Analisis Fundamental Trigo
rodrigoale12 de Junio de 2015
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Análisis de la perspectivas del trigo en Argentina.
SITUACION ACTUAL DEL TRIGO. FEBRERO 2011.
AUTORES: ING. AGR. DANIEL AGÜERO
ING. AGR. RODRIGO MARTINEZ
2011
A inicios del presente año se produce un cambio en el escenario de Trigo, pero lejos del 2008, en la actualidad el escenario es diferente. En 2008 el campo discutía la política arancelaria y, con ella, el modelo económico. Hoy los productores trigueros reclaman por la rentabilidad de su cultivo.
Los actores son los mismos, pero el problema es distinto y puede ser una oportunidad para detectar potenciales problemas de gestión. Los productores no siembran mucho trigo, pero no lo hacen por el 23 por ciento que pagan de retenciones, sino por un problema de “apropiación del excedente del eslabón superior”. Lo que sucede en el mercado del trigo es una típica situación de mercados oligopsónicos; que se produce cuando existen unos pocos compradores para una gran cantidad de oferentes, lo que para los compradores, se traduce en la posibilidad de fijar un “precio de oligopsonio”.
La cadena triguera tiene básicamente tres actores: los productores primarios, los molineros y los exportadores. Sólo en unos pocos casos, como Cargill, el molinero es también exportador. Este ciclo, existen unos 60.000 agricultores que producen, que generan 14,5 millones de toneladas. Una parte de este trigo se exporta y siete empresas exportan alrededor del 90 por ciento de ese total.
De estos tres actores hoy sólo se queja el eslabón primario. De las 14,5 millones de toneladas, se calculó que para abastecer el mercado interno se necesitan 6,5 millones. Cualquiera sea el nivel de producción, sólo puede exportarse el excedente sobre el abastecimiento interno, lo cual implica que los molinos sólo estarían comprando, según los productores, poco más 500.000 toneladas por mes. Como no hay competencia entre el trigo que va a mercado interno y el que se exporta, la demanda se regula y se evitan los costos de tener stock.
Además las exportaciones no son automáticas, por cuanto requieren una doble autorización, primero en el Ministerio de Agricultura y la Aduana y luego se tramita un R.O.E. (Registro de Operación de Exportación), ante la Oncca, que debe ser aprobado por Comercio Interior, que determina los cupos de importación en función del abastecimiento del mercado interno. Finalmente, los cupos son distribuidos por el Centro de Exportadores de Cereales.
Estos factores son los que debilitan la demanda por la producción primaria, sea para consumo externo o exportación, brindándoles un gran poder de fijación de precios a molineros y exportadores. Para 2,6 millones de toneladas, que son las que se destinan a la fabricación de pan, existe un precio de abastecimiento y uno de mercado. Se estima que para tener el kilo de pan en 2,5 pesos, la bolsa de harina debe costar unos 70 pesos, lo que significa que ese trigo vale unos 440 pesos la tonelada. Por eso, el Estado subsidia a los molinos con la diferencia entre esos 440 pesos y el FAS teórico (el precio internacional menos el 23 por ciento de retenciones y los costos de fobbing, que son los gastos de embarque), hoy en poco más de 800 pesos. Los productores dicen que si bien los molinos son subsidiados, ellos no siempre reciben ese FAS, pues por las condiciones de mercados se les hacen diferencias, por ejemplo haciéndolos cargo del flete hasta el molino.
Los productores primarios dicen que todos estos problemas, esta apropiación de rentabilidad vía precio por parte de los molineros y exportadores, se limitaría bastante si se dejase de lado el cupo para el mercado interno. Es decir, si se permitiese que la demanda para el mercado interno compita con la demanda para exportación. El Gobierno, en cambio, considera que esto entraña el riesgo de desabastecimiento. Los productores contra argumentan que en 2009 se firmó un convenio entre el Ejecutivo y los exportadores según el cual, si en algún momento falta trigo para el mercado interno, los exportadores se obligan a importarlo, lo que significa una autorregulación de las ventas externas.
En virtud de esto, se pueden precisar dos aspectos:
1. El esquema actual supone apropiación de rentabilidad primaria, con lo que hay ganadores y perdedores al interior de la cadena triguera.
