“Ética en la Gestión Pública”
SAMUEL CHILET JAIMESBiografía18 de Junio de 2021
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[pic 2]UNIVERSIDAD NACIONAL JOSE FAUSTINO SANCHEZ CARRION
FACULTAD DE CIENCIAS EMPRESARIALES
ESCUELA DE ADMINISTRACION
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TEMA:
“Ética en la Gestión Pública”
INTEGRANTES:
Chilet Jaimes Samuel
Luna Yesquen Yordan
Mamani Herrera Elvis
Manrique Alban Emerson
Torres Tomanguilla Jerson
ASIGNATURA:
“Deontología Profesional”
DOCENTE:
Mg. Sánchez Castillo Dennys Paul
Huacho - Perú
DEDICATORIA
Dedicamos el presente trabajo a nuestros padres que día a día se esfuerzan para darnos lo mejor y salir adelante. De la misma manera a nuestro docente por su gran motivación y enseñanzas para transmitirnos paso a paso los conocimientos que vamos adquiriendo durante este ciclo de estudios profesionales.
Contenido
INTRODUCCION 5
CAPITULO I 6
1. ANTECEDENTES 6
CAPITULO II 8
1. ORIGEN DE LA ETICA EN LA G.P. 8
2. ¿QUE ES LA ETICA EN LA G.P.? 8
3. LA ÉTICA COMO BASE DEL PERFIL DEL SERVIDOR PÚBLICO 10
4. IMPORTANCIA DE LA ETICA EN LA G.P. 12
CAPITULO III 15
1. DE LA FUNCIÓN PÚBLICA 15
Artículo 1.- Ámbito de aplicación 15
Artículo 2.- Función Pública 15
Artículo 3.- Fines de la Función Pública 15
Artículo 4.- Servidor Público 15
Artículo 5.- Interpretación y consultas 16
2. PRINCIPIOS ÉTICOS DEL SERVIDOR PÚBLICO 16
Artículo 6.- Principios de la Función Pública 16
3. DEBERES ÉTICOS DEL SERVIDOR PÚBLICO 17
Artículo 7.- Deberes de la Función Pública 17
CAPITULO IV 19
1. OBJETIVOS DE LOS CÓDIGOS DE CONDUCTA. 19
▪ Servir al interés público 19
▪ Transparencia 19
▪ Integridad 19
▪ Legitimidad 19
▪ Justicia 19
▪ Receptividad 19
▪ Eficacia y eficiencia 20
2. VENTAJAS E INCONVENIENTES DE LA CONDUCTA EN LA G.P. 21
2.1. Ventajas 22
2.2. Desventajas 23
3. VALORES ÉTICOS Y PRINCIPIOS DE CONDUCTA PARA GESTION PUBLICA 23
3.1. Valores Éticos 23
3.2. Principios de Conducta 23
CONCLUSIONES 25
BIBLIOGRAFIA 27
INTRODUCCION
Las consideraciones éticas de acuerdo a lo planteado por Conill (1998) en la función pública tienen una importancia creciente pues no se puede olvidar que el oficio público supone una tarea de servicio a los demás. La Ética pública, en una primera aproximación, estudia el comportamiento de los funcionarios en orden a la finalidad del servicio público que le es inherente. Es la ciencia que trata de la moralidad de los actos humanos en cuanto realizados por funcionarios públicos.
La Ética pública es, como la Ética en si misma, una ciencia práctica. Es ciencia porque el estudio de la ética para la administración pública incluye principios generales y universales sobre la moralidad de los actos humanos realizados por el funcionario público o del gestor público.
En virtud de ello, se considera práctica porque se ocupa fundamentalmente de la conducta libre del hombre que desempeña una función pública, proporcionándole las normas y criterios necesarios para actuar bien. La idea de servicio a la colectividad, a la sociedad, en definitiva, a los demás, es el eje central de la ética pública, como lo es la conservación del bien común.
El servicio al público es el fundamento constitucional de la administración y debe conectarse con una administración pública que presta servicios de calidad y que promueve el ejercicio de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Una Administración que se mueva en esta doble perspectiva, debe ser una administración compuesta por personas convencidas que la calidad de los servicios que se ofertan tienen mucho que ver con el trabajo bien terminado y que es necesario encontrar los intereses legítimos de los ciudadanos en los múltiples expedientes que hay que resolver.
