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ATLACAHUALO: LO DEJADO POR LAS AGUAS A LOS HUMANOS


Enviado por   •  13 de Abril de 2021  •  Reseñas  •  1.806 Palabras (8 Páginas)  •  146 Visitas

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ATLACAHUALO: LO DEJADO POR LAS AGUAS A LOS HUMANOS

POR DANIEL CERVANTES IXTLEYO

Fiesta dedicada principalmente a los Tlaloqueh, ayudantes del señor de la lluvia, el relámpago y el trueno. Estos sirvientes son quienes traen la lluvia desde distintos puntos del Tlalocan, propiciando que haya fertilidad en los campos, sequía, plagas, heladas o cosechas abundantes,[pic 1]

El pueblo mexica, caracterizado por ser agricultor y guerrero, tenía en la cima de templo mayor a padre e hijo gobernando, teniendo como soporte principal en el cerro de la culebra a Coatl Icue, la señora de las faldas de culebra, consorte de Tlaloc y madre de Huitzilopochtli.

Este metztli da inicio al año nuevo nahua en la zona central del Valle de México el día 12 de marzo y culmina el 31 del mismo mes. Aquí y ahora estamos en el año Chicnahui Calli, nueve casa, resguardado precisamente por Tlaloc en una fusión con Tepeyolotl, señor guardián de la montaña, representado como un jaguar (nahual del dios Tezcatl Ipoca), quien habrá de resguardar el agua, los sustentos y las semillas sagradas para lograr una próxima generación de cultivos y cosechas.

Entre las celebraciones que se tienen registradas en las obras de Sahagún, Durán y Tovar, entre otras fuentes, mencionan que en estas primeras jornadas de la veintena se recolectaba tierra cercana a los ríos, lagos, lagunas, acequias y demás cuerpos de agua, ya que eran fértiles gracias a esta cercanía directa,

Se erigían estacas con papeles de amate en distintas partes de las poblaciones, realizando los rituales de sacrificio infantil. Los niños eran seleccionados entre los propios mexihtin, acudiendo a la lectura de su signo calendárico y revisando que tuvieran dos remolinos en el cabello.

Estos niños eran llevados a la casa de la tristeza, el templo dedicado a los tlaloqueh, donde se propiciaba que lloraran abundantemente para simbolizar a través de las lágrimas, la lluvia que habría de fertilizar los campos. Estos niños eran ataviados con plumas verdes y jade, siendo ofrendados en diferentes montañas alrededor de la capital mexica.

En el caso del Tepetzinco, un islote, se ofrendaba a una niña vestida de azul, representando a Chalchiuhcueye/Matlalcueye, nombre dado en la región de Cuauhtexcallan a esta deidad del agua. En Pantitlan, a los representantes de Epcoatl, adornados con cuentas, collares, ornamentos y utensilios de nácar.[pic 2]

Se realiza una ceremonia dedicada al señor de la lluvia, enfocándose en la petición de las aguas fértiles que habrían de generar los brotes de las semillas que se depositan el primer día de la veintena en el interior de la tierra.

Las casas eran adornadas con tiras de papel amate, semejando un nuevo follaje en árboles y plantas, generando así el paso a una parte del ritual en el que se erguía el Totah, el árbol que sostenía el firmamento, las ofrendas de tortillas de maíz y la presentación de los guerreros que serían sacrificados en la veintena siguiente, Tlacaxipehualiztli.

Las danzas rituales se realizaban con atuendos de animales y en las mejillas de los participantes se pintaban círculos blancos, simulando joyas extraídas de las profundidades del mar.

Al ser el inicio del año, también se dedicaba la fiesta a Xiuhtecuhtli, señor del fuego regenerador, aquel que manifiesta el principio de la renovación y lo cíclico. Los graniceros, considerados los meteorólogos de la antigüedad, realizan el ascenso a las montañas para hacer las peticiones de lluvia, enmarcando lo colorido. Estos personajes eran seleccionados por Tlaloc a través de sucesos que tuvieran que ver con la interacción entre agua y humano: un ahogamiento, el alcance de un re

Los graniceros o ritualistas atmosféricos de origen prehispánico constituyen un valioso recurso analítico para abordar las cosmologías indígenas al reunir en sí mismos, integrados y articulados, las representaciones y prácticas cosmológicas permiten un acercamiento más preciso e interno a las realidades etnográficas.

El control mágico de los fenómenos atmosféricos —lluvias torrenciales, rayos y tempestades, granizadas, vientos y periodos de sequía— ha sido una preocupación central de las poblaciones indígenas del Valle de México. La etnohistoria revela una vasta experiencia en el arte de afrontar las más devastadoras y amenazantes mudanzas atmosféricas del Altiplano. Los seres que producen los fenómenos atmosféricos son con frecuencia entidades humanas deificadas y en consecuencia muy semejantes en su organización, conducta y necesidades a las de los propios habitantes de las comunidades que las enfrentan.

Los graniceros forman el eje en torno al que gravita el universo de representaciones y prácticas de los sistemas cosmológicos. Elegidos por el rayo, reclutados por las fuerzas místicas de la descarga eléctrica, poseen el valor de ofrecer una lectura integradora de las

Los mexicas tenían un cuerpo sacerdotal profesional dedicado al culto oficial a Tláloc. Estaba integrado por complejas jerarquías; sus miembros lucían los atributos del dios y a menudo habitaban en los templos, además mantenían ciertas relaciones de coesencia o de "réplica" respecto a él ya que eran los únicos que podían manipular sin contagiarse lo que estaba cargado de su energía. En la cima de la jerarquía se encontraba el Tlalocan tlenamacac, que lucía la cara pintada de negro, "máscara de Tláloc" (quiiiauhxaiac, tlalocaxaiac), "sonajero de niebla" (ayochicauaztli) y los cabellos hasta la cintura. Bajo él proliferaba una serie de sacerdotes menores, todos ellos estudiaban en el Calmecac sometidos a ayunos y a trabajos duros, aprendiendo los mitos, los libros sagrados y el calendario adivinatorio.

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