La violación de los derechos humanos laborales en la ciudad de México de Población indígena
Ranfis Esquivel ManzanoEnsayo13 de Febrero de 2022
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Índice [pic 2]
La violación de los derechos humanos laborales en la ciudad de México de Población indígena[pic 3]
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Derecho al trabajo y derechos humanos laborales de los pueblos y las comunidades indígenas
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Vulnerabilidad de los trabajadores migrantes en México desde la perspectiva de los derechos humanos
Derecho al trabajo y derechos humanos laborales de las personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo[pic 6]
La justiciabilidad de los derechos humanos laborales de las mujeres y la infancia en México[pic 7]
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Ley general de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia
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Caso de violación al derecho de las mujeres a acceder a una vida libre de violencia
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Los derechos humanos, condición dispensable para el desarrollo social de la juventud
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Conclusión
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Bibliografía
TEMA
DETERIORO DE LOS DERECHOS HUMANOS LABORALES EN MÉXICO
1. La violación de los derechos humanos laborales en la ciudad de México de Población indígena.
Es indudable que México es un país tanto multicultural como pluriétnico, pues su población no únicamente se caracteriza por su gran diversidad sociocultural, sino también por su variedad lingüística y étnica. Según el Conteo de Población y Vivienda 2020 (INEGI 2020), en México hay un aproximado de 7,364,645 millones de indígenas, quienes conservan cerca de 85 diferentes lenguas y dialectos, demostrando la riqueza étnica que actualmente aún impera en el país. Sin embargo, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, considera que a pesar de la característica positiva que puede significar la conservación de la historia viva de un país, los pueblos indígenas enfrentan muchos desafíos y sus derechos humanos son violentados constantemente.
De igual forma, según la CONAPRED y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), aunque la Ciudad de México es una de las zonas con mayor acumulación urbana de población de carácter indígena en el país, la discriminación es latente, lo que lleva a que aquellas personas que por su apariencia o su lengua sean señalados como indígenas, solo puedan conseguir trabajo como albañiles, vendedores ambulantes, personal de limpieza, o si tienen suerte, entrar a alguna empresa, aunque difícilmente ocuparán algún puesto de mando. De esta forma, pobreza y discriminación parecen ser dos situaciones que se entretejen en una compleja trama, en la que la economía moderna parece cerrar sus puertas ante los indígenas, no permitiéndoles oportunidades de desarrollo laboral o bien, marginándolos a aquellas actividades de bajo nivel, por considerar que sus capacidades son inferiores a los del resto de la población.
Ahora bien, el impacto de la economía en los derechos laborales se comprende si se observa desde una perspectiva global, y para retratar cómo se viven en una ciudad como la capital de México no se deben perder de vista los acontecimientos internacionales. Así, tejiendo lazos entre lo local y lo internacional, buscando relacionar los efectos de la crisis económica con el ejercicio de los derechos laborales en la ciudad de México, haciendo énfasis en los diversos grupos que la habitan, y en particular en los pueblos indígenas, y partiendo de la óptica de los derechos humanos y del derecho a la no discriminación.
Durante décadas las poblaciones de América Latina han vivido inmersas en una aparente estabilidad económica. El Estado mexicano le apostó al crecimiento económico y a la productividad como la mejor vía para generar empleos, y poco a poco fue delegando a terceros actores, principalmente a las empresas, sus obligaciones de respetar, promover, garantizar y proteger los derechos laborales.
Tales cifras enuncian claras violaciones a los derechos laborales, ya que no se garantiza ni el acceso a un empleo ni mucho menos seguridad social ni un ingreso suficiente para vivir con dignidad. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) menciona como uno de los impactos de la crisis el efecto desánimo,2 es decir, aquellas personas que perdieron su empleo se han retirado del mercado laboral ante la imposibilidad de conseguir otro. Por ello, hay que dimensionar los impactos de la crisis del empleo. No sólo se reflejan negativamente en los bolsillos de las familias, sino que los daños psicológicos y emocionales, individuales y colectivos, ponen en riesgo el desarrollo de las futuras generaciones. Además, en el presente los diversos grupos de población que componen la sociedad, entre ellos las personas indígenas, son excluidos y discriminados.
