Reforma

Hace pocos días el presidente Piñera anunció en cadena nacional la nueva reforma tributaria que deseaban implantar en nuestro país con el fin de generar mayores impuestos para llevar a cabo una reforma educacional y de aligerar la carga tributaria de las personas, especialmente la de la clase media. Para lograr esto se proponen principalmente cuatro medidas: el alza del impuesto a las grandes empresas (desde el 17% anterior a un 20%), una serie de medidas que buscan terminar con la elusión de impuestos, algunas rebajas y beneficios tributarios (que favorecen como principalmente a la clase media), y por último medidas que buscan mejorar la eficiencia económica (como la eliminación de algunos aranceles).

Entre todas estas medidas, me quiero detener en el alza a las grandes empresas y analizar algunas aristas que se desprenden de esta. A pesar de que no parece ser un alza tan importante, y más aún considerando que ya se había subido al 20% para paliar los efectos del terremoto y maremoto del 2010, no deja de ser una cifra significativa. Con el alza de 3 puntos porcentuales se pretende recaudar un total de entre 700 y 1000 millones de dólares anuales.

La primera implicancia de esta medida es que, según propias palabras del ex ministro de Economía JuanAndrés Fontaine "... desalienta el ahorro y la inversión, ingredientes clave de toda estrategia pro crecimiento...". Esta alza, a pesar de no ser exagerada, es una señal que puede enviar el mensaje incorrecto y generar un clima de duda y inestabilidad en el mercado mundial. Habiendo mantenido una misma línea tributaria en los últimos 20 años, no parece adecuado comenzar a modificarla precisamente cuando el país se encuentra en una situación de crecimiento sostenido. Y es este mismo crecimiento el que implica el mayor "aumento de impuestos" o, en otras palabras, es el crecimiento económico el que lleva al fisco a recaudar más. Por lo que no vale la pena sacrificar parte de ese crecimiento que venía mostrando el país y que finalmente redunda en una mayor recaudación. Esta medida podría significar "pan para hoy día y hambre para mañana" si el alza frena el crecimiento del país.

Todo lo anterior se viene a sumar a la delicada situación económica mundial, por lo que el cambio no parece venir en el mejor momento. Cuando existen muchos países con grandes crisis económicas parece ir en contra la corriente realizar medidas que puedan afectar negativamente la inversión y el crecimiento. Esto sumado a la aún más delicada situación latinoamericana por el anuncio de expropiación de YPF en Argentina, que luego tuvo respuesta en Bolivia con el anuncio de la expropiación de la red eléctrica de origen español. Ambas decisiones cargadas de populismo no están ayudando mucho a la percepción del mundo acerca de nuestra región, por lo que es este el momento donde como país debemos desmarcarnos de ese tipo de situaciones para dar una mayor seguridad a los inversionistas extranjeros. Por lo que presentar ahora una reforma que busca subir los impuestos a las empresas no parece ser la decisión más acertada dada la situación, tanto mundial como regional.

Esta decisión de subir los impuestos con el fin de recaudar la reforma educacional también envía un mensaje incorrecto a la población del país. Esto porque, a pesar de que intentar mejorar la alicaída educación del país es indudablemente una misión loable, la reforma tributaria hace creer al país que en situaciones difíciles la solución es subir los impuestos. Por lo que esta alza que parece inofensiva se puede convertir el día de mañana en algo mucho más importante que puede desestabilizar nuestra economía. Cuando la salud falle, o el transporte público o el problema de turno ¿estaremos todos pidiendo una nueva reforma tributaria para salir del problema? Todo esto generaría mayor incertidumbre y desconfianza.

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