2. Las razones del paro agrario no son comparables a las de 2008. Desde lo económico no se discuten aranceles, sino muy posibles abusos en la comercialización. No es una disputa por recursos entre el sector público y el privado, sino al interior del privado
Cada eslabón de la cadena triguera tiene un grado distinto de concentración. El 92 por ciento de los productores, son responsables de algo más de la mitad de la cosecha y la otra mitad está en manos del 8 por ciento restante, siendo obvio el mayor poder negociador de este último grupo. Tres molinos (Cañuelas, Lagomarsino y Cargill) compran el 30 por ciento del trigo para harina; los otros 160 molinos, que manejan el 70 por ciento restante son empresas familiares y/o pymes. Las diez grandes traders comercializan nueve de cada diez toneladas (también aquí Cargill, más Bunge, ADM, Dreyfus, ACA, Toepfer, Oleaginosas Moreno, Nidera, Aceitera General Deheza y Noble), mientras otras treinta y tres se disputan la tonelada restante. Otros actores son los acopiadores, que embolsan la diferencia entre el precio reducido al que liquidan las operaciones con los pequeños productores y el pleno que le pagan molinos y exportadoras. Esta cartelización de los actores principales, que se reparten los cupos, es un dato histórico, que recién se denuncia ahora, porque hay un Estado presente. En otros países los gobiernos difunden cuál es el costo de producción, al que le suman un porcentaje de rentabilidad. En la Argentina, en cambio, se publica el valor en el mercado internacional, que es un arma en defensa del productor.
El Estado exige la documentación completa sobre las circunstancias de cada operación, lo que incluye el pago de impuestos, como condición para el cobro del llamado precio pleno. La solución propuesta por Sociedad Rural bajaría aún más los precios que recibe el productor, ya que se duplicaría la oferta, de 7 a 14 millones de toneladas, frente a una demanda muy concentrada. Y al mismo tiempo aumentarían los alimentos, porque las comercializadoras impondrían al mercado interno el precio internacional.
Tambien es importante mencionar la incidencia del proceso de la sojización. El avance de la soja no es malo en si mismo, sino en tanto se tienda al monocultivo. Desde la economía, la tendencia al monocultivo es un problema de rentabilidades relativas. Entre otras razones, se planta más soja y menos trigo, porque la soja es globalmente más rentable. Si se quiere contrarrestar la tendencia deben, entonces, mejorarse las rentabilidades relativas de los cultivos amenazados.
En este sentido, según un estudio del INTA, El margen bruto promedio de rentabilidad con los descuentos adicionales de molinos y exportadores se ubica en unos 173 dólares, cuando la media histórica es de 110 dólares, según esta institución. Es un resultado muy alto en comparación con los ciclos anteriores.
La rentabilidad de los productores de trigo se encuentra en un nivel muy alto en términos históricos, a pesar del problema en la comercialización que motivó el paro por parte de las organizaciones agrarias. El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) elaboró un informe en el que elevó a 15 millones de toneladas el pronóstico de la actual cosecha y calculó un margen de utilidad que está en los mejores niveles desde la salida de la convertibilidad, aun teniendo en cuenta el descuento en el precio que sufren los productores a manos de las comercializadoras. Según este trabajo, un productor pequeño de hasta 80 hectáreas obtendrá entre 13.840 y 24.000 dólares por su trigo, y uno de tamaño medio, de unas 200 hectáreas, recibirá de 34.600 a 60.200 dólares. El margen bruto promedio de rentabilidad tomando los precios de mercado se ubica en unos 173 dólares, cuando la media histórica es de 110 dólares.
Para el cálculo de las rentabilidades, el informe utiliza como precio de referencia el que efectivamente se pacta en el mercado, de unos 180 dólares la tonelada. Este valor está por debajo del denominado FAS teórico que deberían percibir los productores por la venta de su cosecha, que es de 230 dólares, conformado a partir del precio internacional descontados las retenciones y gastos de embarque. “Las expectativas económicas del cultivo son atractivas con estos precios, pero la preocupación con la comercialización se agrava en la medida que avanza la cosecha”, admite el trabajo. Añade que los precios distan entre 50 y 60 dólares del FAS teórico.
El diferencial de precios constituye una fuente de sobreganancia para las empresas molineras y exportadoras. Esta situación se genera por un sistema que asegura cupos para las comercializadoras, limitando fuertemente la competencia y reduciendo el poder de mercado de los productores, con el objetivo de garantizar el abastecimiento interno a precios más bajos.
Para la presente campaña, el rinde promedio que calculó el organismo es de 32,8 quintales por hectárea, un 22,3 por ciento superior a los 26,8 quintales del ciclo anterior, que fue golpeado por la sequía. Para un rinde de 35 quintales por hectárea, el ingreso bruto utilizando el precio de mercado sería de 630 dólares, indica el informe. A ello debe descontarse un 22 por ciento de gastos de comercialización. Sobre los 491 dólares restantes, el INTA reconoce
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