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PROCESO PENAL


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2014  •  4.742 Palabras (19 Páginas)  •  213 Visitas

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Introducción:

Este hecho nacional tan importante tienen su origen al tiempo de que en la Ciudad de México se conoce de la invasión de España, el cabildo local decidió asumir la soberanía mientras durase la ausencia de Fernando VII. Pero sus planteamientos fueron considerados sediciosos por las autoridades españolas, que desconfiaron incluso de la actitud tolerante del virrey y forzaron su destitución.

El nuevo virrey, Francisco Javier de Lizana (1809), tuvo que hacer frente al alzamiento de los independistas, que sin duda era en México donde tenían una organización más sólida. Sin embargo, los primeros incidentes tuvieron su origen en la población india, sometida a la mayor explotación tanto por parte de la población española como la criolla.

En 1810 los indios de la ciudad de Dolores se alzaron en armas dirigidos por el tan conocido Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla. El movimiento, del cual también explicaremos con más detalle a continuación, fue reprimido con dureza, pero uno de sus líderes, Ignacio López Rayón, pudo huir y formó un gobierno en Zitácuaro que sobreviviría hasta ser derrotado por los españoles en 1812.

Desarrollo:

El grito de Dolores

Como ya dijimos, la iniciación de la Independencia corresponde al levantamiento popular encabezado por Don Miguel Hidalgo y Costilla. Descubiertos por los españoles, los conspiradores como Josefa Ortiz de Domínguez Ignacio Allende y Mariano Abasolo no tuvieron más alternativa que adelantar la fecha para revelarse, pero se hallaban sin un apoyo en ese momento, por lo que Hidalgo incendio el corazón de sus fieles y al frente de unos pocos hombres se alzó en armas contra las autoridades coloniales, al grito de:

-¡Viva Fernando VII y muera el ejército!

La noche del 15 al 16 de septiembre

-¡Éste movimiento tiene por objeto quitar el mando a los europeos, que se han entregado a los franceses y quieren que corramos la misma suerte, lo que no debemos consentir jamás! ¡Viva la Independencia! ¡Viva la América! ¡Muera el mal gobierno!- la multitud enfervorizada repitió los vivas y los mueras y, poco después, Hidalgo liberó a los presos políticos, celebró misa y al frente de un exiguo ejército de trescientos campesinos mal armados marchó sobre San Miguel el Grand. Allí se le unió la guarnición y continuó su avance hacia Atotomilco, donde adoptó la imagen de la Virgen de Guadalupe como enseña de sus tropas. Los acontecimientos se precipitaron y en otros pueblos y ciudades del país surgieron juntas patriotas en nombre de Fernando VII.

Cinco días más tarde, la indisciplina turba que acaudillaba Hidalgo tomó la importante plaza de Celaya y fue designado por los suyos Capitán General. Allende y Aldama fueron nombrados teniente general y mariscal respectivamente.

La guerra de Independencia

El cariz que tomaron los acontecimientos desde el primer momento provocó la indignada reacción de la iglesia. El obispo Abad y Queipo y el arzobispo Lizana acusaron a Hidalgo de embaucador, hereje y perturbador social y lo excomulgaron. Pero éste respondió poniendo en claro sus verdaderos propósitos: la devolución de las tierras a los indígenas, la concesión del derecho a la explotación de los ejidos y la emancipación de México.

La revolución estaba en marcha y el cura Miguel Hidalgo continuó su imparable avance hacia la capital.

El 15 de octubre entró en Valladolid, donde lanzó una nueva proclamación llamando a la unión de los americanos y a la celebración de un congreso constituyente. Al mismo tiempo dio orden de fundir cañones, acuñar moneda y organizar la turba que llevaba por ejército. Poco después, el 30 de octubre, chocó en el monte de las Cruces con el ejército realista de Trujillo y lo derrotó. La victoria le dejo el camino libre hacia la Ciudad de México, pero Hidalgo no aprovechó esta ventaja. Error con el que condenó la suerte del movimiento independentista, si bien la lucha se mantuvo durante cinco años.

El final de Miguel Hidalgo

Tras su victoria en el monte de las Cruces y después de encargar a José María Morelos y Pavón la organización del movimiento en el sur del país, Hidalgo se decidió a volver a Guadalajara, donde entró el 26 de noviembre. –Aquí tienen ustedes al hereje- dijo persignándose y orando ante el altar mayor de la catedral.

Pero si Hidalgo era un inexperto general no era un mal político e inmediatamente se dio a la tarea de tomar medidas para consolidar el movimiento. Entre tales medidas decretó la abolición de la esclavitud y de los impuestos que pesaban sobre los indios y mestizos, redujo las alcabalas y confiscó los bienes de los españoles. Estos decretos verdaderamente revolucionarios llenaron de temor a la oligarquía criolla, que terminó por dar su apoyo a los realistas e inclinar la balanza en favor de éstos.

Contra el parecer de Allende y otros lugartenientes, el 15 de enero de 1811, Hidalgo presentó batallas a las tropas virreinales que estaban comandadas por Félix María Calleja, en puente Calderón. El ejército insurgente fue aplastado y Allende, ante la ineptitud demostrada en el enfrentamiento armado despojó a Hidalgo del mando militar.

Perdiendo la confianza de los suyos, Hidalgo marcha al norte, después de haber rechazado el indulto que le ofrecían las Cortes Extraordinarias de España.

-El indulto es para los criminales, pero no para los defensores de la patria- contestó orgulloso Hidalgo. En el camino hacia el norte fue alcanzado y apresado por el realista Ignacio Elizondo, quien condujo a Chihuahua. Allí fue procesado por un tribunal civil y otro eclesiástico, que lo degradaron y condenaron a muerte.

Al alba del 29 de julio de 1811, Miguel Hidalgo fue fusilado, su cuerpo expuesto en la plaza y más tarde decapitado por un indio tarahumara.

Las fuerzas de los débiles

Tras la muerte de Miguel Hidalgo y después de encargar a José María Morelos y Pavón la organización del movimiento en el sur del país, el ejército de Morelos se integraba fundamentalmente por campesinos y algunos hacendatarios criollos sin experiencia militar alguna.

Sin embargo, la mayor virtud de Morelos fue conferirles disciplina en la batalla y hacerles comprender el verdadero sentido de la causa por la que podían morir. Fue esta una tarea a la que contribuyeron eficazmente sus lugartenientes

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