Pobreza y desigualdad

Pobreza y desigualdad

La pobreza se define en los ingresos insuficientes para cubrir las necesidades vitales de una manera digna y por la falta de capacidades para integrarse en la vida social de una comunidad. La pobreza genera marginalidad y ésta la alimenta; los pobres no participan en la vida económica, ni en la social, ni en la política. Al estar excluidos de la economía y de la sociedad, su presencia política o influencia social se mantienen en el plano formal; carecen del derecho de luchar para liberarse de su pobreza (CEPAL, 2000). Cabe destacar que la Unión Europea, la LGDS y su reglamento, no presentan una definición explícita de “pobreza”.

La desigualdad puede tener su origen en la pobreza pero añade otros elementos como la clase, la cultura, la etnia, la región y el género; entraña diferencias entre los niveles de vida de todos los individuos de una sociedad. La social, sobre todo, generalmente adquiere un carácter invisible por la negación de las instituciones a reconocer las carencias y un desconocimiento de los derechos. Una transferencia de ingresos puede reducir la desigualdad, pero no la pobreza. Por otra parte, una caída general en los ingresos de la población puede estacionar o reducir los índices de desigualdad, pero puede incrementar los niveles de desnutrición. (Sen. 1981:15)

En tanto, la exclusión es el resultado de políticas que restringen a sectores importantes de la población, la posibilidad de obtener recursos. Por ejemplo, las restricciones impuestas al financiamiento destinado a la producción agropecuaria.

La influencia de los referentes internacionales que en los últimos años han modificado las nociones sobre desarrollo y pobreza, significaron la adecuación, creación y/o desplazamiento de marcos institucionales. A pesar de su disminuido papel, el Estado mexicano como promotor del desarrollo, lo obliga a no descuidar sus compromisos con la política social, y tratar de extender el modelo democrático hacia medios de promoción del desarrollo económico y social, que no lo dejen fuera de la dinámica mundial.

La gestión de la política social como una herramienta de la administración del desarrollo social para operar las acciones de las políticas sociales conducentes a la preservación del bienestar y la satisfacción de las necesidades esenciales; procura que los beneficios del desarrollo alcancen equitativamente a todas las capas de la población. Responde al contexto socio económico y contempla instrumentos analíticos, así como aspectos sociopolíticos, financieros, productivos y de responsabilidad social; al tiempo que reorienta los procesos autogestivos de toma de decisiones para el cambio social de los beneficiarios (Kichner, 1997).

Esta tendencia por vincular el fenómeno de la pobreza con los problemas del desarrollo, frente a la visión neoliberal y la crisis económica que minó la capacidad de respuesta del Estado, ha impulsado en los últimos años, la adopción de modelos gerenciales y participativos en la elaboración de políticas públicas en la mayoría de los países: dan respuesta a las demandas de la sociedad, "de abajo hacia arriba" para que la comunicación fluya en todas direcciones, democratizando de esta manera el proceso de toma de decisiones.

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