit. 2007).

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