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Movimientos históricos


Enviado por   •  23 de Junio de 2013  •  Ensayos  •  1.430 Palabras (6 Páginas)  •  293 Visitas

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"La historia puede dividirse en tres movimientos: lo que se mueve rápidamente, lo que se mueve lentamente, y lo que parece no moverse en absoluto." - Fernand Braudel.

Después del espacio dedicado al materialismo histórico y al materialismo cultural, no podíamos dejar sin revisar el magnífico trabajo de Fernand Braudel, máximo representante de la escuela de los Annales y uno de los mayores historiadores del siglo XX.

Al abordar su tesis doctoral, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, Fernand Braudel observó que la historia de cualquier período podía explicarse atendiendo a tres movimientos, jerárquicamente ordenados entre sí pero hasta cierto punto independientes, cada uno de los cuales marcha a un ritmo diferente y de acuerdo a sus propias leyes.

La prioridad causal en la constitución de una sociedad, según Braudel, pertenece a los movimientos de larga duración (o tiempo geográfico); "una historia casi inmóvil", como nos dice él, que trata "del hombre en sus relaciones con el medio que le rodea; historia lenta en fluir y en transformarse, hecha no pocas veces de insistentes reiteraciones y de ciclos incesantemente reiniciados". El único modo de abordar este movimiento consiste en registrar la geografía del área estudiada: sus penínsulas, montañas, llanuras, mares y ríos, para a continuación ponerlos en relación con el trabajo y el movimiento de los hombres. Así, Braudel nos habla de las montañas, situadas en los márgenes de la civilización y dotadas de tierras pobres, pero por este motivo pobladas con mucha frecuencia de pequeños campesinos libres; de las llanuras, donde el hombre, para aprovechar su fertilidad, debe canalizar las aguas estancadas y vencer a las enfermedades contagiosas; o de los mares angostos como el Adriático que, más favorables a la navegación, y, por tanto, a la división geográfica del trabajo, tienden a ser más prósperos que los mares abiertos.

Asimismo, Braudel nos habla de los movimientos humanos que, moldeados por la geografía y a fuerza de repetición, tienden a conformar espacios coherentes: se trata, por ejemplo, de la trashumancia castellana; el nomadismo sahariano; las migraciones de montañeses en dirección a la ciudad, donde ocupan los peores empleos; las caravanas de especias, que atraviesan el desierto sirio; o las grandes rutas marítimas que comunican entre sí los litorales mediterráneos, desde Rodas a Alejandría o desde la Península Ibérica hasta Sicilia, a través de las Baleares y Cerdeña. El ciclo de las estaciones también forma parte de este tiempo geográfico incesantemente reiniciado: en verano los caminos terrestres y marítimos se tornan accesibles, propiciando la guerra y el comercio; mientras que el invierno, con sus lluvias y tormentas, aconseja paralizar estas actividades en beneficio de la manufactura y la producción doméstica. En la misma línea, los animales cambian de pastos con las estaciones, moviéndose desde el norte al sur, desde el llano a la montaña o desde el desierto hasta la costa (y viceversa).

Por encima del tiempo geográfico se elevan los movimientos de media duración (o tiempo social), que corresponden a las estructuras sociales y al modo en que dichas estructuras evolucionan; "aúna, en consecuencia, lo que en nuestra jerga de especialistas llamamos estructura y coyuntura, lo inmóvil y lo animado, la lentitud y el exceso de velocidad". En este apartado, Braudel pasa revista a la economía, la demografía, los imperios, las sociedades, las civilizaciones y las formas de la guerra en la segunda mitad del siglo XVI. Acerca del origen de los imperios (español y turco), Braudel desliza una tesis interesante: atribuye su aparición tanto a las economías de escala derivadas de la nueva guerra, basada en el uso de mercenarios y artillería, como a la coyuntura económica ascendente del siglo XVI. Su decadencia en el siglo XVII habría que achacarla, en consecuencia, a una nueva coyuntura de signo descendente. No obstante, al abordar éste como otros temas, Braudel se conforma con la mera observación, sin pararse a desarrollar una explicación sólida. Otro apartado brillante, el dedicado a las civilizaciones (que cabría traducir como "culturas"), trata sobre el modo en que éstas evolucionan y se influyen mutuamente: así, registra la transferencia de tecnologías desde la Cristiandad al mundo musulmán, a través de renegados cristianos o de negociantes judíos; las pervivencias musulmanas entre los moriscos españoles o el intercambio cultural permanente a través del comercio marítimo, la captura de prisioneros y la piratería. Las civilizaciones son, ante todo, "espacios trabajados por el hombre". También es destacable el apartado acerca de las formas de la guerra, donde contrapone la

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