Pedagogia Critica
yesicaaldana7 de Septiembre de 2013
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PEDAGOGÍA CRÍTICA: DIÁLOGO Y ACCIÓN EN LA CRISIS DE LA MODERNIDAD
“Eu sustento que a única finalidade da ciéncia está en aliviar a miséria da existencia humana”
(Berthold Brecht)
Resumen
Si bien el mundo intelectual no se pone de acuerdo sobre el origen de la modernidad, lo cierto es que ésta ha establecido la supremacía de la ciencia racional y universal como único camino para llegar a la “verdad”. En su recorrido histórico, la modernidad no ha cumplido las expectativas de lograr el mundo más justo imaginado tras la ruptura del antiguo régimen; por el contrario el desarrollo industrial ha revelado su poder destructivo y una tendencia a establecer grupos humanos privilegiados, en mayor o menor grado, exclusivamente por su bienestar material. Estas circunstancias han generado un malestar creciente contra la modernidad, cuyos efectos son evidentes en la educación, institución paradigmática del proyecto ilustrado. Como camino alterno surge la pedagogía crítica, esta nueva utopía ha sido capaz de plantear importantes contradicciones al discurso positivista, ahistórico y despolitizado de la educación moderna y a la vez de recuperar la confianza en la acción humana para transformar la realidad. La pedagogía crítica propone una educación sustentada en el diálogo para profundizar en los principios democráticos y generar una verdadera igualdad de oportunidades.
Abstract
In spite that the intellectual world does not agree on the origin of modernity, the reality is that modernity has established the supremacy of the rational and universal science as the only way to reach the “truth”. In its historical trip, modernity has not achieved the expectations of creating the more fair world imagined after the rupture of the ancient regime; on the contrary, industrial development has reveled its destructive power and the tendency to establish privileged human groups that, in one way or the other, only look after their own material wellbeing. These facts have generated a growing discomfort against modernity, which consequences are evident in the field of education that is the paradigmatic institution of the Enlightment. As an alternative way has emerged the critical pedagogy; a new utopia capable of presenting important contradictions to the positivist, non historical and apolitical reasoning of modern education, an at the same time capable of recapturing the trust in the human action as a tool to transform reality. The critical pedagogy proposes an education based on the dialog, as a way to deepen the democratic principles and to build a genuine equality of opportunities.
Modernidad: una historia imprecisa un concepto complejo
Los orígenes históricos de la modernidad no son precisos y las interpretaciones conceptuales del término dependen más del imaginario sustantivo de lo “moderno” y de cuales son los acontecimientos que han provocado su aparición. Sí de los orígenes de la modernidad se trata, las afirmaciones son diversas: de esta manera se asocia a la modernidad con la invención de la imprenta, con la reforma protestante, con el fin de la Guerra de los 30 años, con las revoluciones francesa y norteamericana y hasta con Freud y el modernismo en las bellas artes y la literatura.
Para la sociedad de consumo ser moderno es simplemente ser nuevo, agotar las novedades tornando obsoleto todo en el mundo de lo inmediato y lo desechable, a lo que Toulmin (200: 60) llama “la inagotable cornucopia de la novedad”. En este sentido la edad moderna ha alcanzado su máximo esplendor, pero como definición no basta para describir un fenómeno de dimensiones tan complejas como la modernidad.
Más allá de los conceptos, las características del período histórico actual muestran que estamos más cerca del final que del comienzo de la modernidad, Toulmin (2001) cita por ejemplo la crítica social, política y económica en el trabajo de Peter Drucker, quien afirma que es una falacia aplicar el término modernidad a “la manera como vivimos en la actualidad”. Drucker introduce en su obra el termino “postmodernidad” y afirma que esta nueva situación es evidente en el cambio de la soberanía sin reservas de las tradicionales naciones- estado iniciadas en el siglo XVII y XVIII a instituciones que van más allá de los límites nacionales y buscan satisfacer necesidades transnacionales de naturaleza política y económica.
Hay también quienes asocian a la modernidad con el desarrollo de la primera revolución industrial del siglo XVIII, impulsada por la ”inhumanidad mecanicista” de la ciencia newtoniana (Toulmin 200:62). Cierto es que la irrupción de la energía hidráulica y de vapor dibujan un paisaje económico y social nuevo, matizado por la pauperización de los grandes segmentos de la población rural emigrada convertida en una nueva clase trabajadora urbana, estigmatizada socialmente por la burguesía y según el tono marxista explotada por el capital. Escritores románticos del siglo XIX como el francés Victor Hugo en su novela “Los Miserables” describen de manera magistral los signos inconfundibles de aquella “nueva pobreza”.
