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Agroecologia

colv329 de Febrero de 2012

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TEORÍA Y PRÁCTICA PARA EL MANEJO ECOLÓGICO DE LOS SUELOS EN CUBA

ANTECEDENTES

Desde que el sabio ruso Vasili Vasilevich Dokuchaev (1846 – 1903), publicara su obra maestra El Chernoziom ruso, donde esbozó la necesidad de fundar ciencias integradoras, por entonces inimaginadas, como la Edafología, situada según él en “los límites entre el hombre, el mundo orgánico y mineral”, aún persiste la necesidad de fomentar el paradigma agroecológico en suelos cada vez más escasos, pobres y erosionados en las diferentes zonas edafoclimáticas. Sin embargo, como natura non facit saltum1 y no soporta la ilegalidad, el caos y la casualidad, las desviaciones parecen casuales y arbitrarias solamente para el ojo inexperto, solo para el hombre que no sabe leer el libro grandioso de la naturaleza.

Los suelos son el “espejo del paisaje”, la epidermis de nuestro planeta, constituyen un importante componente del medio biofísico, ya que conservan una importante información (suelo - memoria) o una especie de "archivo" de los procesos naturales (y también de los antrópicos acelerados o desencadenados por el hombre mismo), acontecidos a lo largo del tiempo en un determinado espacio.

El cuarenta por ciento del globo terrestre comprende la zona tropical, pero solo el diez por ciento de esta ecorregión es tierra firme. Aún así, los 45 millones de kilómetros cuadrados de tierra de los trópicos abarcan un treinta por ciento de todo nuestro planeta. Sin embargo, únicamente el diez por ciento de la población mundial vive aquí, pasando hambre, por no conseguir lo suficiente para su sustento.

Los países tropicales que pertenecen en su inmensa mayoría al Tercer Mundo son los que más sufren los efectos de la superpoblación, desnutrición, desigualdades sociales, deterioro del medio y son los más vulnerables a los retos del futuro.

La agricultura se encuentra en el centro de este desafío por ser la fuente de gran parte de los alimentos, fibras y otras materias primas, en ella se concentra una parte de la población con mayores desigualdades y contribuye de forma importante, a la desestabilización del ambiente y la reducción de la capacidad productiva de los suelos.

Un elevado porcentaje del fondo de suelos de la República de Cuba, se encuentra afectados por procesos de carácter natural o antrópico acumulados en el transcurso de los años, con una marcada preponderancia de los segundos, que han conducido a que : los procesos erosivos afecten más de 2,5 millones de hectáreas, el alto grado de acidez alcance a 3,4 millones de hectáreas, la elevada salinidad y sodicidad influencien alrededor de un millón de hectáreas, la compactación incida en unos 2,5 millones de hectáreas, los problemas de drenaje se contabilicen en 2,7 millones de hectáreas y que el 60 % de la superficie agrícola del país se encuentre afectada por estos y otros factores (incluso por más de un factor a la vez), que pueden inducir a procesos de desertificación (Instituto de Suelos, 2001).

Esto evidencia la necesidad de estudiar de manera sistemática los disímiles factores naturales, sociales y económicos que intervienen en la génesis y evolución secuencial de las propiedades de los suelos presentes en estos geoecosistemas e impidan así, que el temible flagelo de la degradación conduzca de manera acelerada y adoptando mecanismos genéricos en su dinámica, la morfogénesis de los procesos de la fase incipiente a la fase paroxismal, la cual representa el punto culminante de la retrogesión2y la inercia edafológica3 (Febles y col., 2008)

Tabla 1Distribución de los suelos en Cuba (miles de hectáreas)

Fuente: Instituto de Suelos. Mapa 1: 25 000 Clasificación Genética de los Suelos de Cuba, 1999

No obstante, resulta oportuno consignar que uno de los problemas en la actualidad más complejos y difíciles de encontrar solución adecuada, es el uso racional y óptimo de los suelos en los trópicos húmedos, sin que se hayan alcanzado hasta el presente, resultados definitorios o concluyentes que permitan diagnosticar el uso y manejo más ajustado en conformidad con los ambientes biofísicos que caracterizan a cada ecosistema (Febles y col., 2007).

Por esto es necesario conocer cómo se formaron los suelos y cómo van a evolucionar sus propiedades, ante los cambios que pueda provocar el hombre en la práctica agrícola, para de esta forma poder predecir las variaciones que puedan originarse.

El éxito de este proceso dependerá de la competitividad de las estrategias agroecológicas para manejar el suelo. En este sentido, la diversificación productiva y el aprovechamiento eficiente de los recursos disponibles serán la clave para garantizar la vida del suelo y mejorar la calidad de vida de la población.

