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La masacre de Bojayá (Chocó)

S3L3N1TY23916 de Diciembre de 2014

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La masacre de Bojayá (Chocó) fue un hecho culmen en la larga cadena de violencia que han vivido y que siguen viviendo las comunidades negras e indígenas del Bajo y del Medio Atrato desde tiempo atrás. Ocho años han pasado desde aquel 2 de mayo de 2002, cuando 79 personas murieron luego de que guerrilleros de las FARC lanzaron un cilindro bomba contra la iglesia de Bellavista (cabecera municipal de Bojayá), durante un enfrentamiento con paramilitares de las AUC.

LA MASACRE OCASIONÓ EL DESPLAZAMIENTO DE 5.771 PERSONAS A QUIBDÓ.

El 2 de mayo de 2002, aproximadamente 80 personas murieron (entre ellos 48 menores) luego de que guerrilleros de las FARC lanzaran un cilindro bomba, durante un enfrentamiento con paramilitares de las AUC, contra la iglesia de Bellavista (casco urbano del municipio de Bojayá) en donde la población se refugiaba.

Este hecho representa un hito en la larga cadena de violencia que ha vivido nuestro país, a la vez que es un punto culmen de la degradación del conflicto armado que aún padecen las comunidades afrodescendientes e indígenas del medio Atrato y del departamento de Chocó. Esta acción violenta evidenció la violación de todas las normas del Derecho Internacional Humanitario por parte de los grupos armados, así como las fallas del Estado colombiano en su obligación de velar por la integridad de esta comunidad.

Memoria Histórica (MH) presentó públicamente este informe el 24 de septiembre de 2010, durante la III Semana por la Memoria, en la sede del Archivo General de la Nación en Bogotá; y en los lanzamientos regionales realizados el 18 y 19 de noviembre de 2010 en Bellavista-Bojayá (Chocó) y Quibdó (Chocó), respectivamente.

Como apoyo a esta investigación MH presentó el documental Bojayá: La guerra sin límites, cuyo estreno se llevó a cabo durante la III Semana por la Memoria (jueves 23 de septiembre) y fue proyectado también durante los lanzamientos regionales.

Masacre de Bojayá: las víctimas no olvidan

miercoles 02 de mayo de 2012 Se cumple una década de uno de los crímenes de guerra más atroces del conflicto colombiano. Un templo repleto de civiles fue atacado con bombas de gas en medio de un enfrentamiento entre miembros de las Farc y de los paramilitares. 79 personas murieron. Así están las cosas 10 años después de aquel 2 de mayo de 2002.

El español Paco Gómez Nadal fue uno de los pocos periodistas que se encontraban en la zona cuando ocurrieron los hechos. Cuenta como, a pesar del sinnúmero de actos de guerra que se suceden en el conflicto colombiano, la masacre de Bojayá causó tal grado de conmoción que cuando dejó la zona días después, se sintió como un sepulturero. “El valor simbólico de este crimen de guerra es terrible; el que hayan muerto tantos menores (45) y tantos civiles dentro de un templo católico en donde ellos se sentían a salvo, dejó un impacto sicológico muy fuerte “. Gómez Nadal cree que por ello muchas de las víctimas ni siquiera han podido regresar de visita a sus antiguos hogares.

La de Bojayá, es una de esas masacres que demuestran que sean cuales sean los argumentos detrás, la guerra es un sinsentido. En la selvática zona del medio Atrato colombiano y según los relatos, desde el 30 de abril del 2002 se habían venido intensificando los enfrentamientos entre las Farc y los paramilitares por el control del territorio. El día 2 de mayo, ante la proximidad del conflicto, la población se refugió en la iglesia por considerarla el único lugar seguro de la región. Sin embargo, ni los paramilitares ni los guerrilleros tuvieron reparo en utilizarla como escenario de guerra. Los primeros se apertrecharon detrás de sus muros y los segundos, sin miramientos, lanzaron sobre ella dos bombonas de gas que mataron a la mayoría de los que estaban dentro, y dejaron gravemente heridos a los demás.

Gómez Nadal, quien relató los hechos en un libro titulado “Los muertos no hablan”, y quien presenta ahora una versión revisada del mismo, se lamenta del silencio y abandono estatal durante estos diez años. “Uno relee el libro y pareciera que el tiempo no hubiera pasado, o al menos que la justicia no hubiera acontecido. Yo creo que ha habido un manto de olvido, que es lo que suele pasar en Colombia: una masacre entierra a otra, un suceso entierra a otro, pero además con un estigma mucho peor, pues en los últimos años el país decidió que ya había entrado en un periodo de post conflicto y así las cosas, las víctimas han quedado sin saber la verdad y sin un proceso de reparación serio por parte del Estado”.