El filósofo alemán Jürgen Habermas sugiere una dimensión ético-política en favor de la modernidad al afirmar que la era moderna comenzó, cuando Kant inspirado en la revolución francesa mostró que se podían aplicar categorías morales, imparciales y universales para juzgar el ámbito político. El pensamiento ilustrado francés por lo tanto es un hito importante de la modernidad, la destrucción del ancien régime abrió el camino a la democracia y a la participación política. Este ideario sostiene que el “mundo moderno se opone al antiguo” y se abre hacia el futuro, aquí la modernidad se entiende como antagonismo de la tradición autoritaria y busca legitimarse a través de la única autoridad que respeta “la razón”; por lo tanto sí el concepto de modernidad fuese atribuido exclusivamente a este hecho, entonces abría surgido en el en el último cuarto del siglo XVIII y su legado moral sería tan valido en la actualidad como entonces.
Pese a las ambigüedades, parece existir un consenso de fondo que se apoya en el imperativo categórico de la racionalidad. Los filósofos del siglo XVII desarrollaron nuevos esquemas de pensamiento sobre la naturaleza y la sociedad y obligaron a la humanidad a concebir la naturaleza de una manera nueva y científica partiendo de esquemas racionales, mismos que llegaron a convertirse en el camino único para llegar a la verdad y en fórmula aplicable a los problemas de la vida humana y la sociedad. El derrotero histórico decisivo en la evolución de la humanidad que marca esta nueva concepción del mundo bien puede considerarse como el origen de la modernidad.
Joan Carles Mélich (2004: 120) sintetiza este pensamiento en las siguientes líneas:
“Des del Discurs del métode de René Descartes, publicat l´any 1637, se està imposant una forma de concebre el coneixement que avui ha esdevingut habitual en el nostre món quotidià. A grans trets podríem dir que des d´aquesta perspectiva l´objectiu del coneixement (concretament del coneixement científic, que és considerat l´unic coneixement legítim) és a l´atenció a principis atemporals. A diferència dels seus predecesors, els humanistes del siglo XVI, com ara Michel de Montaigne (1533-1592), l´obra de Descartes deixa en un segon pla els detalls particulars, temporals y locals dels afers humans, quotidians, i privilegiarà un pla superior en el qual la naturalesa i l´ètica es conformen en teories abstractes, atemporals, generals i universals”
La célebre expresión descartiana pienso luego existo, implica una separación entre mente y materia. Esta afirmación deviene en una concepción del mundo como sistema mecánico dividido en dos partes distintas: un mundo interno de sensaciones y un mundo objetivo compuesto de fenómenos naturales. El dualismo cartesiano ha sentado las bases de la ciencia positivista, misma que sustenta que las leyes de los sistemas físicos y sociales pueden ser desveladas objetivamente por investigadores que trabajen al margen de la percepción humana (Kincheloe 2001). Desde entonces y como afirma Joan Carles Mélich (2004: 121), en tono crítico, “ninguno que piense coherentemente (o lógicamente) puede escaparse de este círculo. Los que se atreven a hacerlo serán acusados de “especulativos”, en el mejor de los casos o de “metafísicos” en el peor”.
Newton amplio las teorías de Descartes concibiendo espacio y tiempo como absolutos inmutables, independientes del contexto. A través del concepto causa -efecto estableció el principio fundamental para la modernidad, de que el futuro de cualquier aspecto de todo sistema, podía se predicho con certeza absoluta siempre que su condición pudiera ser comprendida con todo detalle y se utilizaran para ello los instrumentos adecuados de medición (Kincheloe, 2001). Se establece entonces la supremacía absoluta de la ciencia racional y “neutra”, el ser humano científico, que vive al margen de la historia ya podría someter a la naturaleza y ponerla a su servicio.
La modernidad sentó las bases para que la ciencia y la tecnología cambiaran el mundo. El comercio creció, creció el nacionalismo, el trabajo humano comenzó a medirse en términos de productividad, la naturaleza fue dominada, y la civilización europea desarrolló el poder de conquista hasta extremos nunca antes imaginados. Tal visión de las cosas tendría como consecuencia la pérdida de la espiritualidad y la deshumanización. La obsesión por el progreso proporcionaba
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