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Violencia

laurapaola098719 de Mayo de 2014

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LA MEDITACIÓN

“Si esta cosa extraordinaria está funcionando en su vida, entonces eso es todo; entonces usted se convierte en el maestro, en el discípulo, en el vecino, en la belleza de la nube -usted es todo eso, y eso es amor”.

¿Qué es meditación? Antes que entremos en ese problema realmente tan complejo e intrincado, debemos establecer con gran claridad qué es lo que buscamos. Todo el mundo siempre busca algo, especialmente el que tiene inclinaciones religiosas; y aún para el científico, la búsqueda se ha convertido en un problema muy serio -buscar. Este factor, el de la búsqueda, tiene que ser comprendido muy clara y definitivamente antes de que

podamos investigar lo que es meditación y por qué deberíamos meditar siquiera, cuál es su utilidad y adónde nos conduce.

La palabra «buscar» -correr detrás de, descubrir algo buscando- implica que ya sabemos, más o menos, qué es lo que perseguimos, ¿no es así? Cuando decimos que buscamos la verdad, o que buscamos a Dios -si tenemos inclinaciones religiosas- o que estamos buscando una vida perfecta, etc., ya debemos tener en nuestras mentes una imagen o una idea de ello. Para encontrar algo después de buscarlo, tenemos que saber de antemano cuál es su perfil, su color, su sustancia, etc. ¿No está implícito en la palabra «buscar», que hemos perdido algo y que lo vamos a encontrar, y que cuando lo encontremos podremos reconocerlo -lo cual significa que lo hemos conocido ya, que todo lo que tenemos que hacer es ir en su búsqueda y encontrarlo?

La primera cosa que averiguamos sobre la meditación es que el buscar no ayuda en nada; porque lo que se busca está predeterminado por lo que deseamos; si estamos tristes, solos, desesperados, buscaremos esperanza, compañía, algo que nos sirva de sostén, y lo encontraremos inevitablemente.

En la meditación, tenemos que establecer la base, la base del orden, que es rectitud -no respetabilidad, ni la moralidad social que no es moralidad alguna, sino el orden que surge de la comprensión del desorden: una cosa totalmente diferente. El desorden tiene que existir mientras exista el conflicto, tanto interna como externamente.

El orden, que nace de la comprensión del desorden, no se manifiesta de acuerdo con un diseño, de acuerdo con alguna autoridad, o conforme a la experiencia particular de uno mismo. Es obvio que este orden tiene que surgir sin esfuerzo, porque el esfuerzo distorsiona -tiene que surgir sin ninguna clase de control.

Hablamos de algo muy difícil cuando decimos que tenemos que alcanzar el orden sin control. Debemos comprender el desorden, cómo se origina, pues se trata del conflicto que existe en nosotros mismos. Al observarlo lo comprendemos; no es cuestión de vencerlo, de estrangularlo, o de reprimirlo. Observar sin distorsión, sin ningún impulso compulsivo o directivo, es del todo una tarea ardua.

El control implica represión, rechazo o exclusión; implica una división entre uno que controla y la cosa controlada; implica conflicto. Cuando uno comprende esto, el control y la opción terminan totalmente. Todo esto parecerá más bien difícil y en contradicción con todo lo que hemos pensado al respecto. Podemos decir: ¿cómo es posible que exista el orden sin control, sin la acción de la voluntad? Pero, como hemos dicho, control implica división entre el que controla y la cosa que va a ser controlada; en esta división hay conflicto y distorsión. Cuando realmente comprendemos esto, entonces termina la división entre el que controla y lo controlado y, por lo tanto, nace la comprensión, la inteligencia. Cuando hay comprensión de lo que realmente es, entonces no hay necesidad de control.

De manera que existen estas dos cosas esenciales que tienen que ser completamente comprendidas, si es que vamos a investigar lo que es la meditación: primero, la búsqueda no sirve de nada; segundo, tiene que existir ese orden que nace de la comprensión del desorden originado por el control, con todas las implicaciones de la dualidad y de la contradicción que sobreviene entre el observador y lo observado.

El orden surge cuando la persona que está airada y trata de deshacerse de la ira, ve que ella misma es la ira. Sin esa comprensión no es posible que sepamos lo que es la meditación. No nos engañemos con todos los libros escritos acerca de la meditación, o con toda la gente que nos dice cómo meditar, o por los grupos que se organizan con el propósito de meditar. Es que si no hay orden, que es virtud, la mente tiene que vivir en medio del esfuerzo de la contradicción. ¿Cómo puede una mente así darse cuenta de todo lo que implica la meditación?

