La Quinta Anauco
roselysarayDocumentos de Investigación17 de Octubre de 2015
3.739 Palabras (15 Páginas)230 Visitas
República Bolivariana de Venezuela.
Ministerio del Poder Popular para la Defensa.
Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada.
Mecánica Dental.
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Sección: D03 Alumna:
Rosely Cartaya.
Caracas, 22 de septiembre de 2015
INTRODUCCIÓN.
En el presente trabajo describimos brevemente los detalles para visitar el Museo de Arte Colonial la Quinta de Anauco, sus horarios de visitas y costo de entrada.
Este museo guarda en sus estructuras grandes historias y recuerdos de nuestro país, así como también de la vida de grandes hombres, como Simón Bolívar; el cual visito esta casa y quedo fascinado por su estructura, fue la última vez que visito a Venezuela cuando se hospedo en la Quinta de Anauco dejando en sus cartas grandes recuerdos de esta casa.
Se encuentra bajo el resguardo de la Asociación Venezolana Amigos de Arte Colonial, a quienes fue donada la Quinta de Anauco hace muchos años y cuyos accesorios les pertenece, pero es un museo nacional el cual todos podemos visitar.
NOMBRE: Museo de arte colonial Quinta Anauco.
DIRECCION: Av. Panteón. San Bernandino. Caracas.
HORARIO DE VISITA: De martes a viernes de 9:00 a 11:30 am y de 2:00 a 4:30 pm.
Sábados, domingos y feriados de 10:00 am a 5:00 pm. Las visitas son guiadas y comienzan cada media hora.
Las instalaciones están cerradas todos los lunes del año, martes de carnaval, jueves y viernes Santo, 1° de mayo y desde el 20 de diciembre hasta el 10 de enero.
ADMISION: Tarifa de 200 bolívares los adultos y 180 los estudiantes.
Exentos de pago los miembros d la Asociación Venezolana Amigos del Arte Colonial, grupos de colegios públicos con reservación previa y usuarios de la biblioteca.
AUTORIDADES DEL LUGAR: Carlos Federico Duarte.
INSTITUCION RESPONSABLE DEL MANTENIMIENTO: Asociación Venezolana Amigos de Arte Colonial.
INSTRUCTIVOS DE VISITA: Actualmente no se entrega ningún instructivo debido a que las personas no los usaban y los dejaban abandonados en las instalaciones en el trascurso de la visita.
HISTORIA.
La Quinta Anauco, es un sitio muy especial, en ella se ha preservado el pasado hispánico de Venezuela, cuando el país aun era una provincia de España, cuando aún no había comenzado la guerra de Independencia.
Esta casa era “una casa de estancia” es decir una casa de campo, situada a las afueras de la ciudad, destinada al recreo, al descanso, para la convalecencia, para huir de los calores, para las épocas de luto familiar y para huir de los contagios durante las epidemias.
La Quinta Anauco fue construida a finales del siglo XVIII, en 1797. La mando a construir el Don Juan Javier Mijares de Solórzano y por ello se conoció entonces por la “casa de Solórzano”. Por testamento, Don Javier se la dejo a su esposa Doña María Gerónima de Tovar, y en poder de la familia de los Mijares estuvo hasta el año de 1821.
Al sellarse la independencia con la batalla de Carabobo, en 1821, la familia Mijares emigro a Curazao. De acuerdo a una ley dictada entonces que decía que las personas que no se integraran a la vida republicana, sus bienes serian expropiados a favor d la nación. El Estado arrendo entonces al General Pedro Zaraza quien falleció poco después en esta misma casa. Luego fue dada en alquiler al General Francisco Rodríguez del Toro, mientras se hallaba como inquilino, la casa fue entregada en pago de una deuda al norteamericano Samuel Forsyth, quien era agente vendedor de armas del ejército patriota.
El 24 de enero de 1827, el Márques del Toro, ofreció un baile y una comida en honor al Libertador. Esa noche se hospedo en la casa hasta el día siguiente. Luego regreso a la casa en los primeros días de julio y permaneció hasta el quinto día cuando partió definitivamente de Venezuela.
Bolívar menciona la casa en su correspondencia como lugar de su predilección y aconsejo al Márques del Toro que comprara la casa. Siguiendo su consejo el Márquez la compro al norteamericano Forsyth, y a partir de entonces comenzó a llamarse “La Quinta de Anauco”, que era como se llamaba esta zona, hoy urbanización San Bernardino.
