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Julio Ramon Ribeyro


Enviado por   •  25 de Octubre de 2012  •  2.497 Palabras (10 Páginas)  •  1.033 Visitas

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Argumento

La novela discurre sobre la vida de Lucho, un adolescente que acaba de concluir la escuela y que es llevado por uno de sus tíos a una hacienda denominada San Gabriel, en el norte de la sierra del Perú. En esta hacienda, además de conocer más la realidad de su país, se conoce a sí mismo.

Crónica San Gabriel

Crónica San Gabriel, es una hacienda en la sierra del Perú. A ella va un joven de la capital por problemas familiares llamado Lucho; Jacinto el loco de su familia le advierte que San Gabriel no es una casa, ni tampoco un pueblo, es una jungla. Ese mundo rural, de muchas generaciones de personas propietarias de terrenos rurales extensos, esa comunidad por estar aislada por mucho tiempo, se veía "que el más poderoso aplastaba al más débil".

Lucho empezará a sentir las miserias amorosas, las rivalidades, los engaños y la ira con los que se entretienen sus parientes del campo.

Sinópsis de Crónica de San Gabriel

Cónica de San Gabriel (1960), la primera novela del peruano Julio Ramón Ribeyro, está ambientada en la sierra norte peruana, pero no desde la típica visión indígena sino con un enfoque mas orientado hacia los hacendados, los dueños de las tierras que emplean a los indígenas para trabajar en ellas.

San Gabriel es un hacienda en el interior del Perú. A ella acude, por razones familiares, un adolescente criado en la capital. "Pero San Gabriel no es un casa, como tú crees", le advierte Jacinto, "el loco" de la familia, "ni un pueblo. Es una selva". Y, de hecho, en contra de toda expectativa, lo que encuentra Lucho en ese mundo rural, de mucha generaciones de terratenientes, es una comunidad que, como toda comunidad cerrada y aislada por mucho tiempo, "con sólo respirar el aire, se envenena" y en la que "el pez más grande se come al chico" y "los débiles no tienen derecho a vivir"…

Pese a la atracción que ejerce sobre él su prima Leticia, mala y perversa, Lucho empezará a sentir el peso de las miserias amorosas, las intrigas, las rivalidades, los engaños y la saña gratuita con los que se entretienen sus parientes del campo. Sólo el gran terremoto hará tambalear ese mundo hasta entonces indemne y, una vez "abierta la brecha, unas llaman a otras y pronto son legión".

LA CRONICA DE SAN GABRIEL

La narración se mantiene a través de la voz de lucho, quien se encuentra en un momento de transición hacia la adultez. Durante un poco más de un año, lucho, protagonista de la historia, pasa su estadía en la hacienda de San Gabriel, en la sierra norte de Perú.

La novela se inicia con el último momento de viaje del protagonista de Lima hacia San

Gabriel, con su tío Felipe, libertino adicto al licor y a las mujeres. La hacienda de San Gabriel representa en la novela un lugar de paso, de estadía efímera en más de un sentido, para alguno de los personajes, así como un especie de hábitat natural para otros. Así, el lector es testigo de las distintas historias que se tejen entre estos personajes. Pero el acceso que se tiene a estas historias girará entorno a la mirada acuciosa intrigante de Lucho.

En algún sentido, se puede decir que la estructura básica es la relación que mantiene el protagonista con su prima Leticia, hija de Leonardo, hacendado principal de San Gabriel. Sin embargo, la historia se desenvuelve en varias direcciones, lo que al fina nos plantea un paisaje frondoso, un tapiz extraño en el que lo central se esconde en hilos inbisibles y complejos como en la mirada del narrador

Los geniecillos dominicales es una novela del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro publicada en 1965 y que fue premiada en un concurso auspiciado por el diario Expreso de Lima. Circunscrita en el llamado Realismo urbano, obtuvo un éxito editorial y fue bien recibida por la crítica. A decir del escritor peruano Mario Vargas Llosa, «Con esta novela, Ribeyro no sólo ha trazado su biografía espiritual de escritor, ha escrito además el más hermoso de sus libros, el de gloria más cierta y durable».

(Ensayo literario sobreLos gallinazos sin plumas) Enviado por ana abanto el 21/07/2011 a las 11:50 PM

¿Cuántas veces hemos visto a un niño vendiendo frunas u ofreciendo sus servicios para limpiar las lunas de lujosísimos carros? La respuesta es más que obvia y es no solo queda ahí sino que muchos sabemos de sobra que un gran porcentaje de ese dinero es para los padres, tíos o personas mayores quienes “cobran” realmente lo que el niño ha vendido durante el día. Los reportes de la UNICEF[1] dicen que alrededor de 246 millones de niños y niñas son sujeto de explotación infantil en el planeta y al menos tres cuartas partes (171 millones) lo hacen en condiciones o situaciones de peligro. Sin embargo, según el reporte"Protección infantil contra el abuso y la violencia: Explotación infantil" deUNICEF, el 70% de los niños y niñas trabajadores del mundo lo hacen en el sector de la agricultura. Por otra parte más de 50 países reclutan a menores de 18 años y los arman para la guerra (2006).

Mientras tanto el Ministerio del Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE)[2] nos revela estas cifras en nuestro Perú:

• El 28.6% de niños y adolescentes entre 6 y 17 años trabaja (2’000,000 aprox.)

• 90% está en el sector informal

• Trabajan más de 45 horas semanales

• 90% recibe igual o menos que el salario mínimo

Podemos afirmar que ¿en pleno siglo XXI ya se ha erradicado la esclavitud? Pues bien eso sería muy apresurado, porque dejando de lado las frías y distantes cifras que nos dan la UNICEF y el MTPE solo basta con pararnos en las esquinas de los semáforos o darnos una vueltita por el mercado y veremos que son más que estadísticas, son una realidad.

En política, filosofía, historia, economía o cualquier otra ciencia se ha estudiado el tema del trabajo infantil, las injusticias y los maltratos, pues bien la literatura no es la excepción. O quien no recuerda al Lazarillo de Tormes, aquel pequeño pícaro que sufre una series de maltratos y desplantes de parte de sus amos incluso los de la “clase media” como el caballero que no tenía ni un centavo y a quien el pobre Lazarillo tenía que alimentar pues ese amo no sabía cómo trabajar; y del mismo modo pasamos hasta aquel pequeñín llamado Oliver Twist el cual también

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