La casa de los altos
abcdario1Monografía21 de Septiembre de 2020
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INTRODUCCION
El siguiente tema “las casas de los altos” ha sido escogido en ocasión del bicentenario con el fin de resaltar las construcciones que se destacaban en el siglo XVII en Argentina.
En este país se crearon las primeras edificaciones de dos plantas como lo son las llamadas casas de los altos, esto se basa en la arquitectura con dos planta, una en la parte superior en donde generalmente eran ubicados los espacios privado, y una planta baja usada por para comercios.
Estas construcciones eran denominadas según el apellido de sus propietarios, como lo fue la primera de ellas: “Los Altos de Uriostes” -Propiedad de la familia Uriostes_.
BUENOS AIRES EN EL SIGLO XIX
Buenos Aires, nacida bajo la influencia española, principalmente castellana y árabe, fue por muchos años una ciudad con características únicamente hispánicas que no pueden soslayarse, aunque con el paso del tiempo haya ido adquiriendo características de otras influencias. Las casas de una planta son lo predominante hasta fines del siglo XVIII; como eran lugares donde vivían familias extensas había numerosas habitaciones que rodeaban un patio central, o a veces lateral, que contaba con un aljibe para abastecer de agua a la calurosa ciudad.
Con el tiempo, ya a fines del siglo XVIII y bien entrado el XIX, estas casas de tipo español, darán paso, en las zonas más céntricas de la ciudad, a los que conocemos como los “altos”: construcciones de dos plantas, con líneas simples, ventanas con balcones de hierro, generalmente con azoteas que cuentan con miradores (especialmente cuando están cercanas a la orilla del río), y numerosas habitaciones que dan a un patio central con baldosas cerámicas o de ladrillos. Comienzan entonces a proliferar las rejas de fino trabajo de hierro forjado siguiendo estilos geométricos y estilizados (muchos pueden verse en algunas casas del llamado barrio sur o Catedral al Sur, como por ejemplo en la esquina de Alsina y Defensa: los conocidos como “Altos de Elorriaga”, e inclusive en la casa de María Josefa Ezcurra, en la calle Alsina).
Los edificios y las partes que componen estas construcciones que van cubriendo Buenos Aires se fueron transformando poco a poco en el transcurso de los siglos XVIII y XIX: pero podemos ver que las fuertes puertas coloniales, de gruesos tableros y grandes clavos, las rejas de hierros verticales ornamentadas con los característicos dibujos en forma de “eses” continuaron siendo usados hasta avanzado siglo XIX.
La tranquila vida de Buenos Aires comienza a acelerar su ritmo a mediados del siglo XIX, transformándose poco a poco de una gran aldea en una urbe moderna y dinámica, con características europeizantes. Crece su economía de la mano del modelo agroexportador; el país se “inunda” de inmigrantes de distintos orígenes, principalmente de italianos que llegan a esta tierra en busca de una vida mejor para ellos y sus familias. Se transforman las casas, que cada vez albergan más habitantes; el patio continúa ocupando un lugar preponderante en la vida de los porteños aunque con algunos cambios: el piso pasa a ser de tierra romana imitación piedra o, en los de mayor lujo, de mármol. Así, con la llegada masiva de los “tanos”, hacia los años ’50 y ‘60 de ese siglo, los edificios comienzan a mostrar la influencia italiana, con sus característicos frentes de ventanas enmarcadas por arcos. Las casas comienzan a tener mayor envergadura, y los patios se ven enriquecidas por la utilización de fuentes de tierra cocida o de hierro fundido, o aljibes de mármol. Dado el clima mediterráneo de la ciudad, los interiores de las casas se llenan de flores y plantas, principalmente jazmines, heliotropos y limoneros. Las puertas se van haciendo más livianas: los tableros en relieve dan paso a los recuadros moldurados, coronando la puerta una reja semicircular... Las rejas dejan de ser rígidas y se curvan, formando finos dibujos que combinan el hierro con palmetas y rosetones de zinc. Similares a las rejas de ventanas son las rejas cancel, que a partir de 1850 aparecen en muchas de las casas cerrando el pasillo de la entrada, dando cierta sensación de intimidad a las construcciones familiares.
Los años siguen pasando. La Argentina continúa su transformación y los inmigrantes europeos son cada vez más numerosos, aportando cada vez más cargados de sus costumbres y tradiciones.... Es así que hacia 1880 comenzamos a notar nuevamente que la influencia europea en la arquitectura porteña cambia: la vida de Buenos Aires cae bajo la influencia francesa y eso se nota en sus construcciones y en la cultura. Francia va a reinar dueña y señora en la ciudad a principios del 1900. Las puertas de calle comienzan a combinar madera con hierro, y una ornamentación más rigurosa y metódica aparece en los edificios.
