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Sara Aldrete


Enviado por   •  11 de Marzo de 2014  •  1.798 Palabras (8 Páginas)  •  594 Visitas

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sara María Aldrete era una chica particularmente hermosa, con su 1.87 de estatura,

rubio cabello y cuerpo torneado.

Se hizo famosa al lado de un joven guapo, audaz y tremendamente manipulador: Adolfo de Jesús Constanzo.

Si no la recuerdan por la escueta descripción,

tal vez algo les dirán los sobrenombres con que la prensa amarillista la bautizó:

la narcosatánica, la concubina del diablo... ¿Aún no? Bueno, revisemos su historia.

Nacida en Matamoros en 1964,

Sara tuvo una infancia normal.

Su padre fue empleado de la Comisión Federal de Electricidad y su madre cuidó del hogar y de las tres hijas del matrimonio.

Desde niña decía haber experimentado ciertas "manifestaciones de lo sobrenatural", entre ellas sueños premonitorios.

Para completar su precoz afición, en ese tiempo conoció a Elenita la Negra, una bruja curandera que vivía junto a su casa:

"Era una negra inmensa y muy gorda, siempre traía un pañuelo rojo en la cabeza y muchos collares que me encantaba tocar.

A escondidas de mis padres me enseñó magia y a platicar con la baraja española".

Estudiante aplicada, la hoy reclusa cursó la carrera de maestra en educación física en la Universidad de Brownsville, Texas.

Allí laboró como secretaria e instructora en los clubes de educación física y danza.

Pero no bien cumplió los 18 años, la chica se casó con un joven estadunidense.

El matrimonio apenas duró unos meses:

"Regresé a casa de mis padres, continué mis estudios y a los 22 años conocí a Adolfo de Jesús Constanzo".

A finales de julio de 1987, la esplendorosa Sara conducía su automóvil por las calles de Matamoros;

iba conversando con su hermana cuando un Grand Marquis negro con dorado se le emparejó.

Al volante iba Adolfo de Jesús; el copiloto era su secretario privado y pareja sexual. Todo fue ver a la rubia y cerrarle el paso...

Tiempo después, Sara lo explicó a la prensa

"como si nuestro encuentro estuviera cronometrado.

Él nos empezó a seguir haciendo señas para que nos detuviéramos.

Traía placas de Jalisco y eso me dio temor: era un forastero.

Al alcanzarnos atravesó su coche frente al nuestro y yo troné los dedos para que se moviera.

No hizo caso y cuando lo tuve ante mí, me impactó: era sumamente atractivo, como de unos 24 años, de casi 1.90 de estatura, cuerpo atlético, ojos verdosos, cabello castaño claro, facciones muy finas para ser tan recio;

tenía sonrisa cautivadora, mirada hipnótica y, sobre todo, una aura enorme que me sedujo."

Adolfo ostentaba una serie de collares multicolores:

"Supe que eran los que usaban los santeros en la religión yoruba y lucumí, porque en ese momento, de vacaciones en la universidad,

yo tomaba un taller de antropología y realizaba una investigación sobre santería".

"Soy brujo", le respondió Adolfo con sarcasmo y acento cubano-estadunidense cuando Sara preguntó el porqué de los collares:

"Entonces le comenté sobre mi investigación y él ofreció ayudarme.

Con él estaba Martín Quintana, su asistente personal (después supe que era su mayordomo número uno dentro de la santería y una de sus parejas sexuales). Así nació nuestra amistad".

Adolfo residía en la ciudad de México, pero iba a Matamoros con regularidad:

Pretendía una relación más íntima conmigo. No obstante hubo algo que me impidió ir más allá. Además era bisexual.

Cuando me negué se molestó mucho y dejó de llamarme por un tiempo",

explica Sara.

¿Todo fue una casualidad?

Pasado el tiempo volvieron a frecuentarse, siempre con Martín presente.

Sara asegura que jamás llegó a tener contacto sexual con Adolfo; más aún, su amistad atesoraba una gran dosis de adrenalina e idealización juvenil.

El despeñadero de la joven comenzó a cincelarse cuando pidió al cubano ayuda para un amigo suyo en desgracia:

Elio Hernández Rivera (coacusado de Sara y en la actualidad preso en Almoloya de Juárez),

un agricultor a quien "le habían matado" un hermano por supuesto narcotráfico.

Adolfo se encargaba de promocionarse con ella como un excelente santero,

amén de la ostentación de sus contactos con hombres poderosos tanto en México como en Estados Unidos.

Su relación con la santería había sido muy precoz;

su madre Aurorita (santera famosa en Miami) lo había enviado a Haití siendo niño.

Por ello efectuaba los ritos en patois, un dialecto haitiano",

cuenta Sara, Para ella, su primer encuentro con la santería fue en la iniciación de su amigo Elio Hernández, en marzo de 1988.

Este acontecimiento, que comenzaba a bordar los posteriores sucesos, ocurrió en la casa que Adolfo poseía en el fraccionamiento Las Alamedas, estado de México.

Ahí le mostró a Sara sus riquezas:

"obras de arte italianas y egipcias,

al igual que una gran caja de seguridad repleta de billetes atados con ligas, varios cuadros al óleo y lingotes de oro que parecían tener un sello

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