ROL PROFESIONAL, INVESTIGACIÓN – ACCIÓN Y SOCIOANÁLISIS

Cátedra del Profesor Horacio Foladori.

He decidido tomar la cátedra del Profesor Foladori por diversos motivos. Primero, siento que de todas las cátedras revisadas en clases esta fue la que más se asemeja en estilo y forma a las presentadas por el profesor Eduardo Acuña, y hasta el momento, es ese aspecto crítico, emancipador y pasional el que quisiera profundizar. Segundo, debido a mi formación como Ingeniero Civil he realizado diversos cursos de investigación cuantitativa mediante modelos estocásticos, simulaciones en sistemas y procesos e interpretaciones de resultados estadísticos, por lo que preferiría la oportunidad de experimentar la utilización de herramientas derivadas de las ciencias sociales para complementar mi enseñanza y abarcar ámbitos dormidos que no son observables desde el mundo cuantitativo. Por último, durante esa última clase en particular, se tocaron temas que en ocasiones me había cuestionado anteriormente pero nunca les había puesto nombre y forma como cuando se traen a una sala de clases.

El tema principal entonces, será relatar mediante la lectura, la clase y mi experiencia personal, como las organizaciones empresariales generan herramientas de control, vigilancia y castigo con el objetivo de oprimir, frustrar y forzar a las personas al logro de sus tareas.  

Recuerdo cuando estaba sentado en clases claramente el momento exacto en que la ecuación dejó de hacer sentido en mi cabeza; Por un lado, se trae a la organización empresarial,  que rutinariamente nos provee de bienes y servicios pero rara vez nos cuestionamos su existencia, las damos por hecho a pesar de ser creaciones intangibles humanas. La organización empresarial es una herramienta que utiliza a las personas para coordinar sus acciones y esfuerzos con el objetivo de obtener algo que desean o valoran^[1]. Y estas organizaciones, con el objetivo de lograr sus metas, se estructuran mediante jerarquías, normas, políticas, cultura y evaluaciones. Al otro lado de la ecuación  se encuentran las personas, y las personas tienen cualidades que las diferencian, tienen sueños, motivaciones necesidades y aspiraciones.

Entonces la ecuación se vuelve confusa cuando traes a las personas, que por naturaleza no quieren que les digan que hacer, no quieren normas, límites ni horarios, menos quieren que las castiguen o reten. Pero a pesar de todas las diferencias que puedan existir entre la organización empresarial y la persona, estas generan una atracción que funciona como un embudo humano – discriminador - en el que caiga quien caiga termina siendo agrupado y unificado. Cuando a una persona se le exige comportarse bajo un código, seguir horarios, normativas de vestimenta y apariencia, cuando se limita su actuar a una descripción de cargo y se coarta su creatividad, es cuando se le roba su identidad. Advertía ya Michel Foucault el nacimiento de una “mecánica del poder” donde se puede apresar al cuerpo de los demás, no simplemente para que hagan lo que se desea, si no para que operen como se quiere, con las técnicas, según la rapidez y la eficacia que se les determina^[2].

Pareciera que el ser humano necesita de las organizaciones a pesar de no quererlas. A lo mejor, la necesidad de ser parte de un sistema nace del querer arrojar sus responsabilidades  y sueños consigo mismo a las manos de algo mayor que el individuo. Es como si se quisiera encontrar un espacio de comodidad y tranquilidad para pasear como muerto en vida y así acallar con escusas – que muchas veces ni uno mismo se cree – los miedos que nos impiden liberarnos. Pero como si fuese una burla, el mundo no le debe nada al ser humano y menos las organizaciones, en realidad, nadie le debe nada al ser humano como para que este pueda llegar y depositar sus responsabilidades en otro como si nada, sin sentir remordimiento o alguna frustración al no poder hacerse cargo de sus propios intereses.

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