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ASPECTOS GENERALES DE LOS CUIDADOS DURANTE EL PARTO

elinmortal10 de Febrero de 2012

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ASPECTOS GENERALES DE LOS CUIDADOS DURANTE EL PARTO

EVALUACIÓN DEL BIENESTAR MATERNO DURANTE EL PARTO

Una vez la mujer se pone de parto acude a un centro sanitario solicitando ayuda. La responsabilidad de la persona encargada del cuidado de la gestante se ha explicado anteriormente y la importancia del apoyo durante el parto se explica más adelante. Una vez el parto comienza, es vital una buena comunicación entre la mujer y la enfermera, incluso si no se han conocido previamente. Durante el parto y el nacimiento, el bienestar materno tanto físico como emocional debe evaluarse regularmente. Esto implica tomar la temperatura, pulso y tensión arterial, vigilar la ingesta de líquidos y diuresis, y evaluar el dolor y la necesidad de apoyo. El seguimiento ha de mantenerse durante todo el proceso del parto y nacimiento. La evaluación del bienestar materno, a su vez, incluye prestar atención a su privacidad, respetando su elección de acompañantes y evitando la presencia de personas no necesarias en el paritorio.

PROCEDIMIENTOS DE RUTINA

Una vez la mujer ha ingresado en el hospital, la preparación para el parto incluye varios procedimientos "rutinarios", como la medición de la temperatura corporal, el pulso y tensión arterial, y un enema, seguido del rasurado total o parcial del vello púbico. Los tres primeros procedimientos, medición de la temperatura, pulso y tensión arterial, pueden tener implicaciones en el desenlace del parto y, por esto, es posible que influyan en la forma en que se maneja el parto. Estos procedimientos rutinarios no pueden ser excluidos, aunque deben explicarse a la gestante y su acompañante. La medición de la temperatura cada 4 horas, de acuerdo con la OMS, es importante, porque un incremento de ésta puede significar un primer indicio de una posible infección. Si fuera el caso, iniciar un temprano tratamiento, especialmente en caso de un parto prolongado con bolsa rota, permitiría evitar una sepsis. Otras veces puede ser una señal de deshidratación. Tomar la tensión arterial siguiendo estos mismo intervalos permite también evaluar bienestar materno. Un aumento súbito de la tensión arterial puede indicar la necesidad de acelerar el parto o de remitir a la gestante a otro nivel de cuidados más especializado. Los enemas se siguen usando con mucha frecuencia, porque se supone que estimulan las contracciones uterinas y porque un intestino vacío permite descender a la cabeza fetal. A su vez se cree que reducen la contaminación y riesgo de infección materna y del feto. Sin embargo, resultan incómodos y conllevan un cierto riesgo de dañar el intestino. Pese a todo esto, algunas mujeres siguen solicitando enemas. Dos estudios (Romney y Gordon 1981, Drayton y Rees 1984) realizados al azar demostraron que usando enemas la posibilidad de manchado con heces es la misma durante la fase de dilatación, pero se ve reducida en la segunda fase del parto. Sin enema el manchado es escaso y más fácil de limpiar que el inducido por el enema. No se detectaron efectos en la duración del parto, ni en el índice de infecciones neonatales ni del periné. Se presume que el rasurado del vello púbico (Johnston y Sidall 1922, Kantor et al 1965) reduce infecciones y facilita la sutura pero no hay evidencia que lo corrobore. La mujer experimenta molestias cuando el vello vuelve a crecer y el riesgo de infección no se reduce. El uso rutinario podría incluso aumentar el riesgo de infección por el virus del sida y de la hepatitis, ya sea a la mujer o a la enf. En conclusión, la toma de la temperatura, pulso y tensión arterial son, más que intervenciones, observaciones y forman parte de la evaluación del parto. Resultan básicas en el cuidado del parto, ya que pueden ser determinantes de un cambio en el manejo de un determinado parto. Los dos últimos procedimientos, enemas y rasurado púbico, se vienen considerando innecesarios desde hace tiempo y no se deberían hacer a no ser que lo solicite la mujer.

