Reflexiones sobre el significado del arte
lilojose24Reseña10 de Noviembre de 2019
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Reflexiones sobre el significado del arte
- Todos podemos constatar fácilmente que el arte ha cambiado y continúa cambiando con el paso del tiempo. Si en épocas pasadas se tenía una conciencia relativamente clara de lo que era la obra de arte, actualmente la comprensión del tema se ha hecho más bien difícil. En contraste con épocas anteriores contamos hoy, para la investigación en este campo, con diferentes metodologías que continúan desarrollándose aceleradamente. La obra de arte ha sido considerada, cada vez con mayor frecuencia, como un instrumento o un accesorio útil para analizar la evolución de la sociedad humana, y cada vez menos como objeto estético. Ante el empalidecimiento de los valores estéticos frente al valor cultural abstracto han surgido múltiples dudas acerca del futuro del arte. Muchos, abiertamente, han proclamado su próxima muerte. Dino Formaggio, en su ensayo “El problema de la muerte del arte y el génesis de la moderna idea artística” indica que la preocupación surgió del descontento y de las inquietudes del Romanticismo, en medio de los cambios cada vez más rápidos de la sociedad del siglo XIX y de la historia, y concretamente, como una disputa entre Schiller, Novalis y Hegel. Desde ese momento nunca desapareció, cobrando recientemente nuevas fuerzas.
Mi exposición versará sobre el por qué esta idea ha tomado tanta importancia y cuáles podrían ser las perspectivas futuras que se derivan de la situación actual.
El material histórico del arte accidental sugiere una división en tres diferentes etapas, de acuerdo al comportamiento humano con respecto al arte:
1-. Desde los principios de la historia hasta el manierismo del Siglo XVI, cuando el arte, que respondía a la demanda de la sociedad, era considerado como un oficio basado en reglas, llevando a los intelectuales del campo a elaborar cuidadosamente “recetarios” que facilitaran y perfeccionaran las tareas artísticas.
2-. Desde el manierismo hasta el siglo XVIII, cuando se aprecia el “genio artístico” como un don muy especial, que da al artista un sitio privilegiado dentro de la sociedad, y cuando se forman la Estética –como filosofía de la belleza-, y las bases de la Historia del Arte como recuento de los hechos artísticos en relación con las vidas humanas, dentro de sus situaciones geográficas, sociales y económicas.
3-.Desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta hoy, cuando se rechaza la belleza como fin último de la obra de arte, liberando poco a poco al artista de todas las reglas, y llegando a la negación del arte como objeto y hasta al “antiarte”. Paralelamente se desarrollan las diferentes metodologías para analizar el campo artístico como espejo de la humanidad.
Las características expuestas aquí son demasiado generales para permitirnos sacar conclusiones importantes acerca del futuro próximo, y parece imprescindible aclarar con mayor profundidad por lo menos dos puntos:
1-.La amplitud del término ARTE en diferentes épocas.
2-. La evolución de la Historia del Arte y su metodología.
A estos temas dedico los dos capítulos siguientes. Pido disculpas por comentar algunos datos ampliamente conocidos durante este recorrido histórico, pero no puedo evitarlo por la importancia que tienen para justificar las conclusiones.
I Evolución del significado de la palabra ARTE
- En la antigüedad la palabra “arte” designaba la habilidad de realizar tareas según reglas aplicadas a conciencia y no por simple intuición. Al arte pertenecían todos aquellos oficios artesanales, como albañilería y costura, al lado de las artes plásticas, y también la lógica, la aritmética y otras ciencias que se apoyaban en reglas. En un principio, no se incluían ni la música ni la poesía, debido a que ambas expresaban los efectos subjetivos y dependían de inspiraciones, lo que las relacionaba con el campo de sacerdotes y profetas. Pero en el siglo V a.C., en Grecia, los pitagóricos descubrieron las reglas de la armonía musical, comenzando a contar los sonidos; y como consecuencia directa de este hecho se reconoció la música como arte. Posteriormente Aristóteles (en el siglo IV a. C) formuló las reglas del ritmo poético, y la poesía también se integró a las artes.
