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Psicofármacos

luciaalejandra17 de Julio de 2013

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Introducción

Los problemas vinculados al abuso de sustancias incluyendo psicofármacos, alcohol y la mezcla de ambos, se ha transformado desde hace muchos años en uno de los principales desafíos para nuestra sociedad y nuestra salud pública.

Se podría decir que los sujetos que son débiles, que han vivido algún tipo de frustración y por consecuente se ha lesionado su Yo, presentan un debilitamiento y una distorsión que en muchas ocasiones no permite que se tenga un funcionamiento normal.

El hombre siempre ha intentado escapar a su destino, buscando trascender y para ello recurre a la fantasía, a su capacidad de invención para encontrar algo que le de mayor significado, ese algo puede ser entonces una religión, una filosofía o una conducta adictiva o franca adicción.

Evidentemente la adolescencia es la etapa más vulnerable para desarrollar una adicción a la droga, pues el período de resolución del proceso de formación es la etapa de la separación del grupo familiar y del enfrentamiento en el mundo externo.

Cuando un(a) adolescente muestra un Yo débil tendrá que necesitar de una fuerza extra para cumplir con este desafío. Habiendo conocido el (la) adolescente la droga como una posibilidad de escapar o enmascarar su debilidad a través del mundo, de la ilusión esto puede convertirse en una dependencia.

Las influencias de las actitudes así como el comportamiento observado de otras personas, ya sean individuales o sociales, como la familia, el grupo de amigos, compañeros, la comunidad o el entorno pueden ser determinantes para el consumo de drogas.

Marco teórico :

La farmacodependencia es un conjunto de fenómenos conductuales, cognitivos y fisiológicos que pueden aparecer después del consumo repetido de medicamentos de prescripción médica. Estos fenómenos típicamente incluyen deseo intenso de consumir dichos medicamentos, dificultad para controlar el consumo, persistencia del consumo a pesar de las consecuencias perjudiciales, mayor prioridad al consumo frente a otras actividades y obligaciones, aumento de la tolerancia a los efectos y síndrome de abstinencia.

Por medicamentos de prescripción médica consideramos aquellos que son recetados por un facultativo, alteran el estado del ánimo o la conciencia y producen tolerancia y/o dependencia. Los fármacos de abuso más utilizados que pueden producir adicción son:

Opioides:

Depresores del Sistema Nervioso Central, se encuentran en jarabes para la tos, medicamentos para el dolor y antidiarreicos. Pueden producir somnolencia, estreñimiento, depresión respiratoria y hasta la muerte. Pacientes con dolores crónicos son susceptibles de abuso de estos medicamentos. El abuso de analgésicos es tan alto en algunos países que "ha superado los niveles de abuso de drogas ilícitas".

Los opioides son medicamentos que alivian el dolor. Reducen la intensidad de las señales de dolor que llegan al cerebro y afectan las áreas del cerebro que controlan las emociones, lo que disminuye los efectos de un estímulo doloroso. Los medicamentos que pertenecen a esta clase incluyen la hidrocodona (por ejemplo, la Vicodina), la oxicodona (por ejemplo, el OxyContin y el Percocet), la morfina (por ejemplo, el Kadian y la Avinza), la codeína y otros medicamentos relacionados.

Actúan adhiriéndose a proteínas específicas llamadas receptores de opioides, que se encuentran en el cerebro, la médula espinal, el tracto gastrointestinal y otros órganos en el cuerpo. Cuando estas drogas se adhieren a sus receptores, reducen la percepción del dolor. Los opioides también pueden producir somnolencia, confusión mental, náusea, estreñimiento y, dependiendo de la cantidad de la droga consumida, pueden deprimir la respiración. Algunas personas experimentan una respuesta eufórica a los opioides, ya que estos fármacos también afectan a las regiones del cerebro implicadas en la gratificación. Las personas que abusan de opioides pueden tratar de intensificar su experiencia al tomar la droga en maneras diferentes a las prescritas.

Si se toman tal como se recetan, los opioides se pueden utilizar para controlar el dolor de una manera segura y eficaz. Sin embargo, cuando se abusan, incluso una sola dosis grande puede causar una depresión respiratoria grave y la muerte. Bien administrado, el uso médico a corto plazo de los analgésicos opioides rara vez causa adicción, la cual se caracteriza por la búsqueda y el consumo compulsivo de una droga a pesar de las consecuencias adversas graves. El uso regular

(por ejemplo, varias veces al día, durante varias semanas o más) o el uso o abuso de los opioides1a más largo plazo puede dar lugar a la dependencia física y, en algunos casos, a la adicción. La dependencia física refleja una adaptación predecible, y a menudo normal, del cuerpo a la exposición crónica a una droga, y no es lo mismo que la adicción (véase el recuadro “La dependencia en comparación con la adicción”). En cualquier caso, los síntomas de abstinencia se pueden producir si el uso de drogas se reduce repentinamente o se detiene. Estos síntomas pueden incluir agitación, dolores musculares y de los huesos, insomnio, diarrea, vómitos, escalofríos con piel de gallina (“cold turkey”) y movimientos involuntarios de las piernas.

