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ORIGEN DE LAS UNIVERSIDADES


Enviado por   •  7 de Febrero de 2019  •  Documentos de Investigación  •  2.198 Palabras (9 Páginas)  •  110 Visitas

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EL ORIGEN DE LAS UNIVERSIDADES

1.1. Breves Antecedentes.

 La sociedad occidental hunde sus raíces en las culturas griega y hebrea. Grecia aportó, sobre todo, su filosofía, además de su ciencia y su arte. Su concepción sobre el hombre y la sociedad, en el sentido de la organización social democrática, influyó decisivamente en la posteridad.

No obstante, después de los intentos imperiales de Alejandro Magno, es Roma, heredera de Grecia, la que logra convertirse en verdadera maestra del arte de gobernar a los hombres. El derecho romano contribuyó a estructurar la conciencia del hombre de Occidente y todos los Estados posteriores al Imperio, hasta nuestros días, beben jurídicamente de su fuente creadora.

En el seno del Imperio aparece el cristianismo con su visión trascendente del hombre hacia una verdadera vida eterna. La nueva religión, aunque de origen hebreo, cuya nación era colonia de los romanos, prende en las masas esclavas, extendiéndose rápidamente ya que vieron en ella la única esperanza de felicidad, aunque ultraterrena. Tanto así que en el siglo cuarto Constantino tuvo que reconocerla como religión oficial y universal del Imperio.

La invasión de los pueblos bárbaros, de inferior cultura, a los principales centros urbanos romanos, terminó por precipitar la crisis económica y social del mundo imperial preparando el advenimiento de un nuevo orden social: el feudalismo.

Los jefes bárbaros y los jefes de la Iglesia se distribuyeron los dominios del antiguo Imperio, fundamentando el nuevo poder en la tenencia de la tierra y en los títulos de nobleza. La conquista del Mediterráneo, tradicional marco geográfico del mundo antiguo, por parte de los musulmanes (siglos VII y VIII), contribuyó a fortalecer el Feudalismo, al clausurarse el comercio marítimo.

 

En el nuevo sistema económico social se da una simbiosis entre la Iglesia y la autoridad civil, lo cual hace que se confundan los poderes del Clero con los poderes del Estado, sobre todo en la alta Edad Media, especialmente en el siglo X (llamado Siglo Oscuro), con la integración del Sacro Imperio romano-germánico. Pero esta confusión de poderes entre la Iglesia y los poderes feudales generó rivalidad.

 

La convivencia económica era imposible, lo que desencadenó una lucha por la supremacía del poder. El papado se estimaba una instancia superior a la civil y consideraba que su autoridad espiritual debía también materializarse en autoridad terrenal. Evidentemente, los señores feudales, deseosos de fortalecer su autoridad, no aceptaron las pretensiones del papado. Este conflicto por las investiduras de los poderes jugó un papel trascendental en el reconocimiento de los estudios jurídicos, hasta el punto que, al conjuro  de la necesidad de buscar en el derecho la justificación del poder reaparece el código de Justiniano al cual vuelven sus ojos, con igual interés, tanto papas como emperadores.

 

Quizá la Escuela de Leyes más prestigiosa de la época fue la de Bolonia, considerada como pionera y maestra en los estudios de Derecho en la Edad Media y semillero de juristas canónicos. Instituciones similares, en busca de la legitimación del poder (de papas y señores) empezaron a aparecer por toda Europa.

 

 

El papa Gregorio VII.

 

En el siglo once, enmarcada por un ambiente social y cultural muy particular, apareció la llamada Reforma Gregoriana, que debe su nombre al papa Gregorio VII, que proclamó la diástesis o sea la separación del poder de la Iglesia y el poder del Estado.

 

Es necesario decir, que la Universidad nacería solo un siglo más tarde: pero debe verse como un proceso ininterrumpido porque el medio en el cual surge, se creó en el siglo once a partir del proceso de diástesis entre el Imperio romano-germánico y el Clero; por la reaparición del comercio, por el surgimiento y desarrollo de la burguesía, por el fortalecimiento de las ciudades, por el influjo de las ciencias y el cambio en las escuelas para lograr una actitud más real y objetiva del mundo, de la razón y la fe.

 

La llamada diástesis buscó el divorcio auténtico entre las dos potestades. Gregorio VII quería una Iglesia más pura y libre, sin compromisos materiales, para alcanzar una verdadera autonomía de lo espiritual y cumplir con la real misión de la religión cristiana. Sin embargo, la diástesis se encontró con muchos obstáculos, dado que los obispos y clérigos eran dueños de tierras, abadías y hasta de parroquias, y no estaban dispuestos a aceptar estos cambios pues perderían sus bienes, además de los gajes y las prebendas que distrutaban también como feudales.

 

Los prelados de la Iglesia fueron verdaderos agentes de la feudalidad, pues tenían jurisdicción a la vez religiosa y política y participación sin precedentes en los negocios del Estado. Eran dependientes del Papa, pero al mismo tiempo señores feudales, es decir, dependientes del emperador. Esto suscitó un encendido debate entre los partidarios del Papa, contra los que cerraron fila alrededor del emperador Enrique IV por la defensa de sus intereses económicos. Este momento histórico se conoce como Lucha de Investiduras, que no es otra cosa que la lucha entre el poder del reino y el poder papal del sacerdocio.

Las Universitas Primigenias o el Poder del Saber.

 

La lucha o querella de las investiduras del siglo once tuvo consecuencias saludables para la causa del saber. Evidentemente sin causa no hay efecto.

 

En primer término, motivó el desarrollo de un nuevo género literario, al estilo del ensayo moderno, de carácter doctrinal y polémico; condicionó el renacimiento cultural del siglo doce; inspiró una corriente humanística de reacción a las costumbres y oscurantismos medievales y estimuló la aparición de las primeras universidades, fundadas por los laicos, como las de Ravera, Bolonia y París, dedicadas a estudios jurídicos (Derecho romano y Derecho canónico, fundamentalmente) por la preocupación de establecer a través de medios racionales la fuente, la esencia, el alcance y las limitaciones de la autoridad (civil o eclesiástica), así como sus relaciones y supremacías.

 

El fermento intelectual, las arduas polémicas y los debates ardientes de la lucha por las investiduras contribuyeron, gracias a las condiciones de la época, al fortalecimiento de otras ramas del saber, las cuales se centrifugan y extienden en el siglo doce con las primeras universidades, por lo que en palabras del historiador francés Jacques Le Goff, el siglo XIII “es el siglo de los intelectuales; el intelectual nace con las ciudades, con su desarrollo debido a su función comercial e industrial (artesanal), el intelectual es el hombre de oficio que se instala en la ciudad”.

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