Los antiguos dividían las artes no según criterios estéticos sino según el grado de esfuerzo físico necesario para realizar la obra, por lo cual las artes se dividían en dos grupos:
1-. Las Artes Liberales (teóricas) que exigían esfuerzo mental y muy poco esfuerzo físico, como por ejemplo la gramática, aritmética o poesía.
2-.Las Artes Mecánicas, Ordinarias, (prácticas) que obligaban al esfuerzo físico y requerían muy poco esfuerzo mental, tales como la albañilería, la costura o las artes plásticas.
Durante la Edad Media, las artes plásticas quedaron excluidas del grupo mecánico, y situadas entre ambos grupos, en un puesto intermedio entre la teoría y la práctica.
A todos les parecía natural que artesanos menores, para facilitar sus tareas, se sirvieran de algunas obras bien logradas, utilizándolas como modelo. Los romanos copiaban sin escrúpulos las imágenes griegas, o integraban auténticos objetos griegos como parte de sus composiciones. De igual manera se comportaban algunos artistas medievales, al darle una nueva interpretación cristina a la iconografía antigua. Los artistas del Renacimiento utilizaron, incluso con mayor frecuencia que los artistas medievales, las ideas y las formas del arte clásico, repitiéndolas libremente como suyas. El objeto nuevo, bien hecho, evidentemente se consideraba mucho más valioso que el viejo ya usado. Se valorizaba lo útil y lo que demostraba que su autor dominaba las reglas de su oficio.
Durante la época renacentista las artes plásticas intentaron un nuevo avance en la escalas de las artes. Los artistas se dedicaron a las investigaciones sobre perspectiva y el estudio metódico de la realidad, argumentando que su arte era prácticamente parte de la ciencia y como tal merecía mayor respeto. Pero ni el gran Leonardo se atrevió a aspirar al reconocimiento de la escultura y la arquitectura dentro de las artes liberales, sugiriendo solamente la incorporación de la pintura por ser la que menos esfuerzo físico exigía.
Debido a estas confusiones e inquietudes podríamos considerar a este período como una épica de TRANSICIÓN, ya que ni siquiera se supo argumentar lo que se pretendía. La situación cambió radicalmente en el siglo XVI cuando se aceptó la idea expresada por G. Vasari de que las tres artes: pintura, escultura y arquitectura, eran hijas del mismo padre: el Diseño, reconociendo con estas palabras el derecho del artista a expresar la imagen de la realidad no según reglas fijas de imitación, sino según su propio estilo. En aquella frase ya es visible la semilla del reconocimiento del genio individual de los artistas, quienes fueron equiparados a los poetas, por manejar los conceptos de la Retórica, siendo capaces de conmover el alma del hombre barroco.
Ya a fines del siglo XVII se aceptó sin vacilaciones que la pintura, la escultura y la arquitectura, al igual que la literatura, pertenecían a la categoría de las artes liberales, desligándolas de la artesanía. Más o menos paralelamente se comenzó a discutir acerca de la legitimidad de la ubicación en este grupo de la aritmética y la lógica, que parecían relacionarse más con la ciencia y mucho menos con el arte de la nueva acepción de la palabra. Estas discusiones son muy significativas. Aquí, por primera vez se pone en evidencia que las artes se distinguen de la ciencia y de las reglas fijas que la caracterizan, ingresando al campo bajo otros conceptos. Este acontecimiento representa el cambio más profundo de la concepción del arte desde la Antigüedad hasta el final del siglo XVIII, cambio que durante los siglos posteriores se fijó en la conciencia humana, llegando a su apogeo con el Romanticismo, gracias al culto a la misteriosa singularidad del artista y de cada una de sus obras. Desde entonces, la obra copiada, por estar desligada del toque creativo del Genio, comenzó a no tener el mismo valor que la original. Por estas mismas razones se empezó a juzgar severamente el plagio.