Tenemos que llegar, con todo nuestro ser, a esta cosa extraña que llamamos amor -y, por lo tanto, estar sin miedo. Nos referimos al amor que no está mancillado por el placer, por el deseo, por los celos -amor que no conoce la competencia, que no divide como por ejemplo: mi amor y tu amor. Entonces la mente -incluyendo el cerebro y las emociones- está en completa armonía; y ello tiene que ser así, pues de lo contrario la meditación se convierte en autohipnosis.

Tenemos que trabajar muy duro para averiguar las actividades de nuestra propia mente, cómo funciona con sus actividades egocéntricas, el «yo» y el «no yo»; tenemos que estar completamente familiarizados con nosotros mismos y con todas las tretas que la mente se juega a sí misma, las ilusiones y las decepciones, la fantasía y las figuraciones de todas las ideas románticas que tenemos. Una mente que puede caer en el sentimentalismo es incapaz de amar; el sentimentalismo engendra brutalidad, crueldad y violencia, no amor.

Lograr que esto arraigue profundamente en uno mismo es harto difícil; requiere una disciplina tremenda, el aprender observando lo que ocurre en uno mismo. Esa observación no es posible si existe alguna forma de prejuicio, de conclusiones o de fórmulas, de acuerdo con las cuales uno observa. Si uno observa conforme a lo que algún psicólogo ha dicho, no está observándose realmente y, por lo tanto, no se realiza el conocimiento de uno mismo.

Necesitamos una mente capaz de estar completamente sola, que no lleve el peso de la propaganda o de las experiencias de otros. La iluminación no se obtiene mediante un líder o mediante un maestro; emana de la comprensión de «lo que es» en uno mismo -no huyendo de uno mismo. La mente tiene que comprender en realidad lo que está ocurriendo en su propio campo psicológico; tiene que estar consciente de lo que está ocurriendo sin

distorsión, sin opción alguna, sin resentimiento, amargura, explicación o justificación -sólo es necesario que se dé cuenta.

Este principio fundamental se establece con alegría; no en forma compulsiva, sino con naturalidad, felizmente sin esperanza alguna de alcanzar algo. Si tenemos esperanzas, estamos huyendo de la desesperación; tenemos que comprender la desesperación sin buscar esperanzas. En la comprensión de «lo que es» no hay desesperación ni esperanza.

¿Se está con esto pidiéndole demasiado a la mente humana? A menos que uno inquiera sobre aquello que parezca imposible, cae en la trampa, en la limitación de lo que cree que es posible. Es muy fácil caer en esta trampa. Uno tiene que exigir lo máximo de la mente y del corazón, pues de lo contrario, se quedará en la conveniencia y la comodidad de lo posible.

Ahora bien, ¿estamos todavía juntos? Probablemente lo estamos verbalmente; pero la palabra no es la cosa; lo que hemos hecho es describir, y la descripción no es lo descrito. Si ustedes están haciendo un viaje juntos con el que les habla, lo están haciendo realmente, no teóricamente, no como una idea, sino como algo que ustedes mismos están observando de hecho -no como que están experimentando; hay una diferencia entre la observación y la experiencia.

Existe una vasta diferencia entre la observación y la experiencia. En la observación no hay «observador» alguno, existe únicamente el observar; no existe el que observa y que está apartado de la cosa observada. La observación es completamente distinta de la exploración, en la cual participa el análisis. En el análisis existe siempre el «analizador» y la cosa a ser analizada. En la exploración hay siempre una entidad que explora. En la observación hay un aprender continuo, no una continua acumulación. Espero que vean la diferencia. Ese aprender es diferente del aprendizaje con propósito de acumular, de manera que desde esa acumulación pensamos y actuamos. Una investigación puede ser lógica, sana y racional, pero observar sin el «observador» es completamente distinto.

Luego viene la cuestión de la experiencia. ¿Por qué deseamos experiencia? ¿Han pensado ustedes alguna vez al respecto? Tenemos experiencias todo el tiempo, que reconocemos o ignoramos. Deseamos experiencias más profundas, más amplias -místicas, profundas, trascendentales, divinas, o espirituales- ¿por qué? ¿No será porque nuestra vida es tan vulgar, tan desdichada, tan pequeña e insignificante? Uno desea olvidar todo eso y moverse totalmente a otra dimensión. ¿Cómo puede una mente insignificante, preocupada, temerosa, ocupada con un problema detrás de otro, experimentar otra cosa que no sea su propia proyección y actividad? Este exigir mayor experiencia es escapar de lo que realmente es; pero sólo mediante esa realidad es que puede advenir la cosa más misteriosa de la vida. En la experiencia está involucrado el proceso de reconocimiento. El reconocer algo significa que ya lo hemos conocido. La experiencia proviene generalmente del pasado, y no existe nada nuevo en ella. De manera que existe una diferencia entre la observación y el deseo vehemente de experiencia.

Si está claro

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