Una década después, el miedo persiste

La masacre de Bojayá marcó para siempre la vida de las comunidades de la región chocoana colombiana; una amplia zona selvática con abundantes recursos naturales y escasísima presencia estatal.

Herlyn Perea Chalá, líder y presentante del Comité 2 de Mayo de víctimas de Bojayá, durante su intervención en el acto que tuvo lugar en Bogotá y que dio inicio a esta conmemoración de los diez años de la masacre, habló del dolor y el miedo que aún persisten. “Han pasado diez años, pero las heridas y las consecuencias se pueden sentir aún en el Medio Atrato, como si estuvieran tan frescas que nos produce escalofríos tener que recordarlas. El conflicto en la región ha cambiado sus formas desde la masacre, y las comunidades nunca volvieron a ser las mismas ni a recuperarse, ya que los sucesos no dan tiempo ni para comprenderlos. Después de diez años de sufrimiento debemos estar atentos para recibir el otro golpe. Es una cadena de muerte que no termina”.

La masacre no solo dejó decenas de muertos y heridos, sino una población desplazada. “El municipio de Bellavista quedó desolado”, cuenta Jesús Alfonso Flórez, de la Diócesis de Quibdo, quien calcula que por lo menos unas 7.000 personas salieron huyendo, inmediatamente después de lo ocurrido.

Invisibles ante el Gobierno

El Chocó ha sido tradicionalmente una región olvidada por los gobiernos colombianos de turno. Y a pesar de haberse ganado un espacio en la historia, gracias a tristes hechos como lo de Bojayá, aún persiste el abandono. Quizás por ello, el gobierno Nacional no reaccionó a las alertas que se presentaron semanas antes de la masacre, denunciando la presencia de grupos armados irregulares en la región y urgiendo la protección inmediata de la población civil.

La masacre de Bojayá copó por entonces todos los titulares de la prensa nacional y de algunos medios internacionales. Incluso se hicieron presentes en la zona varias misiones humanitarias. Sin embargo, una vez apagados los focos de la prensa, las víctimas de Bojayá se tornaron invisibles. Hoy denuncian la indiferencia de las autoridades frente a sus reclamos, y algunas han perdido la esperanza en una reparación. Jesús Alfonso Florez dice que, en términos de justicia, en los hechos de Bojayá ha habido una total impunidad y agrega que todas las veces que se invita a las autoridades para visitar la zona y dialogar con las comunidades, éstas no asisten.

Pero no desisten. En esta conmemoración de los diez años, las víctimas han vuelto a invitar a las autoridades a que participen en una mesa de concertación que tendrá lugar el 1 de mayo en la misma población de Bellavista. Se trata de un escenario de diálogo que permita llegar a acuerdos que garanticen el resarcimiento de los derechos vulnerados de las víctimas; conocer la verdad sobre todos los hechos violentos en su contra y la aplicación de la justicia en contra de los perpetradores de los crímenes. Y al mismo tiempo que ponen sobre la mesa sus reivindicaciones, recuerdan a sus muertos y rezan para que tragedias como ésta nunca más se repitan.

CONFLICTO AZOTA EL CATATUMBO

Las 250 acciones armadas, perpetradas en el 2011 por las Farc y el Eln, en el Catatumbo, convierten a esta zona como la segunda del país en conflictividad, después del Cauca, donde hubo 323 acciones en este mismo periodo, sostienen analistas de la Corporación Nuevo Arcoiris.

Los atentados a los oleoductos, los carrobomba activados en poblaciones y los ataques a integrantes de la Fuerza Pública, sufridos también por los civiles, obligaron al Gobierno Nacional a reforzar sus esfuerzos en combatir a los violentos en la región.

La situación es tan compleja que entre el jueves y el domingo pasado, hubo seis atentados de los grupos armados ilegales contra distintos objetivos. A esta situación se le agrega la de los líderes comunitarios de Tibú, que denunciaron amenazas en su contra por las estructuras armadas ilegales.

Camilo* es uno de esos líderes que lleva más de 15 años trabajando por la comunidad. El domingo, mientras se dirigía a comprar algunos víveres, fue interceptado por dos hombres que le intimidaron. "Si vas a seguir con esos trabajos, te vas de acá o ya sabes que te pasa".

Según el líder, estas amenazas provienen de la entrada nuevamente a la región de "los Urabeños".

Ante la situación de violencia que se vive en la zona, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, manifestó que "vamos a incrementar puestos y puntos de control en las cabeceras municipales y el control vial en las zonas de acceso", aunque no precisó el número de uniformados que llegará al Catatumbo.

Pinzón agregó que los últimos ataques de las Farc se presentaron como retaliación ante las acciones de la Fuerza Pública.

"Aquí

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