ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Posturas Eticas


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2012  •  12.431 Palabras (50 Páginas)  •  1.844 Visitas

Página 1 de 50

Universidad Nacional de Asunción Valores de la Profesión

Posturas éticas a lo largo de la historia

Autor: Patricia Debeljuh

Sesión: 4 Asesor: Yan Speranza y Fernando Marín

La experiencia moral, como se ha visto, es el punto de partida para la refle¬xi6n ética. Los hechos morales han sido los mismos para todos, pero su interpre¬taci6n ha diferido porque fueron diversas las concepciones del hombre y del mundo. La pregunta sobre el bien -que es lo bueno para el hombre- ha teni¬do, a lo largo de la historia, innumerables respuestas. Se han sucedido filósofos y escuelas de pensamiento que han pretendido encontrar un fundamento a la mo¬ralidad de las acciones humanas.

Apenas uno se asoma a ese conjunto de propuestas, la primera impresi6n pue¬de llevar a pensar que se está en presencia de un caos: las teorías se suceden y se oponen, hay cientos de definiciones de bien, no existen acuerdos en los princi¬pios ni en el contenido de las palabras. Pareciera que la verdad se encuentra di¬seminada en cada una de las postural y que cada autor se ha aferrado a ella para tratar de imponerla a los demás.

En este capítulo se pretende repasar muy someramente las principales postu¬ras éticas que han tenido lugar a lo largo de la historia de la filosofía y, a la luz de los principios de cada una, acercarse a esa verdad que explica el fundamento de la moralidad. Indudablemente, cada doctrina ética está basada en una concep¬ci6n del hombre, y toda antropología, a su vez, se apoya en una metafísica.

A la hora de estudiar las distintas doctrinas éticas se puede seguir una estric¬ta cronología histórica o bien un orden lógico que agrupe las principales corrien¬tes por su contenido, ya que las mismas posturas se van repitiendo a lo largo de los siglos. Se ha optado por este camino, propuesto por Jacques Leclerq en su li¬bro Las grandes líneas de la filosofía moral, porque permite llegar a destino res¬petando los aportes de cada sistema y proporciona material para la reflexión.

1. La negación de la ética

Antes de abordar las distintas doctrinas éticas, es preciso analizar la position del escepticismo que, a lo largo de la historia, ha negado la existencia de una ver¬dad absoluta que fundamente la moralidad. Bajo una capa de aparente apertura a las demás posturas, los escépticos, en realidad, se cierran a todas y solo se afe¬rran a una verdad: todo es relativo.

Las concepciones del escepticismo son muy diversas y en nuestros días han adoptado la forma del relativismo moral. Este consiste en un estado del espíritu más que en una doctrina que lleva a rechazar todo absoluto: no hay nada en común entre los hombres y, por tanto, no se puede encontrar un principio de acción aplicable a todos. Según esta postura, no existe una ética sino varias; es más, ca¬da uno puede defender una propia y los demás han de respetarla. "Las doctrinas que exageran el papel del entendimiento humano en el conocimiento de lo que realmente las cosas son, están expuestas a relativizar la verdad, de forma que se puede llegar a negar la verdad en sí misma y sostener que la 'verdad' y el `error' carecen de entidad, no son una lectura intelectual de la realidad, sino construcción del entendimiento. En este caso, el conocimiento está sujeto al cambio de cada persona en sus circunstancias concretas, y esta, a su vez, depende de múltiples y plurales situaciones ambientales y hasta de su propia psicología. Lo que conduciría a la afirmación de que no existe la 'verdad' ni el `error', sino que am¬bos son relativos."

Este pluralismo ha conducido a- cuestionar no solo las normas éticas sino los conceptos mismos de bien y de mal. Los relativistas sostienen que la elección de los valores considerados como supremos y, consiguientemente, de los fines teni¬dos como últimos, constituye un problema que no puede ser resuelto por la cien¬cia ni por la filosofía mediante razones intrínsecamente validas y objetivamente fundadas. Para ellos, pronunciarse sobre los valores supremos y los fines últimos implica una decisión de carácter subjetivo que expresa una actitud que no puede ser justificada con validez objetiva. La verdad queda relativizada en el nivel de cada persona o grupo social. Como consecuencia, la norma ya no es universal si no que se mide por parámetros subjetivos, conforme a las necesidades y utilida¬des de cada uno en determinado momento, o bien se evalúa por datos sociológi¬cos. De este modo se originan dos tipos de relativismo ético: el que propugna que cada quien debe orientar su conducta de acuerdo con lo que le parezca en cada situación (subjetivismo), y el que sostiene que el bien y el mal dependen de la valoración ética que impera en la sociedad en cada época (relativismo cultural).

Los subjetivistas sostienen que las normas morales proceden de la intimidad del sujeto y que el único criterio para valorar el comportamiento propio y ajeno es la coherencia: comprobar si viven de modo concordante con lo que piensan. Una de las posturas más extremas del primer tipo de relativismo la sostuvo a fi¬nales del siglo XIX Herbert Spencer (1820-1903). Para él, cada persona debe te¬ner principios diferentes y alcanzara su perfección en la medida en que posea esas ideas propias, estrictamente individuales y enteramente diferenciadas. Cada persona se hace su propia moral y, por tanto, lo que es bueno para un hombre puede no serlo para otro, convirtiéndolo casi en un absoluto. Este principio rela¬tivista persiste hasta la actualidad con diversos matices.

Décadas atrás, el positivismo de Augusto Comte (1798-1857) representa el segundo tipo de relativismo y es también una actitud más que una concepción filosófica. Llega a negar la posibilidad de un conocimiento racional basado en una realidad discernible por el espíritu pero inaccesible por los sentidos. Para Com¬te, el espíritu humano no puede penetrar la naturaleza de las cosas: no advierte más que el fenómeno y, al conocerlo, lo único que puede hacer es constatar las relaciones constantes que se dan y originan las llamadas leyes. Por eso, e1 posi-tivismo centra su atención en las conductas humanas: estas constituyen, para Comte, el objeto fundamental de las ciencias.

Considera tan solo los "hechos positivos" y entiende por tales los que pueden ser captados inmediatamente por los sentidos y ser sometidos a una verificación cuantitativa; las demás acciones son negadas o reducidas a las anteriores. Con es¬tas premisas, cualquier sistema

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (73.4 Kb)  
Leer 49 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com