Los gobiernos han planteado resolver el problema en instancias de coordinación internacional. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) planteó contrarrestar las repercusiones de la crisis en el ámbito social colocando el concepto de trabajo decente en el centro de las políticas públicas. Sin embargo, estas no han podido solucionar el problema principal: la generación de empleos; y resultan asistencialistas, sobre todo para aquellos grupos en riesgo de perder contacto con el mercado de trabajo.
La ciudad de México es particularmente diversa si hablamos de grupos sociales. Al recorrer su enormidad, a partir del empleo, nos encontramos con: mujeres trabajadoras, niñas y niños explotados laboralmente, jóvenes sin oportunidades, adultos mayores empleados precariamente, trabajadores y trabajadoras sexuales sin seguridad social ni sanitaria, y migrantes indígenas lo hacen en el sector informal, entre muchas otras situaciones. Toda esta población convive en situación de desventaja.
Si algo caracteriza a la Ciudad de México, desafortunadamente es la desigualdad y la discriminación en razón de la actividad. Entonces, el gobierno está obligado a atender estos casos de manera especial para garantizar su acceso a un empleo y revertir su particular situación de marginación.
La ciudad no es un espacio natural para los pueblos originarios. A partir de la crisis económica muchas familias indígenas que han visto agravada su situación económica, dejan sus comunidades atraídas por los centros urbanos, siempre buscando mejores condiciones de vida.
Sin embargo, al llegar son discriminadas en todos los ámbitos, sobre todo en el laboral. Consigo traen una gran variedad de culturas, lenguas y cosmovisiones, pero debido al desconocimiento sobre este grupo frecuentemente se les estereotipa y estigmatiza por su origen étnico, aspecto físico o vestimenta, es decir, no se les respeta y se anulan sus derechos individuales y colectivos. En el mercado laboral de la ciudad de México las personas indígenas sólo pueden colocarse en trabajos considerados “más sucios”, peligrosos o degradantes, aunado a que no cuentan con protección legal o ésta es ineficaz, con lo que se les impide que se asuman como ciudadanas y ciudadanos plenos.
Es uno de los grupos que sufre mayor discriminación en cuanto al ingreso, sobre todo las mujeres, ya que 44.6% recibe de uno a dos salarios mínimos al mes, mientras que en los hombres el porcentaje es de 52.1 por ciento.4 Pero dentro de los mismos pueblos indígenas existen grupos que por su condición de sexo y edad ven aún más violentados sus derechos laborales. Así, destaca la situación de las mujeres, los niños y las niñas, y las y los jóvenes. Los niños y niñas migrantes son obligados a abandonar la escuela para ayudar al ingreso familiar y terminan atrapados, al igual que sus familias, en redes de comercio informal. De ahí que sea muy común observar a niños y niñas indígenas en las esquinas o vagones del metro ofreciendo diversos productos.
Asimismo, entre los y las jóvenes de 12 a 14 años se registra un alto índice de deserción escolar debido a que por la necesidad de obtener un ingreso se incorporan a temprana edad en el mercado laboral. Se desempeñan en trabajos donde se requiere una mano de obra poco calificada; en las mujeres destaca que 57% de las indígenas que residen en la ciudad de México laboran en el ámbito doméstico, mientras que los hombres lo hacen en el sector de la construcción y otros se dedican al comercio en la vía pública. Las mujeres indígenas son consideradas las “encargadas del hogar” y tienen como única opción emplearse en el trabajo doméstico, desde ahí comienza su marginación con sobrenombres que van desde las chachas, sirvientas, marías, criadas, enfrentando así la desvalorización de su labor.
Por lo mismo, el trato hacia las empleadas del hogar no resulta muy digno, lo que se refleja en inseguridad y falta de protección legal, pese a que la Ley Federal del Trabajo en su capítulo XIII habla sobre el trabajo doméstico. Muchas de ellas no cuentan con contrato escrito, mucho menos seguro social o jornadas laborales justas (más de ocho horas). Su vida laboral transcurre sin salarios justos y sin fondo de jubilación.
La discriminación en el mercado laboral de la ciudad de México coloca a las personas indígenas en los trabajos más peligrosos o degradantes y sin protección legal, lo que les impide asumirse como ciudadanas y ciudadanos con derechos humanos plenos.
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