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Las empresas multinacionales frente a la crisis


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2013  •  Tutoriales  •  3.869 Palabras (16 Páginas)  •  455 Visitas

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LAS EMPRESAS MULTINACIONALES FRENTE A LA CRISIS

LAS RAZONES DE LA CRISIS ACTUAL

Charles Michalet,

Editorial PUF, París, 1985

CAPITULO I: El modelo “Fordista” (extractos)

A principios del siglo XX un industrial genial hizo un análisis opuesto al que predominaba en la época – incluso era contrario al de la mayoría de los industriales. Según la doctrina económica, en nombre del respeto a la libre competencia y al juego de los mecanismos del mercado, los salarios deberían determinarse en el mercado, de la misma manera que el precio de cualquier mercancía. La abundancia de la oferta de mano de obra, así como una industria todavía embrionaria, hacia que éstos se fijaran en niveles muy bajos, cerca del mínimo vital para la subsistencia.

Los empresarios se felicitaban por ello, pues sus costos de producción se reducían en la misma proporción. Por otro lado, esto aseguraba el orden social. Más aún, la introducción de métodos de organización científica del trabajo – parcelización de las tareas, trabajo en líneas de montaje...- es decir el llamado “taylorismo” permitía un considerable aumento de la productividad. La convergencia de estas dos características iba en el sentido de minimizar los costos unitarios. Así las cosas, todo encajaba y se estaba en el mejor de los mundos.

Sin embargo, cuando Henry Ford introdujo, en 1914, el principio de los “cinco dólares diarios”, consiguió alborotar al conjunto de la industria norteamericana y, también, a la industria mundial.

El reconocimiento de un salario mínimo que podía ser superior a aquel determinado por las “leyes de hierro” del capitalismo no respondía, sin embargo, a motivaciones exclusivamente filantrópicas. Lo que Henry Ford había comprendido era la contradicción inevitable que se planteaba en los momentos en que se llevaba a cabo la transición a una economía de producción masiva, al mismo tiempo que se seguía manteniendo el poder adquisitivo de los trabajadores en niveles sumamente bajos.

Ford fue uno de los primeros en comprender que para poder vender su producción, no solamente le bastaría con que esta fuera adquirida por los sectores de altos ingresos, si no que era necesario que los obreros de sus fábricas pudiesen comprar su propia producción.

Evidentemente, este razonamiento no era viable económicamente si se planteaba al nivel de una sóla fábrica. Pero los asalariados de la Ford no eran los únicos consumidores potenciales. El modelo “fordista”, por lo tanto, significaba la extensión del raciocinio “microeconómico” de Henry Ford del nivel de la empresa, al nivel “macroeconómico” de la sociedad en su conjunto.

Esta transición fue facilitada por las concepciones revolucionarias de J.M.Keynes, quien justificó teóricamente, contrariamente a las concepciones del liberalismo dominante, que el Estado debería intervenir para que se pueda llevar a cabo la realización del equilibrio económico. No hay que perder de vista que la crisis de 1929 estalló entre el discurso del empresario Ford y el del economista Keynes.

Ahora bien, la explicación de la crisis de 1929 reside en el ahondamiento creciente entre el valor de la producción que sale de un aparato productivo cada vez más eficiente, y la demanda efectiva, la cual era insuficiente para absorber la producción. Keynes hizo comprender que la motivación a la inversión por parte de los empresarios y, al mismo tiempo, la salida de la crisis, era función de sus expectativas con respeto a los mercados para sus productos.

Para darles confianza, era insuficiente creer (como lo creía el Presidente norteamericano Hoover) que los mecanismos del mercado podían restablecer el equilibrio espontáneamente y que, según la fórmula de Hoover “la prosperidad estaba a la vuelta de la esquina”.

Para Keynes, la intervención del Estado era necesaria. Un salario mínimo debía ser establecido por la ley y se debían efectuar transferencias a los trabajadores que perdieron sus empleos, buscando así una menor repartición desigual del ingreso.

La propensión al consumo de las personas con bajo poder adquisitivo es superior a la de los ricos y potentados. Por una feliz coincidencia, entonces, las preocupaciones por la justicia social y por la reactivación económica, se encaminaron en el mismo sentido. El “Estado del Bienestar” (“Welfare State”) le daba un segundo aliento al capitalismo golpeado por la crisis económica, el nazismo y el primer estado que se reclamaba del socialismo. Mas adelante, la II Guerra Mundial le dio el primer empujón para salir de la crisis, pero no fue ésta una situación duradera, incluso si la guerra fría permitió prolongar sus efectos sobre la economía.

Sin embargo, la construcción Keynesiana, reforzada y proseguida por la “economía fordista”, pareció que podía sacar definitivamente a las economías llamadas “mixtas”, de la era barbárica de las crisis recurrentes. Veamos como lo hizo.

La regulación y su crisis

El funcionamiento del modelo fordista reposa en las características de regulación de la economía. Por regulación debemos entender un conjunto de procedimientos institucionales que permiten compatibilizar los comportamientos de los consumidores, de los empresarios, en breve, de todos los agentes microeconómicos, con las restricciones provenientes del equilibrio económico global de la sociedad.

El objeto de la regulación es la realización de un equilibrio entre la tasa de crecimiento más elevada posible de la producción y la progresión paralela de la demanda solvente, es decir aquella que se asienta sobre un poder de compra determinado.

Además, este equilibrio debe estar predeterminado – “ex ante”- dicen los economistas – y no “ex post”, es decir como resultado final de una gran cantidad de decisiones tomadas por un gran número de actores económicos. Si las condiciones de un tal funcionamiento pueden institucionalizarse, entonces, se afirma, las crisis de sub-consumo del tipo de 1929, se superan definitivamente. A lo más habría recesiones, a saber disminuciones temporales del ritmo de crecimiento. Los grandes “shocks” brutales y su secuela de sufrimientos parecía que podían ser descartados.

Pues bien, eso es lo que pareció que se había logrado desde fines de la guerra hasta fines de los años 60, es decir durante un cuarto de siglo. ¿Cuáles son, entonces, los mecanismos milagrosos que permitieron la

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