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El Espíritu De Revelación Bednar


Enviado por   •  10 de Junio de 2013  •  2.256 Palabras (10 Páginas)  •  368 Visitas

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El espíritu de revelación

por el élder David A. Bednar

Del Quórum de los Doce Apóstoles

Conferencia General Abril 2011

Expreso gratitud por la inspiración que ha dirigido la selección del himno que vendrá después de mis palabras, “¿En el mundo he hecho bien?” (Himnos, Nº 141). Me doy por aludido.

Los invito a considerar dos experiencias que la mayoría hemos tenido con la luz.

La primera experiencia sucede cuando entramos en un cuarto oscuro y encendemos el interruptor de la luz. Recuerden cómo, en un instante, la habitación se llena de luz y hace que desaparezca la oscuridad. Lo que antes no se veía y era incierto, se vuelve claro y reconocible. Esta experiencia se caracteriza por el inmediato e intenso reconocimiento de la luz.

La segunda experiencia tiene lugar al observar la noche transformarse en la mañana. ¿Recuerdan el lento y casi imperceptible aumento de luz en el horizonte? En comparación con el hecho de encender una luz en un cuarto oscuro, la luz del sol naciente no irrumpe de inmediato. Más bien, la intensidad de la luz aumenta de manera gradual y constante, y a la oscuridad de la noche la reemplaza el resplandor de la mañana. Finalmente, el sol se asoma por el horizonte, pero la evidencia visual de su inminente llegada se manifiesta horas antes de aparecer realmente sobre el horizonte. Esta experiencia se caracteriza por el discernimiento sutil y gradual de la luz.

De esas dos experiencias comunes y corrientes con la luz podemos aprender mucho acerca del espíritu de revelación. Ruego que el Espíritu Santo nos inspire e instruya al centrar nuestra atención en el espíritu de revelación y en los métodos básicos mediante las cuales se recibe.

El espíritu de revelación

La revelación es la comunicación de Dios con Sus hijos en la tierra y es una de las grandes bendiciones relacionadas con el don y la compañía constante del Espíritu Santo. El profeta José Smith enseñó: “El Espíritu Santo es un revelador”, y “ningún hombre puede recibir el Espíritu Santo sin recibir revelaciones” (Véase, Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 139).

El espíritu de revelación está al alcance de toda persona que, mediante la debida autoridad del sacerdocio, reciba las ordenanzas salvadoras del bautismo por inmersión para la remisión de los pecados y la imposición de manos para recibir el don del Espíritu Santo, y que actúe con fe para cumplir el mandato del sacerdocio que dice: “Recibe el Espíritu Santo”. Esta bendición no se limita a las autoridades que presiden la Iglesia, sino que le pertenece y debe estar en vigor en la vida de todo hombre, toda mujer y todo niño que alcanza la edad de responsabilidad y que entra en convenios sagrados. El deseo sincero y la dignidad invitan al espíritu de revelación a nuestra vida.

José Smith y Oliver Cowdery adquirieron una valiosa experiencia con el espíritu de revelación al traducir el Libro de Mormón. Esos hermanos descubrieron que podían recibir el conocimiento que fuera necesario para llevar a cabo su obra si pedían con fe, con un corazón sincero, creyendo que recibirían. Con el tiempo, fueron comprendiendo cada vez más que el espíritu de revelación normalmente funciona como pensamientos y sentimientos que acuden a nuestra mente y corazón por el poder del Espíritu Santo. (Véase D. y C. 8:1–2; 100:5–8.) Como el Señor les mandó: “Ahora, he aquí, éste es el espíritu de revelación; he aquí, es el espíritu mediante el cual Moisés condujo a los hijos de Israel a través del Mar Rojo sobre tierra seca. Por tanto, éste es tu don; empéñate en él” (D. y C. 8:3–4).

Hago hincapié en la frase “empéñate en él” en relación con el espíritu de revelación. En las Escrituras, con frecuencia se describe la influencia del Espíritu Santo como “una voz apacible y delicada” (1 Reyes 19:12; 1 Nefi 17:45; véase también 3 Nefi 11:3) y “una voz… de perfecta suavidad” (Helamán 5:30). A causa de que el Espíritu nos susurra tierna y delicadamente, es fácil comprender por qué debemos rechazar los medios de comunicación inapropiados, la pornografía y las substancias y conductas perjudiciales y adictivas. Esas herramientas del adversario pueden dañar y, con el tiempo, destruir nuestra capacidad para reconocer los sutiles mensajes de Dios por medio del poder de Su Espíritu, y responder a ellos. Cada uno de nosotros debe considerar seriamente y meditar con espíritu de oración cómo rechazar las tentaciones del diablo, y en rectitud “empeñarnos” en el espíritu de revelación en nuestra vida y en la de nuestra familia.

Modelos de revelación

Las revelaciones se transmiten de diversas maneras, entre ellas, por ejemplo, sueños, visiones, conversaciones con mensajeros celestiales e inspiración. Algunas revelaciones se reciben de forma inmediata e intensa, mientras que otras se reconocen de manera gradual y sutil. Las dos experiencias que describí relacionadas con la luz nos sirven para entender mejor estos dos modelos básicos de revelación.

Una luz que se enciende en un cuarto oscuro es semejante a recibir un mensaje de Dios rápida y completamente, y todo de una vez. Muchos de nosotros hemos experimentado este modelo de revelación cuando se nos ha dado respuesta a nuestras oraciones sinceras o se nos ha proporcionado orientación o protección, de acuerdo con la voluntad y el tiempo de Dios. Las descripciones de este tipo de manifestaciones inmediatas e intensas se encuentran en las Escrituras, se relatan en la historia de la Iglesia y se manifiestan en nuestra propia vida. Efectivamente, estos poderosos milagros sí ocurren. Sin embargo, este modelo de revelación tiende a ser más infrecuente que común.

El aumento gradual de la luz que irradia el sol naciente es semejante a recibir un mensaje de Dios “línea por línea, precepto por precepto” (2 Nefi 28:30). La mayoría de las veces, la revelación viene en pequeños incrementos a lo largo de cierto tiempo, y se concede de acuerdo con nuestro deseo, dignidad y preparación. De manera gradual y delicada, esas comunicaciones del Padre Celestial “[destilan] sobre [nuestra alma] como rocío del cielo” (D. y C. 121:45). Este modelo de revelación tiende a ser más común que infrecuente y es evidente en las experiencias de Nefi, cuando intentó diferentes métodos antes de lograr obtener de Labán las planchas de bronce (véase 1 Nefi 3–4). Finalmente, fue guiado por el Espíritu a Jerusalén “sin saber de antemano lo que tendría que hacer” (1 Nefi 4:6). Él no aprendió a construir un barco con

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