Algunos contienen aspirina o acetaminofeno (Tylenol), que en dosis altas pueden ser tóxicos para el hígado. Otros, cuando se toman por sus “propiedades alucinógenas”, pueden causar confusión, psicosis, coma e incluso la muerte.

La dependencia en comparación con la adicción:

La dependencia física se produce debido a las adaptaciones normales del cuerpo a la exposición crónica a una droga y no es lo mismo que la adicción. La adicción, que puede incluir la dependencia física, se distingue por la búsqueda y el consumo compulsivo de la droga a pesar de las consecuencias que en ocasiones pueden ser devastadoras.

Cuando una persona es físicamente dependiente de un medicamento, experimentará síntomas de abstinencia cuando reduce o detiene bruscamente el consumo del fármaco. Estos síntomas pueden ser leves o graves (dependiendo del fármaco) y por lo general se pueden controlar médicamente o se pueden evitar reduciendo el consumo de la droga lentamente.

La dependencia suele ir acompañada de la tolerancia, es decir, la necesidad de tomar dosis cada vez más altas de un medicamento en un intento de obtener el mismo efecto. Cuando se produce la tolerancia, puede ser difícil para un médico evaluar si un paciente está desarrollando un problema con la droga o si tiene una necesidad médica real de dosis más altas para controlar sus síntomas. Por esta razón, los médicos deben estar alertas y atentos a los síntomas y nivel de funcionamiento de sus pacientes para darles el tratamiento adecuado.

Benzodiacepinas:

Son ansiolíticos indicados para inducir el sueño, para aliviar ataques de ansiedad y en coyunturas emocionales traumáticas. El adicto las combina frecuentemente con alcohol buscando potenciar el efecto. El síndrome de abstinencia produce depresión, irritabilidad, somnolencia y convulsiones. Valium, Noctamid, Orfidal, Rivotril y Lexatin son ejemplos de agunos de los más utilizados.

Los depresores del SNC, a veces conocidos como sedantes o tranquilizantes, son sustancias que pueden disminuir la actividad cerebral. Esta propiedad hace que sean útiles para el tratamiento de los trastornos de ansiedad y del sueño. Entre los medicamentos comúnmente prescritos para estos fines están los siguientes:

Las benzodiacepinas, como el diazepam (Valium) y el alprazolam (Xanax), a veces se recetan para tratar la ansiedad, las reacciones agudas de estrés y los ataques de pánico. Las benzodiacepinas, como el triazolam (Halción) y el estazolam (ProSom), son más sedantes y se recetan para el tratamiento a corto plazo de los trastornos del sueño. Por lo general, las benzodiacepinas no se recetan para el uso a largo plazo debido al riesgo de desarrollar tolerancia, dependencia o adicción.

Los medicamentos para dormir no benzodiacepínicos, como el zolpidem (Ambien), el eszopiclona (Lunesta) y el zaleplón (Sonata), tienen una estructura química diferente pero actúan sobre algunos de los mismos receptores del cerebro que las benzodiacepinas. A su vez, se considera que tienen menos efectos secundarios y menos riesgo de dependencia que las benzodiacepinas.

Los barbitúricos, como el mefobarbital (Mebaral), fenobarbital sódico (Luminal), y el pentobarbital sódico (Nembutal), se usan con menos frecuencia para reducir la ansiedad o ayudar con los problemas del sueño debido a que conllevan un mayor riesgo de sobredosis en comparación con las benzodiacepinas. Sin embargo, todavía se usan en procedimientos quirúrgicos y para tratar los trastornos convulsivos.

A pesar de sus muchos efectos beneficiosos, las benzodiacepinas y los barbitúricos tienen el potencial de ser abusados y deben ser usados únicamente según fueron recetados. El uso de los somníferos no benzodiacepínicos no ha sido tan bien estudiado, pero ciertos indicadores han causado inquietud sobre su potencial de ser abusados. Durante los primeros días después de tomar un depresor de prescripción del SNC, la persona generalmente se siente somnolienta y sin coordinación, pero a medida que el cuerpo se acostumbra a los efectos de la droga y se desarrolla una tolerancia, estos efectos secundarios empiezan a desaparecer. Si se utilizan

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