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LA AGROINDUSTRIA AZUCARERA ARGENTINA

Kevin SistiTesis4 de Octubre de 2022

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LA AGROINDUSTRIA AZUCARERA ARGENTINA.

RESUMEN HISTORIOGRÁFICO Y FUENTES

Daniel Campi

María Celia Bravo*

a agroindustria del azúcar en Argentina reconoce sus orígenes en tiempos

coloniales. Sin embargo, hasta fines del siglo XIX, la mayor parte de las provincias consumían azúcares cubanos, brasileños o europeos. La reducida escala de

producción de los rudimentarios ingenios de la era preindustrial y los elevados

costos de transporte impedían que los azúcares de las provincias de Tucumán,

Salta, Jujuy, Corrientes y Misiones compitieran con ventaja con los introducidos

por el puerto de Buenos Aires y en el caso del mercado cuyano con los importados vía Chile. En consecuencia, los azúcares y aguardientes del país se distribuían sólo en mercados locales y regionales, aunque excepcionalmente podían

colocarse unas pocas arrobas en Córdoba y aun en Buenos Aires.

Apenas con la conexión ferroviaria del norte con el litoral que se concretaría en 1876 al inaugurarse la línea estatal Córdoba-Tucumán , con la reducción

de los costos de transporte y la importación de moderna maquinaria europea, los

ingenios norteños estuvieron en condiciones de penetrar en los mercados del litoral, en plena expansión gracias a la masiva afluencia de inmigración europea y al

despertar del auge agroexportador. A partir de entonces, y en un lapso de 20 años,

el desarrollo de los cañaverales y la instalación de ingenios importados "llave en

mano" promovieron un vertiginoso crecimiento de la producción. En 1895 los

azúcares argentinos desalojaron a los importados del mercado nacional, yen 1896

sobrevino la primera de las crisis de sobreproducción que, en lo sucesivo, pondrían periódicamente en jaque a la actividad.

La historiografía coincide en señalar que se trató de una empresa tanto política como económica, ya que la viabilidad de la agroindustria estuvo asociada al

* Conicet-Universidad Nacional de Tucumán.

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74 Daniel Campi y María Celia Bravo

destacado papel que asumieron algunos grupos dominantes del interior del país,

en la construcción del Estado central. Fue precisamente ese protagonismo y la

consecuente influencia política de que gozaron tales grupos particularmente a

partir de 1880- lo que les permitió negociar una especie de redistribución del

"progreso argentino", consiguiendo especiales condiciones para el desarrollo azucarero en las provincias del norte, y vitivinícola en Mendoza y San Juan. En circunstancias en que la inserción exitosa del área pampeana en la economía mundial

potenciaba las diferencias con las otras regiones argentinas, el destino de éstas

estaba en función de su inserción en el modelo agroexportador, lo que sólo era

viable conquistando el usufructo monopólico del mercado interno.

Desde un primer momento, las condiciones que hicieron posible esa expansión fueron el centro de un gran debate político. Se trataba de exenciones impositivas

a la importación de maquinaria, apoyo crediticio y a partir de 1885 protección arancelaria específica, un tipo de intervención estatal diferente en su modalidad, pero quizás no en esencia si la cotejamos con la promoción que el Estado

argentino brindó a las producciones pampeanas, directas beneficiarias de las inversiones públicas que dotaron de la infraestructura básica y crearon un adecuado

marco para la expansión de la agricultura y la ganadería, explosiva a partir de

1880. Las condiciones "especiales" que necesitaban estas agroindustrias encontraban su fundamento en la notable diferencia que tenían sus productos, en relación con su demanda, con los de las fértiles llanuras pampeanas. Mientras estos

últimos destinados a la exportación y con precios relativos en ascenso no

necesitaban de ningún tipo de protección arancelaria, el usufructo del mercado

interno implicaba para el empresariado azucarero argentino garantizarse un corpus

legal proteccionista permanente. En ese sentido, la protección no era una demanda

diseñada para enfrentar una crisis de coyuntura, o la pérdida de eficiencia y competitividad por falta de inversiones, sino un elemento constitutivo esencial del

conjunto de factores que posibilitaran el despegue y posterior desarrollo azucarero

norteño.