En este sentido, contribuir a la administración moderna que demanda el Estado Social y democrático significa, en última instancia, asumir el protagonismo de sentirse responsables, en función de la posición que se ocupe en el engranaje administrativo, de sacar adelante los intereses colectivos.
CAPITULO I
1. ANTECEDENTES
La ética surgió históricamente como una secularización de la religión. Dentro de ella, la ética se abordó como un conjunto de preceptos recibidos de Dios. Las religiones proporcionaron a las sociedades una cosmovisión que, al mismo tiempo, le dio razón al ámbito práctico en su conjunto.
Con la modernidad, los principios religiosos que conformaron las cosmovisiones de los pueblos se fueron sustituyendo con postulados laicos. Así, la voluntad divina se convirtió en voluntad popular; el plan de Dios sobre las criaturas se tradujo en el Bien Común; además, la reconquista del valor social sacó a la ética de su subjetivista confinamiento moral, para encaminarla al logro de un elevado nivel moral. Éste, desde un punto de vista comunitario, abarcaría a las instituciones sociales, incluyendo a las políticas.
La ética política se fue desarrollando a través de la historia de la humanidad hasta significar autonomía de la religión y reconocimiento del rol primario y fundante de la racionalidad; nace de la secularización y sus momentos más maduros son el iluminismo, el utilitarismo y el kantismo, pero tales características también estuvieron presentes en el horizonte cristiano. La ética tomista, a través de la distinción entre naturaleza y gracia, reconoce la autonomía de la ética, que implica la aceptación de los valores de la racionalidad, con los cuales el hombre puede decidir entre bien y mal.
En un mundo de libres e iguales, cobra sentido la moral autónoma. Así, el derecho moderno restringe la libertad externa para que cada quien pueda ejercer su libertad interior. El Estado de derecho se encarga de proteger la libertad de todos.
La ética política se centra en características de la modernidad: individualismo, imparcialidad, impersonalidad, como criterios subyacentes al razonamiento moral, y presupone la relación de reciprocidad. En lugar de responder a exigencias de clasificación ideológica, la moral política se orienta a la búsqueda racional de los fundamentos y problemas éticos concretos mediante la confrontación y el diálogo entre pluralidad de perspectivas, sin temor a reconocer la posibilidad de una inspiración religiosa, incluida la positiva, que se manifieste en la indicación del significado último de la vida.
Las implicaciones de la ética en la política se refieren específicamente a los criterios morales que habrán de orientar a quienes tienen la facultad de tomar las decisiones políticas. El problema de la relación entre la ética y la política se presenta cuando se tiene que decidir entre algo útil económica, estética y socialmente, etcétera, pero moralmente condenable. El límite más importante a las decisiones políticas se encuentra en la utilización de las personas como “medios” o en la violación de sus derechos o en el atropello de la justicia a secas, y no en la obtención de la justicia solidaria como la propone John Rawls.
A las sociedades modernas pareciera que les basta el derecho y la política. Con esto han pretendido absorber en las razones jurídicas las tareas que antaño desempeñaba la razón moral. Ante la dificultad de resolver problemas como la corrupción, la violencia, la intolerancia, la cuestión moral vuelve a ser tema de actualidad. Los ciudadanos quieren ordenar a la sociedad con ideales de honradez, imparcialidad, insobornabilidad, libertad, igualdad, tolerancia, justicia. Es decir, exigen un mundo moralmente ordenado.
La heterogeneidad de las sociedades modernas implica diversos conjuntos valorativos que han roto la uniformidad ideológica con sus contenidos morales que en las sociedades tradicionales se tenían, guiados en buena medida por la religión. Actualmente ya no se puede hablar de una sola moral universalmente válida, que rija el comportamiento de todos los seres humanos en términos de bueno o malo. Si esto es difícil para la sociedad en general, respecto a la política, lo es aún más.
La idea de la razón de Estado corresponde a tiempos históricos y políticos que transcurren en los siglos XVI y XVII, en el mundo occidental. La razón de Estado no es sólo un enunciado, sino realidad que se erige en el principio vital del Estado, puesto que señala cómo él mismo se dota para su conservación de fuerzas y poderes que son consustanciales a su modo de ser y vivir. La razón de Estado es la clave para la mejor conservación del poder estatal; atiende a su naturaleza, a su vida política y a sus medios de acción. Nacida como expresión de la realidad del poder estatal, tiene su propia esencia: todo a través del Estado y nada contra él.
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