FORMA Y PRUEBA DE LOS ACTOS

FORMA Y PRUEBA DE LOS ACTOS

LA FORMA DE LOS ACTOS

Los actos jurídicos son las manifestaciones de voluntad a las que un determinado Derecho atribuye relevancia: toda manifestación de una o más voluntades que tenga por finalidad producir un efecto de derecho, y que se hace patente por medio de elementos y circunstancias que la materializan y constituyen la forma del acto. Todo acto jurídico implica una forma que lo hace tangible y permite apreciarlo en su contenido y alcance. En el acto jurídico la exterioridad se llama forma.

La forma se define por la doctrina como el modo por el que la manifestación de voluntad se exhibe o evidencia. Son las circunstancias que revisten el acto jurídico de exterioridad.

Para admitir la existencia de una voluntad con fines jurídicos es preciso tener la posibilidad de reconocerla mediante su exteriorización, por los requisitos que deben observarse en la formación de un acto jurídico.

De acuerdo con Savigny, es de suma importancia la determinación de las formas positivas en las que, respecto de los actos jurídicos, se materializan las declaraciones de voluntad dados los frecuentes conflictos entre los diferentes ordenamientos jurídicos que constituyen dichas formas. Una ley puede ordenar una determinada forma como imperiosamente necesaria, otra ley puede no ordenarla con esa característica, en otra hipótesis, las dos leyes imponen formalidades diversas. En todos estos casos se presenta la cuestión de saber cuál es el derecho local aplicable a la forma de un acto jurídico, dependiendo de su solución frecuentemente la validez o nulidad del acto.

La doctrina tradicional ha clasificado las formas de los actos en solemnes, habilitantes, probatorias o de publicidad. Sin embargo, debe observarse que las llamadas formas habilitantes están referidas a requisitos de fondo en contacto con problemas de capacidad. Las formas solemnes constituyen elementos sustanciales de determinados actos, por lo que su inobservancia acarrea la inexistencia o nulidad ab initio del acto. Las formalidades probatorias son requisitos para la prueba del acto y su oponibilidad ante terceros.  

LOCUS REGIT ACTUM

El régimen de la forma de los actos está gobernado por la regla locus regit actum, en virtud de la cual un acto o negocio jurídico es válido en cuanto a sus formas y solemnidades si se ajusta a las pertinentes prescripciones del Derecho del lugar donde se ha celebrado. El antiguo y universal empleo de esta regla encuentra fundamento en razones de orden práctico, derivadas de las exigencias del tráfico jurídico internacional. La regla que encarna el estatuto formal opera a merced de la costumbre internacional y la reciproca aceptación que le dan los Estados en el seno de la comunidad internacional.

Dada la imposibilidad de realizar en un lugar un acto autentico en forma distinta a como se utiliza en dicho lugar, resulta imprescindible que para actuar válidamente en el extranjero, el individuo se ajuste a las formas previstas en las leyes del país extranjero de que se trate.

El autor Maury limita la aplicación de la regla a los elementos exteriores que reglamentan la expresión de la voluntad o acto, tanto a los actos privados como a los auténticos, tanto a las formas solemnes como a las instrumentales. El autor hace mención de que esta regla puede suscitar un problema de calificación; tanto en el Derecho Consuetudinario como en los sistemas de Derecho Civil, es un procedimiento común separar la forma y la sustancia de los actos jurídicos, y partir de esta diferenciación para constatar su validez extrínseca e intrínseca. Desde el punto de vista de su regulación, el problema que debe ser resuelto es el de determinar si las formalidades de un acto pueden estar sujetas a una ley distinta a la que regula su sustancia, fondo o contenido. La respuesta afirmativa a esta cuestión está en la vigencia de la locus regit actum.

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