La producción historiográfica azucarera argentina nació al calor del virulento

debate que se generó en tomo a la legislación proteccionista. Las polémicas, desarrolladas en el Congreso y en la prensa, discurrieron sobre un conjunto de cuestiones. El aspecto central de la controversia giró en tomo a la necesidad o inconveniencia de establecer políticas de protección y fomento para aquellas industrias

regionales tributarias del mercado doméstico, tema que remitirá, avanzado el siglo

xx, a la pertinencia o no de marcos regulatorios de la producción. Frecuentemente, el debate derivaba hacia el problema de la "viabilidad" de una actividad afectada por un mercado mundial de características especiales y hacia el de la distribución del ingreso global azucarero entre los distintos sectores que participaban del

proceso productivo.

La historiografía ha reproducido los posicionamientos que en el terreno político asumieron los contendientes, importando del mismo ciertas posiciones sin

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constatarlas con suficiente trabajo empírico. En líneas generales, sobre el tema se

han forjado dos versiones: 1) la que considera a la actividad azucarera una aventura especulativa y prebendaria de la oligarquía norteña, antes que un genuino

emprendimiento económico; 2) aquella que la presenta desde una perspectiva

apologética de los industriales azucareros, a quienes considera verdaderos pioneers,

hombres dotados de condiciones y energías especiales que construyeron, a fines

del siglo XIX, una ínsula industrial en el hasta entonces incomunicado y atrasado

norte argentino.

La primera posición ha sido sostenida por autores del prestigio de Adolfo

Dorfman, quien cuestionando el proteccionismo azucarero afirmaba en una

obra que marcó profundamente a la historiografía económica argentina: "[oo.] así

como la falta de una ayuda oportunamente dosificada puede conducir al agotamiento de una industria naciente, de la misma manera su exageración llega a rebasar el concepto de lo equitativo y degenera en prebenda; la seguridad respecto al

precio del artículo y la falta de competencia repercuten en falta de estímulo para

hacer progresar la industria; sobreviene el estancamiento técnico y cunde el desinterés por el aprovechamiento de los subproductos".l

La versión apologética ha sido formulada fundamentalmente por Emilio Schleh

--een justicia, el fundador de la historiografía del azúcar en Argentina ,quien se

desempeñó durante muchos años como gerente-secretario del Centro Azucarero

Argentino y como director de la Revista Azucarera. La obra de Schleh es de consulta obligada para todo aquel que se introduce en el tema. Es autor de clásicos

como La industria azucarera en su primer centenario, 1821-1921 (1921) y Noticias históricas sobre el azúcar en la Argentina (1945), como de insustituibles

recopilaciones de fuentes, tales la Compilación legal sobre el azúcar (14 volúmenes editados entre 1939 y 1950) Y las Estadísticas azucareras (siete volúmenes

publicados entre 1939 y 1947). Pero, más allá del valor que debe reconocerse a un

intenso y sistemático esfuerzo investigativo de casi medio siglo, es innegable que

su visión no superó un límite de hierro: el propósito de justificar históricamente al

empresariado azucarero y de legitimar el predominio político que, por décadas,

ejerció en las provincias norteñas. Por tal razón, la misma ha sido retomada sólo

1 Véase Adolfo Dorfman, Historia de la industria argentina, Solar, Buenos Aires, 1970, pp. 218-

220. Dorfman apoya sus argumentos (tributarios de las posturas que cuestionaron el proteccionismo azucarero) con un conjunto de afirmaciones inexactas. Por ejemplo, en el plano tecnológico la industria

azucarera se renovó de manera ininterrumpida hasta la década de 1940; basta considerar el incremento

constante de la producción azucarera sin que se hayan multiplicado las bocas de molienda. En este

. avance no fue ajena la adopción de nuevas variedades de caña, el uso de fertilizantes y la aplicación de

métodos científicos de cultivo. El contexto de la segunda guerra y la imposibilidad de importar bienes

de capital afectó su reequipamiento, como a la totalidad de industria argentina, pero esto no constituyó

un obstáculo para que se retomara esa dirección en los 60 y 70. Respecto de la industrialización de

subproductos, se realizaron diversas experiencias para producir combustibles, papel, cartón, etc., e incluso llegaron a annarse tractores en talleres de los ingenios a fines de la década de 1920. La causa del

fracaso de estos emprendimientos no ha sido considerada aún por la historiografía.

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por historiadores locales, por lo general vinculados familiarmente con figuras de

ese empresariado, aunque desprovista de ciertos rasgos del pensamiento económico argentino que

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