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3 Ecologias


Enviado por   •  8 de Noviembre de 2012  •  12.261 Palabras (50 Páginas)  •  616 Visitas

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LAS TRES ECOLOGÍAS

Félix Guattari

Traducción de

José Vásquez Pérez

Y

Umbelina Larraceleta

LAS TRES ECOLOGÍAS

EL PLANETA TIERRA vive un período de intensas transformaciones técnico-científicas como contrapartida de las cuales se han engendrado fenómenos de desequilibrio ecológico que amenazan, a corto plazo, si no se le pone remedio, la implantación de la vida sobre su superficie. Paralelamente a estas conmociones, los modos de vida humanos, individuales y colectivos, evolucionan en el sentido de un progresivo deterioro. Las redes de parentesco tienden a reducirse al mínimo, la vida doméstica está gangrenada por el consumo «mass-mediático», la vida conyugal y familiar se encuentra a menudo «osificada» por una especie de estandarización de los comportamientos, las relaciones de vecindad quedan generalmente reducidas a su más pobre expresión... La relación de la subjetividad con su exterioridad ya sea social, animal, vegetal, cósmica se ve así comprometida en una especie de movimiento general de implosión y de infantilización regresiva. La alteridad tiende a perder toda aspereza. El turismo, por ejemplo, se resume con frecuencia a un viaje in situ en el seno de las mismas redundancias de imágenes y de comportamiento.

Las formaciones políticas y las instancias ejecutivas se muestran totalmente incapaces de aprehender esta problemática en el conjunto de sus implicaciones. Aunque recientemente hayan iniciado una toma de conciencia parcial de los peligros más llamativos que amenazan el entorno natural de nuestras sociedades, en general se limitan a abordar el campo de la contaminación industrial, pero exclusivamente desde una perspectiva tecnocrática, cuando en realidad sólo una articulación ético-política que yo llamo ecosofía entre los tres registros ecológicos, el del medio ambiente, el de las relaciones sociales y el de la subjetividad humana, sería susceptible de clarificar convenientemente estas cuestiones.

El problema es saber de qué forma se va a vivir de aquí en adelante sobre este planeta, en el contexto de la aceleración de las mutaciones técnico-científicas y del considerable crecimiento demográfico. Las fuerzas productivas, debido al desarrollo continuo del trabajo maquínico, desmultiplicado por la revolución informática, van a liberar una cantidad cada vez mayor del tiempo de actividad humana potencial.2 Pero ¿con qué fin? ¿El del paro, la marginalidad opresiva, la soledad, la ociosidad, la angustia, la neurosis, o bien el de la cultura, la creación, la investigación, la reinvención del entorno, el enriquecimiento de los modos de vida y de sensibilidad? En el Tercer Mundo, como en el mundo desarrollado, capas enteras de la subjetividad colectiva se desmoronan o se repliegan sobre arcaísmos, como ocurre, por ejemplo, con la temible exacerbación de los fenómenos de integrismo religioso.

La verdadera respuesta a la crisis ecológica sólo podrá hacerse a escala planetaria y a condición de que se realice una auténtica revolución política, social y cultural que reoriente los objetivos de la producción de los bienes materiales e inmateriales. Así pues, esta revolución no sólo deberá concernir a las relaciones de fuerzas visibles a gran escala, sino también a los campos moleculares de sensibilidad, de inteligencia y de deseo. Una finalización del trabajo social regulado de forma unívoca por una economía del beneficio y por relaciones de poder sólo conduciría, en el presente, a dramáticos callejones sin salida. Es evidente en lo absurdo de las tutelas económicas que pesan sobre el Tercer Mundo y que conducen a algunas de sus regiones a una pauperización absoluta e irreversible. Es igualmente evidente en países como Francia, donde la proliferación de centrales nucleares hace que una gran parte de Europa tenga que soportar el riesgo que conllevan posibles accidentes del tipo Chernobil. Por no hablar del carácter casi delirante del almacenamiento de miles de cabezas nucleares que, al menor fallo técnico o humano, podrían conducir de forma mecánica a una exterminación colectiva. En cada uno de estos ejemplos aparece la misma denuncia de los modos dominantes de valoración de las colectividades humanas, a saber: 1) el del imperio de un mercado mundial que lamina los sistemas particulares de valor, que sitúa en un mismo plano de equivalencia: los bienes materiales, los bienes culturales, los espacios naturales, etc.; 2) el que sitúa el conjunto de las relaciones sociales y de las relaciones internacionales bajo el dominio de las máquinas policiales y militares. En esta doble pinza, los Estados ven cómo su papel tradicional de mediación se reduce cada vez más, y a menudo se ponen al servicio conjugado de las instancias del mercado mundial y de los complejos mili-taroindustriales.

Esta situación es tanto más paradójica cuanto que la época en la que el mundo estaba situado bajo la égida de un antagonismo Este-Oeste, proyección ampliamente imaginaria de las oposiciones clase obrera-burguesía en el seno de los países capitalistas, está a punto de pertenecer al pasado. ¿Quiere esto decir que los nuevos desafíos multipolares de las tres ecologías sustituirán pura y simplemente a las antiguas luchas de clase y a sus mitos de referencia? ¡Por supuesto, una sustitución de ese tipo no será tan mecánica! Ahora bien, parece sin embargo probable que esos desafíos, que corresponden a una complejidad cada vez mayor de los contextos sociales, económicos e internacionales, tenderán a pasar cada vez más al primer plano.

Los antagonismos de clase heredados del siglo xix han contribuido inicialmente a forjar campos homogéneos bipolarizados de subjetividad. Más tarde, durante la segunda mitad el siglo xx, a través de la sociedad de consumo, el welfare, los «media»..., la subjetividad obrera pura y dura se ha desmoronado. Y aunque las segregaciones y las jerarquías jamás hayan sido tan intensamente vividas, una misma coraza imaginaria recubre ahora el conjunto de las posiciones subjetivas. Un mismo sentimiento difuso de pertenencia social ha descrispado las antiguas conciencias de clase.

2 En la fábrica Fiat, por ejemplo, la mano de obra asalariada pasó de 140.000 a 60.000 obreros en una decena de años, mientras que la productividad aumentaba el 75%.

(Dejo aquí de lado la constitución de polos subjetivos violentamente heterogéneos como los que surgen en el mundo musulmán). Por su parte, los llamados países socialistas también han introyectado los sistemas de valor «unidimensionalizantes» de Occidente. El antiguo igualitarismo

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