Francisco Rodríguez del Toro falleció en esta casa en 1851. En su testamento, dispuso que no se dividiera la propiedad. La casa se alquilo a Richard Bigham, quien estableció en la casa la oficina de Legación y el Consulado General y resulto un problemático inquilino.
En 1861 la hermana del Marques, Doña Gertrudis Toro de León, decidió venderla a Don Domingo Eraso, quien en conjunto con su familia decidieron donar la casa a la Nación Venezolana el 27 de marzo de 1958.En el documento de donación se inserto la clausula de que siempre sirva como sede al Museo de Arte Colonial de Caracas y bajo la custodia y dirección de la Asociación Venezolana Amigos del Arte Colonial.
DIVICION DE LA CASA
SALA DE ENTRADA.
Habitación de finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII, con muebles del estilo barroco español hechos en Venezuela. Mesas y bufetes de pies volteados. Escaparates de cuarterones o de chaflán.
Las pinturas son piezas populares de Venezuela, como la Inmaculada Concepción, pintada por Lorenzo de Alvarado (1760 a 1816). El baúl de laca negra, mexicano, traído por los hermanos fundadores del Hospital de San Juan de Dios de La Guaira. Gavetero tallado y policromado en estilo mudéjar proveniente de Trujillo.
RECIBIDO INFORMAL.
La sala de recibo informal sustituía al gran salón principal en el recibimiento de familiares y personas de confianza. Allí se conversaba sin protocolo y se jugaba a los naipes, damas, chaquete o billar. También se llevaban a cabo actividades musicales como el canto, el baile o se interpretaba algún instrumento como la guitarra, el arpa o el clavecín. |
Destacan en esta sala tres "butacas", diseño original de los ebanistas criollos que se caracterizan por su respaldo y asiento inclinados, inspirados en asientos indígenas. Es de notar el interior de las ventanas con dos asientos formados por el espesor de las paredes, llamados "poyos". |
EL ESTRADO.
Recinto generalmente adjunto a la sala, formado por una tarima de madera de poca altura, sobre el suelo y cubierta totalmente por una o varias alfombras. Encima se ponían varios cojines y algunos muebles pequeños como taburetes, sillas, bufetes con sus escritorios o gaveteros y un biombo bajo, para protegerse de las corrientes de aire. Los muros que lo rodeaban se forraban, formando un zócalo llamado rodaestrado, con lujosas telas de damasco, rematadas con molduras pintadas y doradas. En su adorno se gastaban grandes sumas de dinero. |
El estrado proporcionaba un lugar íntimo y libre de polvo de los pisos de ladrillo en los que se podía estar sin temor a ensuciarse. Allí, las mujeres recibían a sus amigas de manera informal. Sentadas en una alfombra o sobre los cojines, leían, tomaban el chocolate, escribían en los bufetillos, tocaban la guitarra o simplemente conversaban. |
EL ESCRITORIO O GABINETE.
Una mesa o un escritorio de tapa inclinada, con múltiples gavetas y a veces con una biblioteca incorporada, papeleras, contadores, sillas y butacas constituían el mobiliario de esta habitación.
El instrumento de trabajo imprescindible era el "recado de escribir" o la escribanía, generalmente hecha de plata, compuesta por un tintero, un plumillero con sus plumas de aves afiladas, un arenillero con arena para secar la tinta y una campanilla para llamar al sirviente o persona que debía llevar el recado o carta; todo puesto sobre una bandeja o salvilla. Una de las butacas que aquí se exhibe, data de mediados del siglo XVIII y la otra es de fines del mismo siglo, quizás construida por el ebanista Antonio José Limardo a quien se le atribuye también la mesa rinconera.
CORREDOR EXTERIOR.
Cubriendo la entrada principal de la casa y permitiendo la entrada independiente a la sala, escritorio y oratorio, está el llamado corredor exterior. Este se utilizaba sólo en ocasiones de grandes fiestas o recibimientos y normalmente para el uso de los que asistían al escritorio o para los que oían misa en el oratorio.
SALA PRINCIPAL.
La sala ocupaba la habitación más grande y lujosa de la casa. Durante el siglo XVIII fue el lugar de recibo protocolar, de gran formalidad.
De los muros colgaban innumerables retratos de familia, láminas, espejos y cuadros religiosos; todo colocado de manera simétrica. Todos los asientos se adosaban a las paredes, para dejar el paso libre a las señoras con sus amplios vestidos. Al momento de sentarse los sirvientes acercarían las sillas al lugar escogido para la conversación.
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