Buenos Aires, la capital de la República Argentina, comienza a parecerse a Europa, y la Avda. de Mayo es el ejemplo más claro de ese momento: edificios de varios pisos, techos con mansardas y cúpulas octogonales le daban ese aire de pujanza y poderío ansiado... aunque no todos disfrutaran de ello.[pic 1]
LOS ALTOS DE URIOSTE (1804)[pic 2]
En la esquina de La Plata-ex Las Torres y Universidad-ex Victoria (Rivadavia y Bolívar) se construyó la primera casa de dos pisos altos de Buenos Aires, llamada de Urioste. El intermedio era muy bajo, probablemente por el temor del constructor, cuyo nombre se ignora, de elevarse con un edificio a una altura fuera de la común. La planta baja estaba ocupada por una fábrica de sombreros propiedad del señor A. Tartieri, que confeccionaba los alerones que usaban los gauchos y a la vuelta una relojería de un francés llamado J. Gambus
En primer plano, a la derecha, se observa 'los Altos de Urioste'(demolido en 1913 para abrir Diagonal Norte), primera casa de tres pisos edificada en Buenos Aires. Como el piso intermedio era más bajo, se la conocía como la casa 'de los dos pisos y medio'. A su lado, la finca de Bolivar 11, fue adquirida por el Gobierno para ser obsequiada al Gral San Martín por sus triunfos en Chacabuco y Maipú. Cuando San Martín se fue del País, don Manuel de Escalada vendió la propiedad a don Miguel Riglos. El balcón de esta casa fue famoso por sus festejos. Se la conocía como 'los Altos de Riglos'. Siguiendo hacia el sur, medianera por medio, estaba el Departamento de Policía (demolido en 1889 para abrir Avda de Mayo), y luego el Cabildo. Pasando el Cabildo, sobre mano izquierda, se observa el mirador de 'los altos de Crisol'. Y también -en primer plano- la verja de la Catedral para protejerla de los Caballos.
Los altos de Crisol (época de 1805)[pic 3][pic 4]
Actualidad[pic 5]
Su perímetro estaría hoy señalado por las calles Belgrano, La Rioja, Moreno y Catamarca, ocupando esas dos manzanas del actual barrio de Balvanera.
El 2 de noviembre de 1805 don Manuel Prado vendió a Miguel Wassermayer, en tres mil pesos fuertes, un terreno compuesto de una cuadra de frente por dos cuadras de fondo, situado en el ejido de la ciudad, ese ancho marco verde del cuadro urbano compuesto de quintas y chacras, cercadas de pitas y tunas, como acertadamente describiera Groussac.
En 1809 , Agustín Olavarrieta, director general de Rentas de Chile, próximo a seguir viaje con ese destino y por poder de su hermano político Miguel Wassermayer, vendió la quinta con su edificio y los árboles frutales que en ella había, a Bernardo Carballo.
Muchos años estuvo la quinta en poder de este último, pues recién la enajenó a fines de 1826. Su comprador fue un brasileño llamado Juan Bautista Romero, quien también la conservó por un largo período, vendiéndola en 1851 a Juan Crisol. En la escritura se comete el error de ubicar a la quinta “en la dirección de la calle Santa Clara, antes Potosí” por cuanto éstas fueron denominaciones que tuvo la actual calle Alsina y el inmueble estaba sobre la calle que hoy recuerda al prócer Mariano Moreno. Era la resultante de la confusa idea que, sobre estos arrabales, tenía la mayor parte de la gente de aquel entonces.
Juan Crisol había nacido en Mallorca, “Reino de España”, y era hijo de José Crisol y Margarita March. Estuvo casado en primeras nupcias con Felisa Gándara de quien tuvo siete hijos: Juan, Felisa, Inés, Rosa, Margarita, Miguel y Benito. Al quedar viudo, contrajo matrimonio con Petrona Giadas, naciendo de esta unión una sola hija a quien se le impuso el nombre de su madre. El primero de los hijos nombrados se radicaría en Córdoba y sería el autor de un proyecto de ampliación de esta ciudad cuya ejecución se vio entorpecida por la crisis de 1890.
Acaudalado comerciante y hacendado, Crisol tuvo negocios en común con Alejo Arocena y, sobre todo, con Ambrosio Plácido Lezica, de quien era socio. Su relación con este último se extendió más allá de lo puramente económico, pues en su testamento no sólo lo designa albacea, sino que le encomienda la tutoría de los hijos del primer matrimonio. La sociedad existente entre ambos giraba con un capital que rondaba los cuatro millones y medio de pesos. Crisol explotaba, además, dos estancias en Arrecifes y otra en Bragado y había tenido un saladero en la Recoleta y una chacra en Punta Chica, Partido de San Isidro.
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