NUTRICIÓN

Los puntos de vista acerca de la nutrición durante el parto difieren enormemente entre una parte del mundo y otra. En los países desarrollados, el miedo a una aspiración de contenidos gástricos durante una anestesia general (síndrome de Mendelson) continúa justificando la norma del ayuno durante el parto. Para la mayoría de mujeres el ayuno prolongado durante el parto no supone ningún problema, pero muchas de ellas necesitan desesperadamente ingerir líquidos. En muchos países en desarrollo, y debido a creencias de tipo cultural, se les prohíbe cualquier ingesta de líquidos o sólidos durante el parto. El miedo a que la ingesta de líquidos o sólidos durante el parto ponga a la mujer en riesgo de una aspiración del contenido gástrico durante una anestesia general es real y serio. Sin embargo, mantener una restricción de ingesta de comida o líquidos, no garantiza que el estómago vaya a estar vacío (Crawford 1956, Taylor y Pryse-Davies 1966, Roberts y Shirley 1976, Tettambel 1983, Mckay y Mahan 1988). Diversos experimentos encaminados a reducir los contenidos estomacales o la acidez, ya sea por medios farmacológicos o reduciendo la ingesta, no han sido capaces de establecer un efecto positivo en el 100% de los casos con cualquiera de los métodos. El margen de los valores de pH encontrados fue amplio y, por ello, los expertos dictaminaron que la administración rutinaria de antiácidos durante el parto no puede asegurar la prevención del síndrome de Mendelson, así como tampoco el volumen de contenidos gástricos. El riesgo de aspiración está asociado con el riesgo de la anestesia general. Como no existe una garantía contra el síndrome de Mendelson, lo correcto de cara al parto sería una evaluación del riesgo de requerir una anestesia general. Una vez establecido, el parto natural puede llevarse adelante sin administración de antiácidos. Un parto requiere una cantidad enorme de energía. Como la duración del parto y nacimiento no pueden ser previstos, las fuentes energéticas deben estar garantizadas de cara a lograr el bienestar materno y fetal. Una restricción severa de fluidos puede conducir a una deshidratación y cetosis. Este problema, comúnmente se trata con una infusión intravenosa de glucosa y fluidos. Los efectos maternos de esta terapia han sido evaluados en numerosos estudios (Lucas et al 1980, Rutter et al 1980, Tarnow-Mordi et al 1981, Lawrence et al 1982). El aumento de los niveles de glucosa media parece venir acompañados de un aumento de los niveles de insulina materna. A su vez se acompañan de un incremento de los niveles de glucemia fetal lo cual puede conllevar un descenso del pH sanguíneo de la arteria umbilical. Si una parturienta recibe más de 25 gramos de glucosa intravenosa durante el parto, esto puede producir un hiperinsulinismo fetal, lo cual puede conducir a una hipoglucemia fetal y niveles sanguíneos elevados de lactato. El uso excesivo de soluciones intravenosas sin sal puede conducir a una hiponatremia, tanto en la madre como en el feto. Las complicaciones anteriormente mencionadas, especialmente la deshidratación y cetosis, pueden prevenirse dando fluidos orales durante el parto y dietas ligeras. Las infusiones intravenosas rutinarias interfieren con el proceso natural y restringen los movimientos de la mujer. Incluso la colocación de una cánula intravenosa profiláctica induce a intervenciones innecesarias. En la situación de un parto domiciliario, no se da ningún tratamiento específico, no se prescriben antiácidos y no hay restricción ni de fluidos ni de sólidos. Muchas veces a la mujer se le avisa que la ingesta de líquidos o sólidos puede producir náuseas, pero como ellas están en su casa no se realiza control alguno acerca de lo que comen o beben. Cuando la mujer decide comer algo, habitualmente toma algo ligero y fácilmente digerible. Se puede afirmar con seguridad que para el parto normal, de bajo riesgo, no existe necesidad de restringir la ingesta. Sin embargo se precisa un análisis que determine si los efectos de intervenir en la nutrición materna durante el parto no son peores que los riesgos de un síndrome de Mendelson. Y todavía quedan muchas cuestiones por responder, como si hay algún estudio hecho acerca de partos con el estómago lleno, o si existe alguna diferencia entre beber un poco o nada, o si existen datos sobre los efectos de la restricción de alimentos y bebidas durante el parto en los países en vías de desarrollo, donde no hay medios para restituir la pérdida de energía en un parto largo. En conclusión, la nutrición es un asunto de gran importancia y a su vez de gran variabilidad. La manera más apropiada de abarcar el asunto parece ser no interfiriendo con los deseos de la mujer respecto a la comida o bebida, porque en el parto normal debe existir una razón de peso para interferir con el proceso natural.

LUGAR DEL PARTO

¿Tiene el lugar del parto un impacto significativo en la progresión de éste y en el nacimiento? Esta pregunta ha sido estudiada con amplitud en las últimas dos décadas (Campbell y McFarlane 1994). Cuando en muchos países desarrollados el parto pasó de ser un proceso natural a un procedimiento controlado, el lugar para dar a luz cambió del hogar al hospital. Al mismo tiempo mucho del denominado toque humano fue relegado. El dolor fue aliviado farmacológicamente y a las mujeres se les dejaba solas por un gran período de tiempo, controlándolas a distancia. Este era el polo opuesto a aquellas partes del planeta en que no más del 20% de las mujeres tienen acceso a algún tipo de instalaciones para dar a luz. Para ellas, el parto domiciliario no constituye una opción; es virtualmente inevitable, debido a razones de tipo económicas, culturales o geográficas (Mbizvo et al 1993, Onwudiego 1993, Smith 1993). La llamada a un regreso al proceso natural

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