INVITACIÓN A VIAJAR POR EL SENDERO DE LA VERDAD EN DIRECCIÓN DEL CASTILLO DEL CONOCIMIENTO

Cuando se habla de viaje, se piensa en muchas cosas, todo depende de nuestro universo de posibilidades, de la visión de mundo que se tenga. Para algunos, viajar se constituye en el simple acto de desplazarse de un lugar a otro; para otros, viajar es transportarse del consciente al inconsciente o es sinónimos de goce, disfrute, placer o es sinónimo de cambios, incomodidades, etc. A partir de este momento, son todos invitados y bienvenidos a viajar por el sendero de la verdad en dirección del castillo del conocimiento.

Este viaje fue motivado por el caballero de la armadura oxidada, pero ¿quién es el caballero de la armadura oxidada? Es el joven que a sus escasos 15 años ya no tiene sueños, está cansado, no tiene motivos para estar alegre; es decir, está atravesado por una ancianidad precoz. Es la dama que permitió que otro (s) robara (n) su dignidad; es el anciano que disfruta cada día como si fuera el último, que su espíritu irradia alegría pese al cansancio de sus huesos. No sabemos quién es en esencia ese caballero, pero nos está invitando a un viaje espectacular.

Como todos los viajes debemos elegir una ruta y la nuestra la hemos llamado “la ruta del aprendizaje en nuestra ascensión por la montaña de la vida” y hemos partido de una premisa: cada ser humano (viajero) es responsable de su éxito o fracaso por el viaje.

Cabe decir, que tenemos claro un punto de partida y uno de llegada, pero la ruta la direcciona cada viajero, quién desde sus perspectivas, sus intereses, sus necesidades, sus ideales, sus sueños, sus habilidades… irá sorteando los obstáculos que se le presenten.

Igual, en este viaje, podemos encontrarnos con muchísimos viajeros perdidos, naufragados o como dice un mensaje publicitario “en el lugar equivocado”, quizás encontremos viajeros muy hábiles; sea cual sea su caso, lo verdaderamente importante es recordar la premisa planteada para este viaje: “cada ser humano (viajero) es responsable de su éxito o fracaso por el viaje”.

El caballero que nos invita a viajar no nos dijo que fuera fácil la travesía, no, todo lo contrario, él mismo se muestra como bravío guerrero, que en un decisorio momento de su vida, se enfrentó a un dilema: lo tenía todo y al mismo tiempo no tenía nada, estaba tan ensimismado en él mismo que se olvidó de lo demás y fue entonces cuando se dio cuenta que se estaba oxidando. Cuantos de nosotros estamos ensimismado en cosas fugaces como la juventud, la belleza, la posición social… al extremo que no vemos el oxido que nos carcome el alma, el sendero, la mente.

Pero el fin último de este viaje, como el del caballero, es llegar a Ítaca, ¿cómo? Adentrándonos en el laberinto sin miedos, sin temores, como dice Fisher “ “. Pero, ¿qué motiva realmente a un caballero para la realización del viaje? “la meditación, la reflexión constante”

Después

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