Hernández y Morales (1998), plantean que los cambios globales en los suelos inducidos por el hombre conllevan en muchos casos a procesos de degradación; enumerando para las regiones tropicales los siguientes: sabanización, empobrecimiento, erosión, acidificación, empantanamiento, salinización secundaria, contaminación, destrucción fitotécnica y mecánica y disminución de la fertilidad.

La sabanización en países como Cuba resulta un proceso bastante generalizado. Al ocurrir la tala y desmonte de los bosques, con el objetivo de la explotación maderera y el establecimiento de cultivos agrícolas, se provocó la denudación de una parte de la cubierta vegetal. Esto determinó un rejuvenecimiento de los suelos y pérdidas de sus reservas de materia orgánica y nutrientes; lo que sin duda influyó en el decrecimiento del rendimiento de los cultivos que se habían establecido y en el abandono posterior de estas tierras. Como consecuencia, comenzó a predominar una vegetación característica de sabana secundaria, que tuvo su origen por la conjugación de un clima cálido de humedad alternante, con factores topográficos y edáficos (Hernández y col., 2006).

OPERACIÓN PARAGUAS

En todas las zonas tropicales del mundo se buscan nuevos caminos para preparar los suelos, pues ha quedado confirmado que no es el clima cálido lo que impide una producción adecuada de la tierra, pero sí el manejo equivocado de los suelos (Primavesi, 1990; FAO, 1996).

Uno de los procesos de degradación de los suelos más difundidos y que más daños ocasiona en el mundo es el de la erosión hídrica. La supresión de la cobertura vegetal ya sea de bosques o de sabana, con el fin de poner bajo cultivo una región determinada, conlleva a cambios que se traducen en pérdidas de suelos y elementos nutritivos.

En realidad lo que necesitan los suelos cultivados para resistir a la erosión por el agua es precisamente un paraguas. La agricultura convencional puso en manos del hombre fuentes de energía que le permitieron acelerar el proceso de destrucción del suelo, en una escala y con una rapidez galopante.

Durante estos 8 – 10 000 años, toda la lucha contra la erosión consistió en ponerles diques al escurrimiento del agua, que se lleva con ella la mejor parte del suelo agrícola. Así nacieron las terrazas, los bancales, el cultivo en contornos, etc. La teoría no escrita a través de miles de años fue que había que ponerle “paredes” al campo para frenar la erosión.

Hace ya más de 60 años en el trabajo publicado por W. D. Ellison “Studies of raindrop erosion” (Ellison, 1944), descubrieron las causas reales del fenómeno de la erosión y se pudo lograr la base científica para impedirla. A partir de ese momento histórico, estaba en manos del hombre, por primera vez en su existencia, la posibilidad real de impedir la erosión de los suelos.

En síntesis, el principal factor de erosión de los suelos no es el agua que escurre, sino el impacto de las gotas de lluvia al golpear contra el suelo. La nueva teoría de lucha contra la erosión es la de que al suelo agrícola en lugar de ponerle “paredes”, lo que corresponde es colocarle un “techo”, según la feliz expresión de Stallings (1962).

El mismo autor indica en su libro4, que es uno de los mejores escritos sobre el tema, que “Las gotas de agua actúan de modo semejante al de una cuadrilla de trabajadores con pico y pala cargando un camión. Las gotas de lluvia representan la cuadrilla de pico y pala y el agua que escurre representa el camión. Las gotas de lluvia al caer cavan o hacen saltar las partículas de suelo y las arrojan en el agua que escurre (runoff), que es el camión”.

Estudios detallados del proceso erosivo indicaron que el efecto erosivo se repartía en la proporción siguiente: 95% debido al impacto de las gotas de lluvia y 5% debido al escurrimiento del agua.

Del trabajo clásico de Duley y Coyle (1955), surge con claridad que el principal factor en la absorción del agua de lluvia es el estado en que se encuentra la superficie del suelo. Según sus investigaciones, “La delgada y compacta capa que se forma en la superficie del suelo desnudo durante las lluvias intensas tiene un mayor efecto en la absorción del agua por el suelo que el tipo del mismo, la pendiente, el contenido de humedad o las características del perfil del suelo”.

En su opinión, para evitar el escurrimiento, la mejor práctica agrícola es la de dejar sobre la superficie una cubierta de residuos vegetales.

En el trabajo de Roose (1974), se subraya la importancia decisiva de la cobertura superficial en los suelos de la Costa de Marfil, al expresar en sus conclusiones: “En estas zonas

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