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Reflexiones para un lenguaje inclusivo


Enviado por   •  19 de Marzo de 2023  •  Monografías  •  921 Palabras (4 Páginas)  •  152 Visitas

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Reflexiones para un lenguaje inclusivo

Bien sabemos que la palabra genera mundo, ciertos mundos y no otros. Aquello que no mencionamos no existe y a su vez, según el modo de hacerlo se “pinta una aldea”. Es decir, el lenguaje se construye y construye, es una convención social. El lenguaje construye realidades y deja por fuera otras, no es ingenuo, es uno de los mecanismos de poder más efectivos y potentes para quien lo emplea y quien lo produce.

Qué se dice, quién habla y quién es el que recibe el mensaje o a quién está destinado marca ciertas pautas discursivas. Por lo general, damos por hechas muchas de las cuestiones que atraviesan el lenguaje y quizás hay que reflexionar sobre su uso, esto es desnaturalizar lo naturalizado.

Nos hemos ido dando cuenta que, con el fin de evitar cierta violencia y discriminación, hay ciertas palabras- o las formas en que se las emplea- que han dejado de utilizarse, eran hirientes o se las usaba de manera insultante, el discurso, los modos de nombrar generaban entornos hostiles, violentaban subjetividades. Mientras tanto, otras nuevas formas de nombrar se inventan y muchas existentes toman notorio protagonismo.

Por ejemplo, hay un aspecto del lenguaje que viene siendo abordado desde el feminismo. Los movimientos feministas marcan un territorio de disputas discursivas referidos por ejemplo a la relación de poder y el sometimiento de las mujeres. En lo que se refiere al castellano, su carácter binario ha jugado un papel fundamental para prevalecer al varón por sobre la mujer, en tanto que la mayoría de las palabras que se relacionan con posiciones de poder inicialmente eran sólo masculinas, toda vez que aquellos espacios eran ocupados por los varones.

Si se quiere hablar del Ser Humano, se utiliza el vocablo “hombre” y no "mujer”. Si en plural quisiéramos referirnos a quienes recién nacen, diremos “los bebes” y no “las bebas”. La mujer, las mujeres, lo femenino, ha tomado y ganando terreno en la vida social, ,cultural, pública y laboral, y muchas de esas palabras masculinas pasaron a feminizarse, como “funcionario y funcionaria” “director y directora”, etc.

El feminismo también ha ido señalando el nivel y las formas de poder en juego que operan a través del lenguaje, el nivel de violencia e inequidad que conlleva y ha conllevado la utilización de ciertas palabras y no otras. Aún hoy, vemos que, si en un curso hay ocho alumnos y dos alumnas, para referirnos a la totalidad diremos “los alumnos”, y si fuera a la inversa, lo haríamos de igual manera. Se trata de una naturalización socialmente generalizada que incide en las resistencias a revisar la “masculinización” del lenguaje.

Ahora, y habida cuenta del marco de acceso a derechos que amplia un posicionamiento político respecto a respetar la singularidad de cada vida, si habláramos siempre con “el” y “la”, “los” y “las”, ¿zanjaríamos la cuestión?; ¿aplicaríamos así un lenguaje inclusivo? La respuesta, por aquellas cuestiones que venimos desarrollando, es NO. Por un lado, debiéramos, o sería más que prudente detenerse a considerar y pensar el orden en que empleamos el articulo masculino o femenino, ya que incluso ello implica una posición o definición claramente política. Esto es, seguiríamos definiendo en términos binarios, donde solo existirían dos grupos de personas, y aquí la pregunta es, ¿hay sólo dos grupos?; ¿ayuda a eliminar las barreras que dificultan la equidad e igualdad hablar desde el binarismo?; ¿hace lugar a todas aquellas personas que quedan por fuera de dicho binomio?; ¿ayuda a que deconstruyamos esos opuestos o “complementarios” creados desde un supuesto biológico y, en tanto supesto, necesaria y éticamente forzado a su revisión?

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