Durante más de un siglo, después de concebir la diferencia entre la ciencia y el arte, surgieron múltiples ideas tendientes a dilucidar cual era el elemento común a todas las artes: música, literatura, teatro, pintura, escultura y arquitectura. Se propuso entonces la memoria, la metáfora, la idea, pero ninguna resultó suficientemente fundamentada, hasta que en el año 1747 apareció el Tratado de las Bellas Artes reducidas a un mismo Principio, de Charles Batteux, quien opinó que todas las artes, tomando la naturaleza como fuente, seleccionan de ella lo más bello.
Este concepto gustó a muchos y sirvió para formar la idea de Bellas Artes, utilizada hasta hoy pero válida solamente hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando resultó insuficiente y confusa. Ya el realismo ni parecía bello ni intentaba serlo en el sentido tradicional de la palabra. Las confusiones aumentaron cuando comenzó la discusión sobre el reconocimiento de la artesanía, con el nombre de “artes aplicadas”, dentro del campo artístico del siglo XIX. Por más bellas que fueran sus formas, los opositores cuestionaban a las obras de artes aplicadas su falta de elemento intelectual; el ser más bien obras de las manos que del alma, y su fin utilitario. Esta crítica puso de manifiesto que el criterio de Belleza, en el momento de las reflexiones más profundas, no bastaba para definir una obra de arte. La rápida amplificación del campo artístico en el siglo XX complicó más aún la situación. La aceptación dentro de este campo de los afiches producidos mecánicamente y en forma masiva puso en tela de juicio la idea de la singularidad de la obra de arte. La arquitectura paisajista reconocida como actividad artística llamó la atención sobre el hecho de la colaboración del diseñador con la naturaleza, en la cual el hombre se aprovecha en gran parte de la creatividad biológica. Se aceptó a la fotografía como arte, a pesar de ser ésta el resultado de un proceso puramente tecnológico. Al fin han sido aceptados los “ready made” de Dada, el automatismo de las obras surrealistas, las obras casuales y hasta el “happening”. Hoy en día, el concepto de arte no es nada claro, a pesar de que muchos han tomado la tarea de formular una nueva definición. Agrupando todas las proposiciones alrededor de ideas generales, y analizando su eficiencia, no se llegó a aceptar ninguna. Algunas parecen adecuadas para el arte actual, otras para el de los siglos pasados, pero ninguna describe la complejidad de lo que sentimos como arte a través de la historia humana. En 1957, M. Weitz llegó a la conclusión de que es imposible definir el arte porque es imposible definir lo que cambia constantemente a causa de la creatividad humana, y que, además, tal definición no es necesaria. Opiniones similares aparecen en la obra de W. E. Kennick (1965) y en la antología estética de 1967 editada por W. Elton. Los argumentos utilizados en contra de la definición del arte en estas publicaciones abarcan un campo mucho más amplio que el artístico. Prácticamente son aplicables a todo, excluyendo solamente la lógica y las matemáticas. Es tendencia de nuestro siglo el acabar con las definiciones por considerarlas limitaciones de la mente, ajenas a la realidad, mucho más rica y compleja. Pero tampoco se pueden rechazar todas las definiciones, a pesar de las simplificaciones que puedan provocar. A fin de cuentas, podemos apartarlas en cualquier momento, si vemos que nos limitan demasiado. Me parece muy prometedor el intento de filósofo W. Tatarkiewicz (1972), quien concibió una definición flexible, que toma en cuenta a la vez los diferentes enfoques. Tal definición, abierta a eventuales cambios, podría ser la siguiente: “…el arte es imitación de la realidad, o construcción de formas, o expresión de los sentimientos, si el resultado de tal intención es capaz de encantar, conmover o impactar”.
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