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Lenguaje inclusivo, machismo y la mutabilidad de la lengua


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2019  •  Monografías  •  2.010 Palabras (9 Páginas)  •  239 Visitas

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Lenguaje inclusivo, machismo y la mutabilidad de la lengua

En el movimiento feminista de los años setenta se planteó la necesidad de visibilizar a la mujer y cuestionar su papel, no solo en la vida diaria, sino también a la hora de usar el lenguaje. Las feministas tomaron la palabra "todos" y se interrogaron dónde estaban las mujeres, y al hacerlo, avanzaron hacia una comprensión de la lengua como una discriminación de género. Esto dejó en evidencia jerarquizaciones que propone la lengua al usar un masculino genérico.

Más adelante, emerge una crítica trans al carácter binario de la lengua. Se plantea que ni un sexo, ni dos sexos (ni todos y todas) son suficientes para un lenguaje inclusivo. Por lo que, para alcanzar este punto, se sugiere el uso de la "X" o la "@" (todxs o tod@s). Ambos símbolos fueron muy utilizados por mucho tiempo, principalmente en la comunicación virtual. Sin embargo, luego fueron cambiados por la "E", ya que, a diferencia de los otros, puede interferir tanto en la escritura como en la dicción. Este nuevo intento por visibilizar a todos los individuos de la sociedad se ha popularizado en el último tiempo en jóvenes y adolescentes vinculados con el feminismo que incluso han llegado a naturalizarlo y usarlo coloquialmente.

Sin embargo, este problema, planteado hace ya varias décadas, ha tenido repercusión en todo el país hace relativamente poco tiempo. En el marco del debate por el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, una estudiante del colegio Carlos Pellegrini hablo de "diputades" y "nosotres", entre otros, provocando que el tema se volviera tendencia en todos los medios de comunicación.

De esta manera, la crítica hacia el machismo en la lengua castellana se ha instalado en la sociedad argentina como una de las controversias más grandes de la actualidad. Y, a pesar de que muchas personas se burlen de él, este debate ha causado que muchos especialistas y personas de renombre se planteen la situación y se manifiesten a favor o en contra de ella.

Sin duda, cualquier postura sobre el sexismo lingüístico, independientemente de su contenido, deja ver también una postura sobre el carácter mutable de la lengua, sea el autor consciente de ello o no. Y, al mismo tiempo, cada postura está acompañada de una concepción del machismo y la desigualdad de género que existe tanto en la sociedad como en una de sus reglas de organización más importantes, como lo es la lengua. Por lo tanto, estamos hablando de dos cambios, uno que corrija a la sociedad de su índole machista, y otro que haga lo mismo con el lenguaje. Y, además, este último se relaciona con los cambios en la lengua en general.

Una de las posturas más importantes es la de Ignacio Bosque que, al ser miembro de la Real Academia Española, representa las ideas de esta institución también. Este lingüista español tiene una opinión bastante conservadora del tema, él afirma que la verdadera lucha por la igualdad consiste en tratar de que esta se extienda por completo en las prácticas sociales y en la mentalidad de los ciudadanos y que no tiene sentido forzar las estructuras para que constituyan un espejo de la realidad (Bosque, 2012). De forma que, Bosque reconoce el componente machista en la sociedad y que es necesario corregir tal problema, pero está en contra de que este cambio sea trasladado a la lengua. Sin embargo, al decir que se fuerzan las estructuras para que se conviertan en un espejo de la realidad, al mismo tiempo está reconociendo, de forma inconsciente tal vez, que actualmente estas estructuras no son un espejo de la realidad. O sea que, la lengua no está reflejando o visibilizando a todos los individuos de la masa social. Esto se contradice, en parte, con su afirmación de que el masculino genérico no es discriminatorio.

Una mirada muy diferente es la de José Del Valle (2018), filólogo chileno, que dice que las transgresiones lingüísticas, como el lenguaje inclusivo, desenmascaran la ideología política de la norma transgredida que, gracias a los procesos ideológicos de naturalización, se beneficia de su reproducción acrítica. Y con respecto a la noción de cambio Del Valle dice:

  …está en curso una transformación que aspira a privarnos de nuestros privilegios en tanto que hombres y que invita, a hombres y a mujeres, a considerar su complicidad en la reproducción de la desigualdad. Y un cambio de tal porte […] no se consigue con una simple cirugía gramatical y una autoridad normativa que, por un lado, sea capaz de imponer portavoza, todes y compañerxs pero, por otro, ignore el verdadero ámbito de relevancia de estas innovaciones. Hacia el cambio se procede entendiendo el lenguaje como práctica social siempre disputada e inscrita por ello en la vida política. No vaya a resultar que todo el mundo acabe diciendo y escribiendo portavoza, todes y compañerxs y el patriarcado siga (casi) intacto. (Del Valle, 2018)

Esto no solo nos quiere decir que este autor está a favor tanto del cambio en la lengua como en la sociedad, sino que ambos cambios se necesitan mutuamente y deben darse al mismo tiempo. Una corrección en las normas gramaticales no sirve de nada si las prácticas machistas no se corrigen también.

Otra postura muy interesante es la de la escritora y ensayista argentina, Beatriz Sarlo. Ella aclara que los cambios en el habla y en la escritura no se imponen desde las academias ni desde la dirección de un movimiento social, no importa cuán justas sean sus reivindicaciones. Para argumentarse utiliza los ejemplos de black y gaucho, cuyos significados sufrieron transformaciones gracias a modificaciones en lo social. De esta manera, Sarlo nos dice que el único camino posible hacia la visibilización de la mujer y el colectivo trans en la lengua es esperar que la victoria en las luchas por la igualdad de género resulte, como en los ejemplos, en cambios de larga duración (Sarlo, 2018).

Gracias a lo dicho anteriormente, podemos decir que Sarlo reconoce que la sociedad es machista y, a diferencia de Bosque, que este machismo se refleja en la lengua. Sin embargo, está en contra del lenguaje inclusivo al considerar que los cambios en el habla no pueden ser impuestos. A diferencia de Del Valle, ella afirma que los cambios en la sociedad y en la lengua no van de la mano, sino que primero debe ir la sustracción de la falocracia en lo social, y luego esta corrección se verá reflejada en el lenguaje, como sucedió con black y gaucho.

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